literatura, febrero 14, 2013

A VUELTAS CON CORTÁZAR

JULIO CORTÁZAR (26.8.1914-12.2.1984)

Uno de los libros que más me gustó de este gran escritor (¡y hay unos cuántos!) es LA VUELTA AL DÍA EN OCHENTA MUNDOS, una serie de reflexiones, obsesiones, recuerdos, evocaciones y ejercicios de altísima calidad estilística y creativa.
Siguen algunos fragmentos relacionados con el ajedrez:

«…el estudio de los llamados azares va ampliando las bandas del billar, las piezas del ajedrez, hasta ese límite personal más allá del cual sólo tendrán acceso otros poderes que los nuestros.»

(Del sentimiento de lo fantástico)

«Metáforas que apuntan hacia esa vaga, incitante dirección: el latigazo de la triple carambola, la jugada de alfil que modifica las tensiones en todo el tablero…»
(…)
«Entre los pasajeros que llenarían con la poesía de lo excepcional el libro incomparable de Raymond Roussel, no podía faltar Duchamp que debió viajar de incógnito pues jamás se habla de él, pero que sin duda jugó al ajedrez con Roussel…»
(…)
«Como es lógico, la crítica seria sabe que todo esto no es posible, primero porque el ‘Lyncée’ era un navío imaginario, y segundo porque Duchamp y Roussel no se conocieron nunca (Duchamp cuenta que vio una sola vez a Roussel en el Café de la Régence, el del poema de César Vallejo, y que el autor de ‘Locus Solus’ jugaba al ajedrez con un amigo. ‘Creo que omitió presentarnos’, agrega Duchamp). Pero hay otros para quienes esos inconvenientes físicos no desmienten una realidad más digna de fe…»

(De otra máquina célibe)

Algunos textos tienen un comienzo sorprendente, que te deja sin aliento. Por ejemplo, uno dedicado a un músico de jazz (creo que al trompetista Clifford Brown, pero tal vez me falle la memoria, y no tengo el libro al alcance):
«Esa difícil costumbre de estar muerto…»

Su padre había abandonado a la familia cuando el futuro escritor era un niño. Ya muy adulto y famoso, recibió una carta de su progenitor (que se llamaba Julio Cortázar) en la que le pedía que utilizase su nombre completo, Julio Florencio, para que no le confundieran con él. El escritor le contestó así:
«Siento no poder complacerle. Primero porque ya se me conoce así y segundo por razones de eufonía.»
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