En el lejano año de 1986, y tras la muerte de su fundador, José María González, la revista ‘Jaque’ se trasladó a Madrid, adquirida por la Editorial Aguilera. Cada vez que salía un número (quincenal entonces), un fiel suscriptor nos visitaba sin falta para señalar algún error, una jugada faltante, un diagrama fuera de sitio o incluso la omisión de una coma. Por supuesto, se lo agradecíamos y, en cierto modo, era un homenaje a nuestro trabajo que alguien leyese tan meticulosamente el contenido. Pero también hay que comprender que ese hábito reiterado, y con un añadido toque malicioso, puede llegar a ser irritante. En el número dedicado a la Olimpiada de Dubai, faltaba una torre en el diagrama de una partida (creo recordar que Fernández-Miles), y así vino a indicármelo el corrector. Le pedí que colocase aquella torre en cinco ejemplares y me los trajese. (Los diagramas se realizaban entonces de forma artesanal, por transferible o calcomanía). En espera de nuestro Pepito Grillo, tenía los cinco ejemplares en mi escritorio. Cuando el suscriptor X llegó para señalar con su infalible dedo la casilla vacía donde debía hallarse una torre blanca, cogí uno de mis ejemplares para comprobarlo y vi que allí sí estaba, oh sorpresa. «¡Qué raro!», dije. Se lo mostré y él se quedó asombrado. Comprobamos los demás ejemplares y tampoco faltaba la torre. Un misterio para él y para mí. Lo cierto es que nuestro hombre se fue cabizbajo y creo que todavía hoy se preguntará qué había pasado. O tal vez haya sospechado ya que fue víctima de una mala pasada…
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