literatura, mayo 3, 2019

Capablanca aplaude a su biógrafo

Cuando terminé la lectura de Capablanca, leyenda y realidad, me sentí como aquel rey, pasmado, pero sin corona. Tal vez porque el libro es pasmoso. Recordé entonces el comentario de Rafael Alberti, tras haber visto una película de culto del gran Sergei Eisenstein: “Antes de ver El acorazado Potemkin, yo era un tonto. Después de verla, era dos tontos.” Que nadie saque conclusiones lineales, porque se equivocaría de plano. Creo que lo que el poeta quiso decir, y dijo a su manera, fue que en lugar de encontrarse con una realidad que creía conocer, se abrieron ante sus ojos las puertas de una asombrosa realidad, distinta y compleja. Una perplejidad semejante me sucedió a mí con Capablanca

El libro de Miguel Ángel Sánchez fue publicado originariamente en La Habana, en 1978, por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Más tarde,  en 2015, apareció la versión inglesa en Estados
Unidos, con el prestigioso sello de McFarland & Company, Inc., corregida y aumentada, bajo el título José Raúl Capablanca – A Chess Biography. Esta versión es la que he leído y la que, por tanto, ha dado lugar a esta reseña.

Leer detenidamente la obra que aquí tratamos supone recrearse en la vida y milagros ajedrecísticos de José Raúl Capablanca, sumergirnos en un texto que nos obliga a asimilar información minuciosa, y nos lleva hasta los mismos orígenes, situándonos en el contexto sociopolítico y económico de la Cuba en que nació Capablanca, unos años antes de la independencia de la isla, con abundantes datos fidedignos, enriquecedores y necesarios, nunca empalagosos o excesivos.

Cuba, antes de Capablanca

El autor no pasa por alto ninguno de los hechos significativos que, en el siglo XIX, tuvieron relación con el ajedrez en Cuba, como la doble estancia de Paul Morphy (en 1862 y 1864), donde se enfrentó, entre otros, a Francisco Fesser, José María y Félix Sicre, resumiendo el efecto de tales visitas con esta feliz frase: “Al alto precio de sus duras derrotas, los ajedrecistas cubanos entendieron que formaban parte de un universo que antes desconocían.”

Nos habla de la sacarocracia (el poder económico representado por los dueños de plantaciones o productores de caña de azúcar), de los momentos
de vacas gordas y flacas del país, de los vaivenes políticos y militares, asonadas, e incluso del paso de Maelzel y su Turco en 1837-38, que aquél presentaba en el marco de un espectáculo llamado
El incendio de Moscú. Pero dejaremos a un lado a Maelzel y Schlumberger (el operador de la marioneta) y sus trágicos destinos, por ser ajenos al tema que nos ocupa.

También entran en escena, como es de rigor, los prohombres y pioneros del ajedrez cubano (Carlos Manuel de Céspedes, Félix Sicre, Andrés Clemente Vázquez, Dionisio Martínez, Rafael María de Mendive, Arturo del Monte, Manuel Márquez Sterling y otros), del peso y paso de la historia como trasfondo de los acontecimientos del tablero, la epifanía del niño que derrotó al campeón de la isla, Juan Corzo. Y también se nos habla, por supuesto, de nuestro compatriota Celso Golmayo, célebre y, sobre todo, activo presidente del Club de Ajedrez de La Habana.

Andrés Clemente Vázquez, por ejemplo, fue quien publicó la primera semblanza de Capablanca en El Pablo Morphy (1892) y tiene el mérito de haber creado, además de la citada publicación, La
Revista de Ajedrez y ser el autor de los tres volúmenes de Manual de Ajedrez, que fue, en su tiempo, un libro de referencia obligada.

A fines del siglo XIX, buena parte de la población cubana pasaba hambre y el nivel de paro se situaba en un 50%. La situación era más que crítica, de ahí que muchos la calificasen de apocalíptica. Pero en 1895 estalló la guerra con España, en la que Cuba consiguió su independencia. En 1898 dejaban la isla las últimas tropas españolas. Precisamente ese año moría Celso Golmayo.

Visitantes ilustres y grandes matches

En febrero de 1883 Steinitz visita la isla y se enfrenta en un match a Golmayo, al que vence por +8 =1 -1. Pese al aparatoso resultado, Golmayo
ofreció, sin embargo, más resistencia de la que podría pensarse. Celso Golmayo, una figura señera en la historia del ajedrez cubano, entabló una gran amistad con Steinitz, posiblemente interesada por parte de éste, pero recordemos, en cualquier caso, que el campeón del mundo le dedica su libro sobre el supertorneo de Nueva York 1883, en el que comenta todas las partidas del evento.

Otros célebres maestros, invitados por los hospitalarios ajedrecistas cubanos fueron Joseph Blackburne y Harry Nelson Pillsbury, y en 1889 lo es Mackenzie (que ya había visitado Cuba en 1886 y 1887), quien disputa en La Habana un match con Celso Golmayo, que finaliza con un resultado muy digno para el hispano (4-7).

Ese mismo año, el ajedrez de la isla está de enhorabuena, pues allí se celebra el match Steinitz- Chigorin, con el máximo título en juego. El campeón se impone por 10-6 y solo una partida termina en empate.

En 1892 campeón y aspirante vuelven a La Habana para reñir su segundo match por el campeonato mundial. En la última partida 1.900 personas abarrotaban el Centro Asturiano y fue en aquella partida donde se produjo el desafortunado y aparatoso error de Chigorin, que en ese momento perdía 9-8 y que, de haber ganado, habría empatado el match. Perder esa dramática lucha supuso el punto final del encuentro, al que un cruel marcador (10-8 y 5 tablas) ponía igualmente fin a las aspiraciones del maestro ruso a la corona mundial.

Asaltar los cielos

Los hitos del ascenso de Capablanca al Olimpo son fundamentalmente cuatro: 1) el match con Juan Corzo (1901), que causa sensación, a sus trece años, pues lo vence por 4-3 y 6 tablas; 2) el match con Marshall (1909), asombroso y tremendo varapalo para el maestro estadounidense, considerado entonces el campeón de América: 8-1 y 14 tablas; 3) su triunfo en San Sebastián (1911), un debut en el tablero internacional, que maestros y especialistas de la época calificaron de auténtic hazaña, pues nadie antes había ganado su primer torneo internacional (excepción hecha de Harry Nelson Pillsbury en Hastings 1895) y menos ante tan fuerte oposición, pues superó a maestros de la talla de Nimzovich, Bernstein, Vidmar, Rubinstein y otros; 4) y, por fin, el ansiado match con Lasker, con el título mundial en juego, programado a 24 partidas de las que solo llegarían a jugarse 14, al abandonar el campeón, sintiéndose impotente para invertir la tendencia del marcador: 4-0 y 10 tablas.

Todo eso es sobradamente conocido y si alguien quiere saber los detalles, deberá consultar las páginas del libro, donde, además de las partidas (por ejemplo, todas las de los matches con Corzo y Marshall), podrá enterarse de las arduas negociaciones con Lasker, con numerosas cartas y comunicaciones transcritas literalmente.

En la obra se reseñan todos los eventos y encuentros del genial cubano: sus participaciones en los torneos internacionales americanos y europeos, incluida la URSS, crónicas no solo muy acertadas, sino salpicadas de comentarios picantes o reveladores acerca de su actuación, acompañados, naturalmente, de buen número de partidas.

El enigmático monsieur Marquet

Manuel Márquez Sterling (1872-1934) fue una figura prominente no solo del ajedrez, sino de la sociedad cubana. Muy influyente y activo en los ámbitos político, cultural y económico. Diplomático y hombre de negocios, ambas facetas se integraban en su existencia como un solo cuerpo o una misma actividad.

En ajedrez, por ejemplo, baste con decir que fue el patrocinador de los torneos de Ostende en 1905, 1906 y 1907, además del de San Sebastián y su persona está detrás del misterioso M. Marquet que, como presidente del Casino donostiarra, firmó la invitación a Capablanca. Por otra parte, fundó publicaciones como Revista del Club Argentino de Ajedrez en Argentina; en México, El Arte de Philidor, la revista del club de Veracruz, y en España Revista Internacional de Ajedrez, amén de financiar la publicación de diversos tratados sobre el juego.

Como diplomático, desempeñó algunos puestos de representación importantes en Europa y posteriormente fue embajador plenipotenciario de Cuba en Washington y también en México, donde trató en vano de salvar la vida del presidente Francisco Madero, depuesto por Victoriano Huerta. Márquez Sterling tuvo un papel decisivo
en algunas crisis políticas de Cuba, que se resolvieron casi exclusivamente gracias a sus extraordinarias dotes diplomáticas. Esta gran personalidad fallecía en Washington el 9 de diciembre de 1934, recibiendo en su funeral honores de Jefe de Estado por parte de las autoridades de EEUU.

El rey destronado

Tras el inesperado desenlace del match de Buenos Aires (1927), cuando perdió el título mundial ante Alekhine, toda la lucha de Capablanca se centró en recuperarlo, pues, asumida la correspondiente autocrítica y diseccionados sus errores, estaba convencido de que podría imponerse en la revancha. En Buenos Aires fue la última vez que el cubano perdió dos partidas consecutivas. Antes, solo le había sucedido en otras dos ocasiones: ante Corzo, en 1901, y en San Petersburgo, 1914.

Pero si las negociaciones con Lasker habían sido arduas, con Alekhine fueron laberínticas, retorcidas e interminables, quedando reducidas a cenizas en tierra de nadie. El vigente campeón (de quien se decía que solo amaba dos cosas en el mundo: a sí mismo y al título mundial) puso todo su empeño en plantear continuas objeciones y obstáculos, en un inequívoco y dilatado proceso por eludir la confrontación. El maestro ruso se dedicó a marear la perdiz, causando una profunda decepción en el excampeón cubano.

En 1932, Capa, desanimado por la falta de respuesta de Alekhine para un match-revancha, dejó el ajedrez, pero su retiro tuvo algo de voluntario y mucho de involuntario. Manuel Golmayo se preguntaba, en el ABC, ¿por qué no participaba Capablanca en torneos internacionales? La respuesta es que Alekhine boicoteaba su participación. Incluso Rudolf Spielmann denunció el hecho en su carta abierta J’accuse, imitando la famosa de Émile Zola a propósito del caso Dreyfus en Francia. Las cosas se complicaron cuando, en una Cuba económicamente deprimida (la cosecha de azúcar había sido la más pobre desde 1915), tres familiares suyos fueron acusados de conspirar para derrocar al régimen…

A comienzos de 1933, el astro vuelve a la escena, si bien como simultaneador, prodigándose de nuevo en exhibiciones, en Cuba, Panamá y Estados Unidos. El 11 de abril juega en Los Angeles una partida de exhibición con Herman Steiner que, guste o no a los incondicionales de Capablanca, fue, como ya se sabía, amañada, y así se dice en el libro: “…aparentemente, la partida de ajedrez viviente fue amañada de antemano a fin de aportar realce estético al ballet humano, cuyo aspecto esencial era el espectáculo artístico.” (397). Y posteriormente una gira por México, donde fue acompañado por el diplomático Fruvas Garnica, por quien sabemos que Capablanca se afeitaba dos veces al día, admiraba al compositor Ernesto Lecuona, leía a Stendhal y Pío Baroja durante el viaje, llevaba un diario y dominaba todos los bailes de salón.

Capablanca – M. Glicco

México, 5 mayo 1933, simultáneas

1.d4 Cf6 2.c4 e6 3.Cc3 d5 4.Ag5 Cbd7 5.e3 c6 6.Tc1 Ae7 7.Cf3 0-0 8.Ad3 dxc4 9.Axc4 Cd5 10.Axe7 Dxe7 11.0-0 Td8 Si 11…Cxc3 12.Txc3 e5 13.h3 e4 14.Cd2, las blancas están un poco mejor. Vaganian-Radulov, Olimpiada de Dubai 1986. 12.Ce4 C5f6 13.Cg3 h6 Si 13…c5 14.e4 cxd4 15.e5 Ce8 16.Te1 Cf8 17.Cxd4 Cg6 18.Dd2 b6 19.f4 Dh4 20.Cge2 Ab7 21.De3 Tac8 22.Ad3 Cc7 23.Ae4 Cd5 24.Df3 De7 25.a3 De8 26.Txc8 Txc8 27.f5, con ventaja blanca. Ivanchuk-Ehlvest, Olimpiada de Erevan 1996. 14.e4 e5? 15.Cf5 Df8 16.Te1 g6? Era mejor 16…exd4, pero las blancas quedan mucho mejor después de 17.e5 Cb6 18.Cxh6+ gxh6 19.exf6.

 

17.Axf7+ Rh7 Si 17…Rxf7, 18.Db3+ Cd5 19.exd5 gxf5 20.dxc6+, ganando.

18.Axg6+ Rxg6 19.dxe5 Cg8 20.Tc3 Cdf6
O bien 20…Cb6 21.C3h4+ Rh7 22.Dg4 Df7 23.Tg3 Axf5 24.exf5 Ce7 25.f6 Tg8 26.De4+ Cg6 27.Cf5 Df8 28.Ce7 Df7 29.h4, ganando.

21.De2 Ce8 22.C3h4+ Rh7 23.Dh5 Axf5 24.exf5 Td7 25.f6 Cexf6 26.Df5+ Rg7 27.exf6+ Cxf6 28.Tg3+ Rf7 29.De6++

Nueva gira por Puerto Rico y a fines de año se produce, por fin, su reaparición en el tablero internacional, participando en el torneo de Hastings, donde se evidenció su baja forma y solo pudo finalizar cuarto, a un punto de los vencedores. Luego vendría el segundo gran torneo de Moscú (1935), donde repite puesto y distancia (un punto) con los vencedores. En Margate, ese mismo año, es superado por el joven Reshevsky, que le gana una gran partida.

Pero la tercera edición del torneo internacional de Moscú, que se disputa con diez jugadores a doble ronda, es un regreso triunfal, superando a Botvinnik, Flohr, Lilienthal y Lasker.

Nottingham, 1936. Sentado de izq-der: Thomas, Lasker, Capablanca, matrimonio Derbyshire, Euwe, Alekhine y Winter. De pie izq-der: Fine, Tartakower, Vidmar, Bogoljubov, Tylor, Alexander, Flohr, Reshevsky, Botvinnik y Mackenzie.
Nottingham, 1936. Sentado de izq-der: Thomas, Lasker, Capablanca, matrimonio Derbyshire, Euwe, Alekhine y Winter. De pie izq-der: Fine, Tartakower, Vidmar, Bogoljubov, Tylor, Alexander, Flohr, Reshevsky, Botvinnik y Mackenzie.

Y Nottingham (1936), uno de los torneos más fuertes de la historia, confirma su recuperación.
Allí comparte el primer puesto con Botvinnik, perdiendo una sola partida con Flohr, pero aventajando a Fine, Reshevsky, Euwe y Alekhine, entre otros grandes. En sus siguientes apariciones, las
nuevas estrellas del ajedrez muestran sus credenciales y Capablanca sufre. Tanto Semmering- Baden (1937) como el gran torneo AVRO (1938) muestran a Paul Keres y Reuben Fine en los primeros lugares de la tabla, mientras que Capablanca solo puede finalizar tercero y séptimo, respectivamente. Keres se impone también en Margate (1939), con Capablanca a un punto.
Sin embargo, en el Torneo de las Naciones (Buenos Aires, 1939) tiene una excelente actuación (+6 =4), con el mejor resultado en el primer tablero. Alekhine, una vez más, elude la confrontación. Y aquel evento puede considerarse el canto del cisne del genial cubano.

Los últimos años son deprimentes para Capablanca, cuya salud, se deterioraba, según el médico, “no día a día, sino hora a hora.” Las cosas se agravan con el ataque japonés a Pearl Harbour, que significó la entrada en guerra de Estados Unidos. Hasta el día fatídico del 8 de marzo de 1942, cuando el calendario entero se llenó de luto.

¿Nunca estudió aperturas?

Una de las cuestiones que me interesa es la convicción general de que Capablanca no estudiaba nada de teoría, ni nunca lo había hecho. ¿Es eso cierto o es un mito? (¿leyenda o realidad?). En una ocasión me permití planteárselo al gran maestro David Bronstein, quien me contestó: “Sé que todo el mundo lo dice, pero ¿dónde está la evidencia? Estoy convencido de que, por ejemplo, había estudiado hasta la saciedad todas las posiciones del Gambito de Dama, derivadas del cambio de dos piezas.”

¿Qué nos dice esta biografía al respecto? Algunos comentarios parecen confirmarlo, pero otros parecen suscitar ambigüedad e incluso ligeras contradicciones.

En la página 297 leemos que, en varias etapas de su carrera, daba la impresión de despreciar por completo el estudio de las aperturas.

En 1918 da lecciones de ajedrez a una jovencita de 14 años, María Teresa Mora. Refiriéndose a aquella experiencia, escribe en My Chess Career que fue una de las contadas ocasiones en que le dedicó tiempo al estudio teórico.

En sus impresiones del match con Marshall (en My Chess Career, 1920) el vencedor escribe: “Lo más sorprendente de todo es el hecho de que yo jugué sin haber abierto un libro. Mi propio criterio y lo que sabía de oídas era todo mi bagaje teórico para el match.”

Se cita, por otra parte, a Jacques Mieses, quien, en un artículo que sirvió de prefacio al libro Le Tournoi d’Échecs de Saint- Sébastien (1911), escrito en colaboración con M. Lewitt, dice: “Capablanca debe considerarse sobre todo un jugador práctico antes que un teórico, si bien conoce perfectamente la moderna literatura ajedrecística.”

Si eso es cierto, a sus veintidós años, el futuro campeón del mundo debía estar familiarizado con la teoría de aperturas. El maestro Mieses no tenía nada de frívolo, pero puede que esa afirmación fuese hecha un tanto a la ligera.

Más adelante (p. 412): “Capablanca entendió en Moscú 1935 que era imperativo para él ponerse al día en las nuevas ideas sobre aperturas. ‘Ahora estoy estudiando variantes de apertura de moda’, dijo entonces, tras su victoria en el torneo sobre Loevenfish.” Una partida, por cierto en la que aplicó una novedad teórica de Gideon Stahlberg.

El Capablanca real

Pero ¿quién era, realmente, Capablanca? No el mito, sino el hombre. Como es lógico, Sánchez sigue la película de su vida, la analiza y la interpreta, aunque, en general, deja que sea el lector quien saque sus propias conclusiones. Y eso da fe de un biógrafo agudo y sutil, que recoge información (¡gran cantidad de información!) y muestra sus cartas, pero deja que el personaje biografiado y el lector también jueguen las suyas.

El joven José Raúl se encontró con que el destino, que lo había privilegiado con una educación superior en la Universidad de Columbia, le había tendido, al mismo tiempo, una diabólica trampa, pues detestaba sus estudios de ingeniería industrial, en particular el diseño.

Así que abandonó los estudios. Amaba el ajedrez. Era consciente de su talento, de su fuerza ante el tablero y decidió hacerse profesional.

En esos primeros tiempos vivió dificultades económicas, que seguiría teniendo durante bastantes años. De modo que su imagen de playboy a quien, más que sonreírle, la vida le ríe abiertamente es, esencialmente, falsa. Cierto que era sociable, agradable en el trato y tenía éxito con las mujeres (lo que, en cierto modo, es el mayor éxito del hombre) y, en general, irradiaba una imagen de glamour. Pero detrás de eso había preocupaciones, esfuerzo y sufrimiento. A menudo tenía dificultades para poder pagarse el pasaje a los torneos europeos y, por una cuestión de orgullo innato y consciente de la fuerza de las apariencias, exageraba la cuantía de los honorarios que percibía por sus exhibiciones de simultáneas.

Más adelante, su contratación para prestar sus servicios en el cuerpo diplomático cubano supuso una apreciable fuente de ingresos que le ayudó a conseguir la siempre deseable estabilidad económica. Esto, que ciertamente debió suponer una bendición material, también tuvo sus azares y sobresaltos, vinculados al momento político del país y, desde luego, no fue, como podría pensarse, una mera sinecura. Capablanca estaba obligado a promocionar Cuba y se le exigían y concertaban gestiones y entrevistas con representantes oficiales de los países a los que viajaba.

También estaban sus problemas de salud, que tal vez solo fuese uno. Pero importante: la hipertensión arterial, acechándolo, amenazándolo alevosamente en la sombra.

El asesino silencioso

La hipertensión arterial, el silent killer (o asesino silencioso), como se le llamaría, era una dolencia poco conocida a principios del siglo pasado y no existía un tratamiento adecuado para ella. Parece que Capablanca la padecía, lo que confirma el informe médico. La cuestión es ¿desde cuándo? Desde su juventud, había sufrido muchos lapsos en el proceso de pensamiento, dolores de cabeza e indisposiciones, pérdidas de memoria y errores nada característicos, que hacen sugerir al autor que siempre había estado acechante o larvada en la vida del campeón.

La edición en inglés, de 554 pág. y encuadernada en tela. ISBN 978-0-7864-7004-4.
La edición en inglés, de 554 pág. y encuadernada en tela. ISBN 978-0-7864-7004-4.

Algunas acotaciones:

  • Poco antes del torneo de San Petersburgo 1914, Capablanca declara que Rubinstein era su favorito “porque se encuentra en un estado de salud excelnte y se ha preparado desde hace mucho para el torneo” (…) “Mi salud no es muy buena en este momento y me daría por satisfecho si finalizase segundo.” (199)
  • En 1939 confiesa a la revista El Gráfico de Buenos Aires que a veces todo se le borraba de la mente, “como si se hubiese pasado una esponja”, refiriéndose al torneo de Nottingham 1936. Y eso le había sucedido ya en otras ocasiones.

Partidas, datos, informes

El libro contiene numerosas partidas (he contado 192, aunque puede que la cifra no sea exacta), muchas de ellas inéditas o poco conocidas, comentadas por jugadores famosos, incluido el propio Capablanca.

El autor no ha escatimado información relevante. Además de los hechos más significativos en la carrera del biografiado, destacan, en ese sentido, dos cosas: por un lado, la gran cantidad de documentos, comunicaciones, cartas o telegramas transcritos literalmente, sobre todo los relativos a las negociaciones con Lasker y Alekhine, pero también personales y de/con sus jefes del cuerpo diplomático. Por otro lado, el meticuloso inventario de las exhibiciones de simultáneas llevadas a cabo por Capablanca, la gran mayoría con indicación de lugar, fecha y resultado. Ese número debo decir que me ha sorprendido, pues fue una actividad tan intensa que no creo que tenga apenas parangón. El campeón cubano realizó una cantidad prodigiosa de exhibiciones, que deben totalizar muchos millares de partidas. Algunas de esas exhibiciones tuvieron lugar en días consecutivos o con apenas intervalo entre unas y otras, lo que debe darnos una idea del desgaste físico y mental que eso supone. Destaca, entre ellas, una serie realizada en las islas británicas, en 1919, donde recorrió 28 ciudades de Inglaterra, Irlanda y Escocia, con el resultado global de +1273 =71 -31. Y en cuanto a una sola exhibición, sobresale la que realizó en Cleveland, el 4 de febrero de 1922, donde, quizá para impresionar a su esposa, que lo acompañaba en el viaje, se enfrentó a 103 adversarios, con el portentoso resultado de 102 partidas ganadas y solo unas tablas.

En esta versión en lengua inglesa se incluyen dos importantes apéndices con textos inéditos en libro. El primero es una recopilación de los artículos escritos por Capablanca para la revista Crítica durante el match de Buenos Aires con Alekhine, y el segundo es un minucioso estudio médico del neurólogo Dr. Orlando Hernández Meilán acerca de la enfermedad y la autopsia de Capablanca.

Por último, hay un curioso y útil dato, muy de agradecer: cuando se mencionan cantidades de dinero, el autor indica, con mucho sentido práctico, la equivalencia referida a 2015, el año de la edición inglesa.

Además de los muchos, muchísimos méritos del libro, hay que decir que cumple, de paso, una misión didáctica y desmitificadora, casi sacramental, pues quienes creían saberlo casi todo de Capablanca comprenderán, una vez leído, que no sabían casi nada. Gracias, Miguel Ángel Sánchez, por tan extraordinaria aportación a la historia del ajedrez.

Una gloria de Cuba

Desde el prefacio, el autor nos recuerda que “la expresión jugar como Capablanca se convirtió en su más distinguida eulogía, una alabanza que encierra el concepto de plasmar en el tablero una obra maestra de simplicidad, armonía y extrema elegancia.” Esa matemática y cristalina precisión de Capablanca, que deslumbró al mundo del ajedrez y aún sigue haciéndolo, pese al crisol de los tiempos. El tiempo pasa pero Capablanca permanece.

Entre las diversas propuestas que Capablanca hizo para modificar el ajedrez de competición, se cuentan, por ejemplo, que los encuentros por el campeonato mundial deberían limitarse a 16 partidas, la supresión de los aplazamientos y la ampliación de la sesión de juego a seis horas.
Resulta curioso que el poeta cubano Lezama Lima calificase de “barrocas” a sus propuestas. Y es curioso porque, en primer lugar, no lo eran y en segundo lugar, porque precisamente el lenguaje poético que caracterizaba al posteriormente célebre autor de Paradiso era, por demás, exuberante y barroco.

El famoso escritor Guillermo Cabrera Infante tenía un recuerdo muy vívido del finado campeón. Lo contó así: “Cuando yo era niño, mi madre me llevó a presenciar el féretro de Capablanca, de cuerpo presente en el Capitolio Nacional. Una vez allí me dijo: ‘Es una gloria de Cuba’. No dijo era, sino es.” Para quienes somos conscientes de su grandeza, Capablanca es y siempre será. Con una arrogancia solo justificable en su persona, él mismo se encargó de recordárnoslo: “Cuando ustedes ven una posición, se preguntan qué puede suceder, qué sucederá. Yo lo sé.” Esa experiencia única de llamarse y ser José Raúl Capablanca. Un caso de gloriosa predestinación.

Ahora procede entonar el mea culpa, una vergonzosa confesión: ¿cómo es posible que haya tardado cuarenta años en leer este maravilloso libro?

Nota sobre la nueva edición

En conversación privada, Miguel Ángel Sánchez, nos comenta algunos aspectos de la nueva edición en español (Editorial Casa Vacía, 2019).

“Algunas de las cosas que he añadido al libro son una ampliación del bosquejo de Lasker, tomado del propio Capablanca o de algunas revistas de comienzos del siglo XX. En el match de 1921 agregué la historia de los campeonatos mundiales, comenzando por el de Steinitz y Zukertort. En los dos últimos capítulos añadí algunas cartas entre Capablanca y Figueredo o Capablanca y el juez Martínez Malo, con respecto a los fondos para el match contra Alekhine. Estos últimos materiales no los conocí hasta después de que se publicó el libro en inglés. En el capítulo que trata el año 1933 incluí datos que antes no conocía y que aparecieron en el artículo Capablanca in Movieland, del maestro Bruce Monson, publicado en un número de New in Chess del 2017. Pero Monson también me dijo otras cosas en correspondencia con él y me indicó varios errores en mi texto que corregí. Hay algunas otras cosillas aquí o allá como el destino del barco que Capablanca utilizó para viajar de Chile a La Habana en 1940, para mantener el mismo estilo de destino de otras naves utilizadas por él o Steinitz en viajes a La Habana. (…)

Otra cosa es que el libro se pasó del máximo de páginas que utiliza la imprenta y lo han dividido en dos tomos. El primero hasta el torneo de Nueva York del 27 y el segundo a partir  del match con Alekhine, de manera que definitivamente será en dos tomos. (…)

En sentido general, y a pesar de que no es la edición más grande en tamaño, considero que es la más completa, pues aunque tiene menos partidas, el texto histórico es mucho más completo, incluso, por ejemplo, los propios resultados de Capablanca en España, cuyos datos corregidos me los facilitó Miguel Ángel Nepomuceno.”

4 comentarios

  1. Ivan 03:05, mayo 17, 2019

    Quizas se vualva a ofertar

  2. Anónimo 03:04, mayo 17, 2019

    En Cuba se publicó en el mes de Mayo una nueva edición del libro, en un solo tomo,edición limitada en la cantidad para la demanda, se agotaron al momento.

  3. Octavio Resendiz Muñoz 21:51, mayo 03, 2019

    Cómo obtener esa nueva edición?

    • Antonio Gude 23:48, mayo 03, 2019

      Lo siento, no lo sé. La editorial norteamericana se llama Casa Vacía. Supongo que los libreros especializados españoles estarán adquiriendo el libro (dos volúmenes).