Si un blog inevitablemente refleja las inquietudes y la personalidad de su redactor, en el caso de Joan Fontanillas, alias Catulo, no puede ser más evidente.

No conozco personalmente a Catulo (y supongo que eso podrá arreglarse), pero disfruto de su comunicación por el ciberespacio.

Es evidente que se trata de un apasionado jugador de ajedrez, fiel a los colores de su club, el Sant Martí, y a sus compañeros. Me lo imagino disfrutando como un enano (¿cómo disfrutan los enanos?) cada vez que se sienta ante el tablero para disputar una partida del Campeonato Social o del Campeonato de Cataluña por equipos: hace piña, se interesa no sólo por el resultado de sus propias partidas, sino por las de sus compañeros y el resultado global de los matches por equipos. Esto, que parece tan natural y lógico, no es habitual. He vivido todo tipo de experiencias ajedrecísticas y puedo afirmar que con ese grado de pasión e implicación hay muy pocos especímenes.

Pero Catulo no se limita a ser un atento cronista de las interioridades de su club, sino que también sigue de cerca a otros clubes del mismo distrito barcelonés, suscita debates sobre decisiones federativas (siempre con criterio constructivo), se sulfura un poco con las propuestas de modificación del juego eterno y lo mismo persigue la trayectoria de Shrek o de Greta Scacchi, que nos cuenta anécdotas recientes o indaga en las veleidades ajedrecísticas del Marqués de Sade, o aun escribe interesantes relatos que llegan al lector, por su bien informado trasfondo y una prosa accesible y vivaz, como ‘El abogado de Nueva Orleans’ o ‘Retrete infernal’.

Desde su estación orbital (Zima-Sant Martí), Catulo nos transmite su personal visión del ajedrez que vive y su pulso nos llega y nos sentimos privilegiados por tener a nuestro alcance comunicadores como él, con su lucidez, cultura y sincero entusiasmo por el ajedrez de todos.
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