Conel Hugh 0’Donel Alexander (1909-1974) era un maestro internacional, que había conquistado en dos ocasiones el Campeonato Británico. Profesor de matemáticas, durante la Segunda Guerra Mundial fue incorporado, como criptógrafo, a Bletchley Park, cuya misión era descifrar los mensajes codificados alemanes, por medio de su máquina Enigma. Posteriormente, fue nombrado jefe de dicho departamento, en el que prestó sus servicios durante veinte años.
(A propósito de la expansión del ajedrez en la Europa medieval)
«A pesar de algunos problemas con la Iglesia (pues ocasionalmente los jugadores eran amenazados con la excomunión), la popularidad del ajedrez en Europa fue creciendo gradualmente. Sin embargo, dos factores mantuvieron bajo el nivel del juego. Uno era que se trataba de un juego cortesano, de modo que el número total de practicantes era reducido. En un juego como el ajedrez, donde la derrota es particularmente irritante, debido a la dificultad de justificarla con circunstancias ajenas, como la mala iluminación o las malas cartas, jugar con la realizar requería del jugador tanta diplomacia como habilidad. Por otro lado, hubo monarcas, como el califa Al-Ma’mum, quien, al observar que su oponente era poco colaborador, tiró el tablero diciendo a los espectadores: ‘Sois testigos del voto que ahora hago, de que nunca volveré a jugar con este hombre’, y uno se pregunta si su adversario podría haberse ganado el favor del califa derrotándolo. En el otro extremo está el rey Canuto, menos filosófico en el ajedrez que cuando se sentaba a orillas del mar, pues quería ganar a toda costa, con trampas o sin ellas. Por citar a Snorri Sturlusson, en su famosa saga: Cuando el rey Canuto y el conde Ulf jugaban al ajedrez, el rey realizó una jugada falsa y el conde tomó uno de sus caballos. Pero el rey no lo permitió y, recolocando las piezas, hizo otra jugada. El conde, iracundo, derribó el tablero e hizo ademán de irse. ‘Ulf, cobarde’, le llamó el rey, ‘¿acaso queréis volar?’ ‘Un vuelo más largo’, replicó el conde, ‘habríais visto de haber estado presente en el río Helga, de no haber acudido en vuestro auxilio cuando los suecos os batían como a un perro. Así que no me llaméis cobarde.’ De modo que el conde se retiró y a la mañana siguiente el rey ordenó que lo ejecutasen. Para ser totalmente honestos con el rey Canuto, debemos decir que, de todos modos, él y el conde mantenían muy malas relaciones.»
C. H. O’ D. Alexander
A Book of Chess, 1973, p. 41.
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