literatura, noviembre 5, 2010

ACERCA DEL MATCH BOTVINNIK-FLOHR

Revista Internacional de Ajedrez nº 33, junio 1990, p. 52

En noviembre de 1933, en la Sala de Columnas de la Casa de los Sindicatos, en Moscú, comenzó el match internacional entre Mijail Bovinnik y Salo Flohr. Se acordó jugar doce partidas, las seis primeras en Moscú, y las seis restantes en Leningrado. Los aficionados y expertos de todo el mundo esperaban con gran interés este encuentro. Ya por entonces Salo Flohr estaba considerado uno de los maestros más fuertes, pero el moscovita de 22 años, Mijail Botvinnik, dio a conocer su gran combatividad y profunda estrategia, lo que le permitía luchar de igual a igual con los ajedrecistas más experimentados.
El poeta capitalino Alexander Rojovich, muy popular en los años treinta, publicó en el Diario de la Tarde (Moscú, 4.12.1933) un poema suyo que transportaba a los lectores a la atmósfera del match:

MATCH
En la Sala de Columnas, entre exóticas flores,
en el estrado y ante el damasquín Botvinnik y Flohr están.
Gigantescas arañas relumbran sobre sus cabezas.
Su reflejo reverbera sobre el tablero de ajedrez.
Silenciosos, inmersos se hallan los adversarios en la lucha.
Dueños son –se dice– de sí mismos.
Sereno está Flohr, Botvinnik sereno está.
Piensa éste: el peón mueve y avanza.
No se apresuran.
Está claro que la precipitación
nociva es para los grandes maestros (y para los peones).
El maestro en murmullos de pasillo, mientras tanto
aventura rápidamente un posible resultado.
Indeciso está uno, el otro a toda prisa:
¡Ganará Botvinnik!
¡Pues para mí, Flohr!

Como es sabido, este encuentro no tuvo vencedor, finalizando en empate (+2 =8 -2). Posteriormente, Botvinnik y Flohr se encontraron con frecuencia ante el tablero y la pregunta ¿cuál de ellos es más fuerte? pudo tener una respuesta clara (A. Shabunin).
También podemos recordar el original eco del match en la voz del notable poeta Semion Kirsanov:

A PASO DE CABALLO
En mi vida había jugado yo al ajedrez,
pero en los días del match Botvinnik-Flohr
camino, cual tablero arrojado a las tinieblas,
extenuado por todos los matches y torneos.
Cien sartenes chirriando en la sesera.
Por las calles ¿camino? a paso de caballo.
O cabalgo, sintiendo mis propios recovecos.
Relincho, en fin, como si estuviera poseído.
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