Fragmento del libro BOBBY FISCHER, por A. Gude, que publicará en breve la editorial La Casa del Ajedrez.
Fobias, paranoia y antisemitismo
Ya en la década de los sesenta el joven Bobby estaba incubando algunas fobias, fruto de su deficiente educación y de sus mal asimiladas experiencias y frustraciones.
¿No le habían faltado al respeto y estafado en el match con Reshevsky? Conspiración de judíos y capitalistas…
¿No existía un pacto en Curaçao, que él había denunciado? Conspiración de rusos y comunistas…
¿No habían cometido un abuso contra él, en el Interzonal de Sousse, al no buscar una solución para la acumulación de partidas? Conspiración de la FIDE y de sus envidiosos colegas…
¿No los había abandonado (así lo veía él) su padre, el judío y comunista Gerhardt Fischer?
¿No desvelaban detalles de su vida privada periodistas y colegas suyos? Conspiración de los big mouths (charlatanes y malas lenguas)…
¿No era el mejor jugador del mundo y, sin embargo, no debía estar derribando continuamente todos los obstáculos que se oponían a su paso? Conspiración de toda la humanidad contra el ajedrecista Bobby Fischer…
Su vecino de Brooklyn, el famoso periodista Ralph Ginzburg, había intentado sin éxito entrevistar a Bobby en numerosas ocasiones. A mediados de los sesenta, consiguió, por fin, citarse con él en una cafetería. Cuando llevaban un rato allí, Ginzburg le espetó: «¿Sabías que éste es un bar de homosexuales?» Bobby se marchó horrorizado, gritándole: «¿Cómo me traes a un sitio así? ¿No sabes que ponen cosas raras en las bebidas?». La entrevista fue publicada en ‘Playboy’.
Avanzada su existencia, hubo otros sucesos que dejaron una profunda huella en el resentimiento de Fischer. Primero, los pleitos perdidos, que un pleiteador nato como él resintió en carne viva: la sociedad americana hacía oídos sordos a sus justas reivindicaciones. Luego, la detención de la policía de Pasadena. En 1992, la prohibición de jugar por el boicot a Yugoslavia y la amenaza de prisión. Por último, la venta en subasta pública de sus objetos personales. Él, un genio. Él, Bobby Fischer. Él, el mejor jugador de ajedrez del mundo, eternamente humillado, denigrado y perseguido por sus enemigos. ¿Qué más necesitaría el Dr. Freud para dictaminar una aguda paranoia, entre otras alteraciones emocionales, como la megalomanía y una percepción deforme de la realidad?
En 1999 concedió dos entrevistas a Radio Bombo, en Baguio City (Filipinas), en las que desataba su ira por un hecho reciente: sus efectos personales habían sido subastados por unos desaprensivos. Fischer tenía sus cosas (recuerdos, libros, cartas, trofeos, cuadernos, archivos) en un almacén. Según él, enviaba regularmente cheques para pagar el almacenaje. Pero parece que su abogado, en connivencia con el propietario del almacén, afirmó que no había recibido esos cheques durante varios meses, a fin de poder requisar el contenido. Fischer declaró que tenía tres millones y medio de dólares en la Union de la Banque Suisse y que era absurdo que afirmasen que no podía pagar los 400 dólares mensuales del alquiler del módulo.
Esto fue un trauma para Fischer, que aprovechó la oportunidad que le brindaba su amigo, el GM filipino Eugenio Torre, para despacharse a gusto, con unas brutales declaraciones antisemitas. Con el alma en carne viva, Bobby transmitía su dolor y su rabia con toda la violencia de que era capaz, volcándolos sobre uno de sus fantasmas favoritos. Casi no pueden transcribirse. Una muestra del diálogo sostenido con el periodista Pablo Mercado:
«–¿No piensa emprender algún tipo de acción legal contra los que han vendido sus recuerdos?»
–Los judíos controlan los tribunales. Sería como meterse en un laberinto (…) Es de risa. Los Estados Unidos son una farsa controlada por sucios, narigudos, circuncidados judíos.»
El antisemitismo era uno de los temas obsesivos de Fischer. En una conversación con el GM holandés Jan Timman, éste le dijo:
«–Pero el Holocausto…
–¡Es una falacia!
–Pero ¿dónde está toda esa gente?
–En Sudamérica, en Rusia…»
Otra anécdota sucedió durante el Interzonal de Mallorca (1970). Le dijo a Reshevsky que estaba leyendo un libro muy interesante. «¿Cuál?», le preguntó. «Mein Kampf». Tal vez Fischer sólo quería herir a Reshevsky, pero posiblemente fuese cierto.
Punto final en el país del hielo
Y lo que vive muere, aunque siempre
queramos olvidarlo, dijo Joseph K.
FRANZ KAFKA, El proceso
El 16 de julio de 2004 Fischer es detenido en el aeropuerto de Tokyo, al comprobar la policía que su pasaporte no era válido. Se planteó entonces la posibilidad de que fuese deportado a EEUU, lo que resultaría dramático para su vida. Pasa encarcelado nueve meses angustiosos en Japón.
El pasaporte de Fischer había sido invalidado por su país, sin notificación alguna al titular. Los Estados Unidos se habían tomado en su día muy en serio el embargo a Yugoslavia, pero mientras su campeón movía inofensivas piezas en un tablero de ajedrez, por la frontera de Macedonia entraban todos los días enormes camiones cargados de armas y nadie impidió, ni puso la menor traba a las grandes transacciones comerciales con los países entonces en guerra. Al final, resultó que la única persona castigada en el mundo por haber violado el embargo había sido Bobby Fischer. ¿Dónde estaba la justicia?
Sus amigos islandeses, afectuosos y combativos, unieron entonces fuerzas para rescatar al hombre que puso a Islanda en el mapamundi. Hablan con diplomáticos, embajadores y la prensa. Crean un comité de ayuda a Fischer y viajan a Japón. Allí todos se extrañan de la iniciativa islandesa. ¿Qué pretenden ustedes: luchar contra EEUU y Japón, las dos mayores potencias económicas del planeta? Pero son insistentes y persuasivos. ¿Qué había hecho, en realidad, Bobby Fischer? ¿Cuál había sido su gran pecado para pasar nueve meses en prisión, con la amenaza de seguir diez años más recluido en su país de origen?
Finalmente, encuentran la fórmula: conceder la ciudadanía islandesa al gran campeón, con lo que podrán solicitar que sea repatriado.
El 24 de marzo de 2005 Bobby Fischer vuelve a pisar el suelo de Islandia. Es un hombre calvo, con barba tupida, canosa y descuidada. Su aspecto general es lamentable. Está envejecido y parece encontrarse enfermo.
Lector voraz, en los últimos años de su vida se interesaba mucho por lós fenómenos sobrenaturales y los hechos que rodearon a la fabricación de la bomba atómica, incluidos los procesos a Robert Oppenheimer, el padre de la criatura. El GM Heigi Olafsson cuenta que le entregó más de 900 páginas con la transcripción de tales procesos.
Finalmente, el maltrecho organismo de Bobby Fischer sucumbe. Es internado de urgencia en el hospital, pero no hay nada qué hacer. Es el fin de una vida sometida a intensas conmociones.
Tenía 64 años y había agotado todas las casillas del tablero.
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Anonymous 20:38, marzo 14, 2012
Antonio, en este libro, mencionas el hecho de que Fischer no incluyese su partida contra Donald Byrne, de 1956, en su libro «Mis 60 partidas memorables». Yo creo que Bobby se equivocó al no incluirla: del juego se habló mucho en todo el mundo; y la labor de Fischer era de muy alto nivel. Y más contando sólo con trece años. En 1956, creo que sólo los mejores grandes maestros hubiesen podido jugar así.
Antonio Miguel.