otros temas, octubre 25, 2010

AVERBAJ, UN DETECTIVE DE LA HISTORIA

AVERBAJ, UN DETECTIVE DE LA HISTORIA

Revista Internacional de Ajedrez nº 63, diciembre 1992, pp. 42-48

Gran maestro, ex presidente de la Federación de la URSS, renombrado teórico de finales y una de las mayores autoridades del mundo en historia del ajedrez, Yuri Averbaj puede presentar un currículo incomparable.

El GM Yuri Averbaj realizó, el 28 de septiembre, una breve escala en Madrid, de regreso de Linares, para embarcar en el tradicional vuelo de Aeroflot a Moscú. En ese intervalo, de poco más de dos horas, tuvimos el privilegio de entrevistarle para nuestros lectores.
A sus setenta años, Averbaj (alto, por encima del metro noventa) tiene un aspecto elegante, casi deportivo, y parece hallarse en plena forma. No es extraño, porque es un adicto a la vida sana, que practica diariamente la natación y sólo bebe zumos de frutas. En la actualidad dirige la revista Shajmatny Vestnik, pero consagra la mayor parte de sus esfuerzos a indagar en la historia del ajedrez. Le sometimos a un interrogatorio al que sólo su soltura y su generosidad pudieron prestarse sin reservas.

Rusia hoy
¿Cómo es la situación actual en Rusia para el ajedrecista profesional?
Los problemas con que se enfrenta hoy el profesional del ajedrez tienen mucho que ver, naturalmente, con la situación social del país, pero en general creo que las cosas para él están ahora mejor que antes, porque ahora tiene más oportunidades de jugar en el extranjero, puede moverse con libertad para viajar. Debe usted tener presente que si bien la situación anterior tenía sus ventajas, también tenía muchos inconvenientes.
Sí, recuerdo que en los años sesenta o setenta las revistas solían sorprendernos de tarde en tarde con un nombre soviético desconocido o apenas conocido, en los primeros lugares de un torneo internacional. El caso de Lutikov, en Beverwijk, por ejemplo, pero por lo regular sólo salían los más fuertes. Eso ha debido ser frustrante para muchos grandes jugadores potenciales…
Así es. Había muchos jugadores de gran calidad y muy pocas oportunidades para viajar, de modo que el Comité de Deportes reservaba esas plazas sólo para los consagrados y rara vez hacía excepciones. Yo mismo viví ese tipo de situación. Sin ir más lejos, en el año 1956 quedé empatado en el primer puesto del Campeonato de la URSS, después de haber participado unos años atrás en el Torneo de Candidatos de Zurich y, sin embargo, ni siquiera fui convocado como suplente para la Olimpiada de Moscú de ese mismo año. Más tarde, y también gracias a mis conocimientos de idiomas, recogí ciertas migajas y fui sistemáticamente enviado a giras por el Lejano Oriente, ya sabe, Indonesia, Australia, etc., es decir, un ajedrez seudoprofesional.

Fischer y Spassky

¿Qué opina del regreso de Fischer?
Creo que es una gran noticia para el ajedrez. Fischer es una leyenda y, por lo tanto, su regreso al tablero puede calificarse de épico. Creo que Spassky no tiene ninguna posibilidad y que sufrirá una espantosa derrota. Pero no sé si Fischer se limitará a hacerse con la espléndida bolsa en juego, quizá por razones que afectan a su vida sentimental o si, por el contrario, desea realmente volver al ajedrez, en cuyo caso creo que antes que con Kasparov debeería jugar un match con Karpov, que es quien, en definitiva, y por utilizar los propios argumentos de Fischer, «ha usurpado» su trono…
Parece que todo el mundo conoce la psicología actual de Spassky, que habría perdido todo interés creativo en ajedrez, aunque a tenor de sus recientes declaraciones, se diría que gracias a este match ha recuperado la ilusión…
Mire usted, Spassky siempre fue un poco perezoso. Siempre le costó mucho prepararse, entrenar. Tuvo la enorme suerte de encontrarse con un gran entrenador, Bondarevsky, un hombre ambicioso y de gran carácter que, aunque jugador destacado, nunca pudo alcanzar importantes éxitos en ajedrez. De pronto, un pupilo suyo tiene condiciones más que notables para ello y se vuelca en forjar un auténtico campeón… Pero aquí habría que retroceder un poco atrás. Recordará usted que ya en Suecia Spassky se clasificó para el Torneo de Candidatos, que se disputaría al año siguiente, algo que se consideró una gran hazaña en la época, pues hay que tener en cuenta que Spassky tenía tan sólo 18 años, y todo el mundo empezó a hablar de él como de un campeón mundial en ciernes. Ahora bien, desde ese momento hasta que realmente consiguió el título pasaron catorce años, demasiado tiempo en mi opinión. ¿Qué significa esto? Ni más ni menos que algo le fallaba a Spassky, porque talento tenía de sobra. Fue entonces cuando se produjo la milagrosa aparición en escena de Bondarevsky. Cuando comenzó la preparación para luchar contra Fischer, Bondarevsky se desesperaba, porque era difícil apartar a Spassky de su indolencia y, por qué no decirlo, también de la juerga. Le presionó como sólo él sabía hacerlo, pero Spassky era ya campeón del mundo y no soportaba la presión, de modo que lo despidió. Ahí comenzaron sus errores, porque Geller, un extraordinario jugador donde los haya, no tenía las mismas cualidades como entrenador, ni tenía el temperamento de un Bondarevsky o un Tolush, que sabían cómo inculcarle agresividad a Boris y extraer de él sus mejores cualidades para la competición.
¿Usted era presidente de la Federación de la URSS cuando se jugó el match Fischer-Spassky?
No exactamente. Lo fui precisamente a raíz de la derrota de Spassky, porque el anterior presidente no se animó a permanecer en el cargo. Creo que tenía miedo, se sentía incómodo porque pensaba que el ajedrez soviético se encaminaba hacia la bancarrota.
¿Es cierto que Spassky sufrió amenazas directas o fuertes presiones oficiales, como consecuencia de su derrota ante Fischer?
Se ha hablado mucho de eso, sobre todo fuera de la URSS. Tengo que decir que en absoluto es cierto. Había, eso sí, una atmósfera enrarecida, flotaba un cierto derrotismo. El mismo Spassky parecía un sonámbulo. Habíamos perdido el título mundial y nos sentíamos desconcertados. Luego estaba el asunto de que Spassky mantenía relaciones amorosas con una chica francesa, con la que más tarde se casaría. Manifestó incluso su deseo de instalarse en Francia, algo que, por decirlo de algún modo, era sorprendente e inusual… Las autoridades deportivas se enfrentaban a situaciones absolutamente nuevas.

Bronstein
Ya que hablamos de campeones mundiales, ¿qué me dice de los rumores acerca de que Bronstein habría sido seriamente presionado para que no ganase a Botvinnik, en su match por el máximo título?
Ya me han hecho otras veces esa pregunta. Sí, hay rumores acerca de eso, incluso dentro de la URSS, pero sinceramente no lo creo. No estoy en condiciones de saber la verdad, porque los protagonistas no se pronuncian al respecto, de modo que nos movemos en terreno especulativo. No creo en esa historia. Creo, sí, que posiblemente entonces Bronstein fuera tan fuerte como Botvinnik, lo que indicó muy bien el resultado del match, y que confirma lo que el propio Botvinnik dijo, en el sentido de que por esa época sólo era primus inter pares (el mejor entre iguales). Botvinnik fue, sin duda, el mejor del mundo de 1946 a 1951, pero con el extraordinario momento de Bronstein, en torno a 1950, esa supremacía quedó seriamente cuestionada, lo mismo que pasó luego con Smyslov y con Tal. Volviendo a Bronstein, incluso mereció ganar el encuentro, con la famosa penúltima partida en la que tiene unas fáciles tablas y sólo consigue perder. Mi impresión, como la de otros expertos, es que no podía mantener el suficiente nivel de tensión, no era capaz de resistir la presión: se estaba jugando la corona mundial y su enorme talento y su imaginación no le bastaban para conseguir el adecuado rendimiento deportivo.
Tengo entendido que Bronstein atraviesa ahora una difícil situación económica…
La situación es muy difícil para todo el mundo en Rusia. Aquellos que hemos tenido la suerte de aprovechar nuestros ocasionales ingresos del exterior capeamos el temporal, y en ese sentido Bronstein tuvo tantas oportunidades como el que más de su generación, pero lo que pasa es que es un hombre muy poco práctico… Le contaré una anécdota. Su segunda mujer lo envió a comprar un trozo de queso. David regresó con seis enormes pedazos de distinta clase, que bastarían para alimentar durante dos meses a una familia. ¡No hay que decir que su esposa no volvió a mandarlo de compras!
Otra más: cuando fuimos a jugar contra Argentina (gira de 1954), al regresar a Rusia, camino del aeropuerto, Bronstein me rogó que, puesto que yo era más fuerte que él, le ayudase con la maleta. ¡Era pesadísima, calculo que no menos de treinta kilos! Y en una época en que la sobretasa aérea era costosísima. No pude por menos de preguntarle: «Pero, David, qué es lo que llevas aquí?». «Es que fui a comprar unos discos de ópera y resultó que el dependiente era un admirador mío, así que no quise producirle la impresión de que era un tacaño y me vi obligado a hacer una buena compra». ¡Una buena compra! Le aseguro que debía haber comprado no menos de cien discos, que podría haber adquirido igualmente en Moscú… Tenga en cuenta que no hablo de CDs ni de microsurcos, sino de aquellos antiguos, compactos, de 78 revoluciones… ¡Para colmo, Bronstein me dijo luego que muchos llegaron rotos a Moscú!
Pero es un hombre extraordinario y encantador, que puede sostener una conversación sobre los más diversos temas, como política o historia del cine…
Buen conversador sí lo es, desde luego. ¡Incluso demasiado! En una ocasión fuimos a jugar un torneo a Holanda. Nos instalaron en la misma habitación y Bronstein no dejaba de charlar. Tanto que tuve que decirle: «David, ¿qué hace tu mujer cuando no paras de hablar?» «Se va a casa de los vecinos.» «Pero aquí no tenemos vecinos, así que hazme el favor de no darme más la lata.» Es un torbellino de ideas. Bromas aparte, no hay que descubrir a Bronstein, todo un genio y un gran campeón. Y sabe usted una cosa, era capaz de presionar psicológicamente como nadie, sabía detectar las debilidades del oponente y las posiciones en que se sentía más inseguro. Por otra parte, creo que ha sido el jugador más fuerte que he visto en Blitz. A finales de los cuarenta yo gané varias veces el Campeonato de Moscú de Blitz, pues bien, cuando surgió Bronstein, no tenía la menor posibilidad contra él y, a diferencia de otros grandes jugadores de la modalidad, como Petrosian, Bronstein era capaz de jugar al Blitz brillantemente, ¡realizando combinaciones a una velocidad relámpago!

Petrosian
Usted fue analista de Petrosian en su match de Buenos Aires contra Fischer (1971). Aunque se ha analizado profundamente ese match, ¿a qué causa fundamental atribuye usted la derrota de Petrosian?
Petrosian sintió una presión excesiva sobre sus hombros, que le quebró, mientras que Fischer estaba en la pendiente de ascenso y sus éxitos le hacían imparable. El caso Petrosian es muy curioso, porque aunque en Argentina se sentía muy a gusto, recibiendo el calor y fervor de la comunidad armenia y de sus numerosos admiradores, no soportó la enorme responsabilidad del encuentro. Hay que conocer la dura lucha que Tigran llevó a lo largo de su vida: huérfano de padre, trabajando y estudiando a un tiempo, etc. Era un hombre de carácter complejo que con el tiempo fue quedándose sin amigos. Tenía algo que fallaba en su personalidad y que yo no sabría definir. A mí me veía como a un hermano mayor y se sentía protegido, pero seguramente nunca se convenció a sí mismo, en el match con Fischer, de que podía ganar.
Otro caso muy significativo fue su segundo match con Korchnoi (1977) cuando, en la undécima partida, el resultado le era adverso por la mínima (1-2). Petrosian alcanzó una excelente posición, con buenas posibilidades de victoria, y con la ventaja de que a Korchnoi le quedaban unos diez minutos (o quizá menos) y a él unos cuarenta. Entonces Korchnoi realizó una magnífica jugada: propuso tablas. Petrosian comenzó a pensar y pensar, a gesticular, mientras que las agujas del reloj avanzaban. Cuando le quedaban unos diez minutos, se puso a mirar a uno y otro lado. Geller le indicaba con el puño que jugase a ganar. Pero fatalmente aceptó las tablas. Tal llegó a decirle: «¿Pero qué has hecho? ¿Por qué no seguiste jugando?». Yo le dije algo parecido. Tigran se volvió y me dijo: «Para ti es fácil tomar decisiones, porque en un par de años te retiras, pero a mí me queda mucho camino por recorrer.»

Kasparov, Karpov, GMA
En el duelo que Kasparov y Karpov protagonizan, dentro y fuera del tablero, usted parece haber tomado partido por Kasparov…
No del todo. Lo que sucede es que está la cuestión personal con Karpov. Todo empezó porque nuestras anteriores revistas (Shatjmatny URSS, Shajmatny Biuletin) se producían en una imprenta de Moscú. Cuando Karpov pasó a dirigir la revista ’64’ la misma imprenta comenzó a encargarse también de esta revista. Un buen día nos dijeron que no nos imprimirían más las nuestras. Creí que se trataba de una coincidencia, pero atando cabos con otros factores, comprendí que Karpov estaba desplegando una campaña contra nosotros y entonces Karpov era un hombre peligroso, muy influyente en la URSS. Resultado: nosotros imprimimos ahora a más de cien kilómetros de Moscú y hemos debido resolver infinidad de problemas que tienen que ver con esa competencia desleal. Por otra parte, y con ciertas reservas, Karpov ejercía un poder muy rígido sobre las estructuras de ajedrez (Comité de Deportes, Federación Soviética) y con la llegada de la glasnost yo me opuse abiertamente a ese tipo de situación.
Kasparov, sin embargo, se caracterizó al principio por un modo de actuar y de promover ajedrez mucho más abierta. Usted dirá, y es creencia general, que ahora es tan autoritario como lo fue Karpov, pero creo que sigue siendo más moderno en su forma de enfocar estas cuestiones, como lo demuestra la creación de esa nueva organización internacional en Finlandia.
¿Qué piensa usted de las asociaciones profesionales tipo GMA?
Estoy absolutamente en contra cuando, como la GMA, tienen un carácter elitista, pero een el caso de esa asociación de Kasparov, cualquier ajedrecista puede formar parte por una cuota anual. Esto me parece positivo.

Mucho más que un gran maestro
Hablemos de usted, que ha sido uno de los grandes maestros más fuertes de los años cincuenta, que llegó hasta la antesala del Campeonato Mundial, una de las mayores autoridades en historia del ajedrez, presidente de la Federación de la URSS, ¿qué habría hecho usted, en ajedrez, si volviese a tener veinte años?
Una buena pregunta. Cuando comencé a obtener buenos resultados en ajedrez, pasando a ser para mí la principal actividad, en realidad el ajedrez lo seguía compaginando con estudios superiores de ingeniería, y esos cinco años, que hubiera podido dedicar enteramente al ajedrez, fueron un lastre que me acompañó siempre. Cuando pienso en los jugadores de mi generación (Geller, Bronstein, Smyslov…), me siento el mayor de todos y ese hecho acentúa mi sensación de que esos cinco años no los aproveché debidamente.
Permítame una pregunta convencional, que sigue interesando a todo el mundo: ¿quién ha sido, a sus ojos, el mejor jugador de la historia?
Verá, si nos atenemos a la habitual división del ajedrez en arte, ciencia y deporte, podríamos igualmente señalar los mejores cuando una de esas facetas haya predominado. Desde el punto de vista artístico, Morphy y Anderssen, a los que podrían acompañar Alekhine, Tal, Bronstein e incluso Kasparov. Desde el punto de vista estratégico, es decir, científico, Rubinstein, Capablanca, Karpov y también Alekhine. En el plano deportivo, el mejor fue Botvinnik y, quizá, también Kasparov.
¿Cuál es el mejor libro de ajedrez jamás escrito?
También esto es muy difícil de decir. Depende de los intereses y temas de preferencia…
Digámoslo de otro modo: ¿el libro que más le ha enseñado?
Yo diría que ‘Mi Sistema’, de Nimzovich, aunque este libro, si bien me enseñó mucho, también me hizo mucho daño, porque debería estudiarse sólo cuando ya se tienen suficientes conocimientos técnicos, pues si cae en manos de alguien inexperto puede crearle mucha confusión. Creo que lo lógico es estudiar buenos libros de estrategia y técnica en general y sólo luego detenerse en aquellos libros que modificaron las teorías clásicas.
¿Cuándo dejó usted el profesionalismo?
Me hice profesional al ganar por segunda vez el Campeonato de Moscú, en 1940, y lo dejé en 1962.
Usted ha presenciado en Linares el match Ivanchuk-Anand, expresamente invitado por Luis Rentero. ¿Qué le ha parecido el match?
Bueno, he visto a un Anand muy serio, que me ha impresionado por su concentración, la naturalidad de sus jugadas y que, creo, ha merecido ganar. Ivanchuk está muy descentrado y no ha jugado bien.
¿Cuál ha sido su mejor partida?
Además de la muy conocida contra Panno, una que le gané a Petrosian, en Moscú, en 1961. Es difícil de decir: algunas han tenido gran significación deportiva, otras mayor calidad…
Su nueva revista, ‘Shajmatny Vestnik’, es ahora una empresa privada?
En efecto, es una empresa privada, compuesta por muchos socios. Yo dirijo la revista y aunque hemos debido comprimir las dos anteriores en una sola, lo importante es que hemos sobrevivido y que, después de algunos problemas con los primeros números, su aparición es ya del todo regular.
¿Por qué no ha seguido escribiendo libros sobre finales?
Porque ya he agotado mi trabajo. Escribí una serie de libros teóricos, a los que añadí algunos apéndices en forma de artículos ¡y no tengo más que decir!
¿A quién considera usted el mayor teórico de finales?
Hay muchos y buenos tratadistas, incluido Rey Ardid.
¿Qué me dice de Chéron?
Chéron es uno de los mejores, pero Chéron era, en realidad, un compositor de estudios, de modo que su concepción del final es más artística que científica. Hay un voluntarismo en él: quiere que esta o aquella idea sea buena, sencillamente porque satisface sus metas estéticas.

Averbaj y la historia
En historia del ajedrez ¿se han aportado nuevas teorías, con tesis consistentes, además de las de Murray?
No se han publicado nuevos libros, pero sí numerosos textos de cierta entidad, que aportan una visión distinta sobre los orígenes del ajedrez, entre ellos algunos artículos míos y conferencias sobre el tema.
Pero usted comparte las teorías de Murray, acerca del origen del ajedrez…
En absoluto. Murray pretende que el ajedrez fue invención de un hombre genial, de lo que disiento.
Me refería a que usted, como Murray, sitúa el origen del ajedrez en la India…
Sí, en eso estoy de acuerdo, aunque con un matiz importante. A estas alturas estoy seguro de que todo el proceso que tuvo lugar en el noroeste de la India y que culminó con la creación del ajedrez, se produjo por génesis evolutiva, es decir, inicialmente se trataba de un juego de carreras que se fue transformando en juego de guerra, pero muy influenciado por la filosofía griega. ¿Por qué? Porque la civilización hindú es fatalista, difícilmente podría admitir el libre albedrío, algo que sólo podría haber sido aportado por el pensamiento griego, que ya en el siglo V a.C. dividía los juegos en dos grupos: de azar y no de azar, y cuya esencia, por una serie de circunstancias históricas, pudo ser transmitido a la India en el siglo I de nuestra era. Repito que los griegos, con Platón, Aristóteles, etc., que han transmitido al mundo moderno la idea de que el individuo puede pensar libremente, modificar su propia existencia, son fundamentales para entender los orígenes del ajedrez.
Pero usted ¿qué tipo de investigación ha llevado a cabo?
Lo que más me gusta es descubrir la verdad de aquellos misterios que pueblan la historia del ajedrez, esos enigmas, como el tema de As-Suli.
En realidad, podría decirse que usted es una suerte de detective de la historia…
Sí, por qué no… Soy un curioso y esa curiosidad es la que dirige mis búsquedas. He descubierto algunas cosillas, como que existe una partida de Napoleón auténtica. Las demás que circulan son todas falsas.
La de Madame Rémusat, por ejemplo, que en algunos lugares se cita con colores invertidos…
Esa supuesta partida fue un invento de Saint-Amant, quien la publicó por primera vez en la revista ‘Le Palamède’, que él dirigía. El hecho de que en algunos lugares se inviertan los colores es porque alguien la recuerda de memoria y debe encontrar un movimiento extra para llegar a la misma posición.
¿Cuál es su lema para una investigación eficiente de la historia del ajedrez?
Sólo uno: no tener nunca prisa. Cuando se realizan investigaciones históricas, por modestas que sean, no debe permitirse que el tiempo nos presione, pues nuestra tarea puede resultar fallida por un error que de otro modo no se habría cometido.
¿Tiene usted otros intereses culturales al margen del ajedrez?
Me intereso mucho por la historia y la geografía de lugares poco conocidos… Ya sabe, soy muy curioso… Por ejemplo, escribí un libro, publicado en Rusia, sobre la historia de Curaçao, aprovechando mi estancia como entrenador de nuestros representantes durante el Torneo de Candidatos de 1962. En mi tiempo libre me dediqué a estudiar la historia de la isla, una de las más pequeñas del Caribe, y descubrí que, a pesar de la enorme distancia que la separaba de Europa, casi todos los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial en nuestro continente tuvieron allí una precisa repercusión. Desarrollé una idea como leitmotiv: era como si todas las olas del Atlántico Norte llegasen con mensaje hasta las playas de Curaçao…
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