ajedrez, septiembre 20, 2013

CONTRA FINE (y 3)

(…)

3. ALEKHINE
Siempre citando a Fine:

«Durante la guerra Alekhine permaneció en la Europa ocupada por los nazis. Legalmente, era una ciudadano de la Francia de Vichy. Sin embargo, y a diferencia de otros maestros igualmente residentes en territorio nazi, Alekhine se mostró encantado de jugar torneos. Más tarde, incluso escribió artículos notablemente antisemitas, intentando probar que sólo el ajedrez ario tenía futuro y alegando que sus principales oponentes eran ‘judíos degenerados y comunistas’. Hacia el fin de la guerra fue hospitalizado, no estando claro si debido al alcoholismo o a trastornos mentales. Cuando la guerra terminó, en 1945, todos los maestros destacados del momento, indignados por su conducta, objetaron su participación en los torneos internacionales.»
 
Es imposible no percibir una cierta complacencia en este parrafito: «durante la guerra Alekhine permaneció en la Europa ocupada por los nazis.» El Sr. Fine parece insinuar que Alekhine era libre de elegir su residencia en aquel momento. ¿Lo era? Además, Fine parece olvidar que, hallándose en Portugal en 1940, Alekhine partió para alistarse voluntario en el ejército francés, donde fue designado oficial intérprete, y que sólo después de haber sido hecho prisionero se vio obligado a permanecer en Francia.
«Alekhine se mostró encantado de jugar torneos de ajedrez.» Tiene, sin duda, razón nuestro autor: ¿Quién podría imaginar a un Alekhine campeón del mundo y ajedrecista profesional, rechazando lo que, a sus ojos, debía presentarse entonces como única tabla de salvación, eludiendo el reencuentro con lo único que tal vez pudiera, en aquel caos, dar sentido a su vida?
«Más tarde incluso escribió artículos notablemente antisemitas.» Esto reaviva el viejo entredicho que acompañó a la decadencia de Alekhine. Fine no se priva de manifestar rotundamente algo que no por conocido ha sido generalmente aceptado como un hecho. Aunque él siempre lo negó, se tiene la impresión de que Alekhine bien pudiera haber escrito o colaborado en la redacción o con su firma en aquellos artículos publicados en la Pariser Zeitung. Pero de eso a la desenvuelta acusación de Fine media un abismo para salvar el cual se necesitaría «la arrogancia de quien ignora la duda» (Borges dixit). Llegamos así a esa conocida indignidad de la que, oportunamente, Fine fuera ya triste protagonista.
 
4. FISCHER
 
«Su absoluta devoción por el ajedrez lo llevó a un constante progreso de su nivel de juego. En 1956, cuando solamente contaba 13 años de edad, ganó el Campeonato Juvenil de los EEUU, y dado que esta prueba permitía la participación de jugadores de hasta 20 años, ese resultado lo señalaba como jugador de gran futuro. Aquel éxito deprimió, sin embargo, a su madre, quien poco después acudió a mi consulta para rogarme que interviniese a fin de disuadir a su hijo de consagrar todo su tiempo al ajedrez. Le envié a Fischer entonces ejemplares de mis libros y mantuve unas charlas con él, casi exclusivamente referidas al ajedrez.
Retrospectivamente, parece una ironía del destino que de los dos más relevantes maestros del ajedrez norteamericano del siglo XX, uno deba casi convertirse en psicoanalista del otro. Pero Bobby no estaba dispuesto a ningún tipo de ayuda. Vino a verme una media docena de veces. En cada ocasión jugábamos al ajedrez durante una o dos horas. Comprendí que para mantener una cierta relación amistosa con él tenía que ganar y así lo hice. Evidentemente, en aquel momento Fischer aún no había alcanzado la madurez de juego que luego le caracterizó. No recuerdo las partidas, pero sí que me ofrecía una fuerte resistencia. Mi familia recuerda, en cambio, lo furioso que se ponía después de cada partida, murmurando que yo había tenido suerte.
Con la esperanza de poder ayudarle a formarse en otras direcciones, un día inicié una conversación preguntándole acerca de lo que hacía en la escuela. Tan pronto como la palabra escuela fue pronunciada, se puso furioso y gritó: ‘Usted me ha engañado’, e inmediatamente se fue.»
(Capítulo 3, págs. 24-25).
 
En lo concerniente a las relaciones entre Fischer y Fine, es, ciertamente, curioso que se hayan iniciado con la psicología de por medio. Y si uno no entreviera remotamente los sagrados misterios del Saber, en un tris estaría de afirmar que el Dr. Fine bien pronto se encargó de quitarla de en medio. En efecto, ustedes tal vez pensarán que fue torpe hablarle a Fischer de la escuela cuándo éste era el gran problema a resolver, pero claro ustedes no saben que, después de cinco o seis sesiones de juego, el adolescente Bobby Fischer, espumeante por las derrotas, pero rabiando de simpatía por el Dr. Fine, debía estar preparado para la cuestión que se le planteó. Si reaccionó mal, allá él y su mente. La cosa anda peor de lo que cualquier psicoanalista hubiera podido esperar.
Y sigue:
 
«Mis contactos con Bobby fueron raros y superficiales. En una ocasión nos encontramos casualmente en un club y jugamos algunas partidas amistosas. Para sorpresa mía, las partidas fueron anotadas por alguno de los presentes y Bobby llegó, incluso, a publicar una de ellas en su libro MIS 60 PARTIDAS MEMORABLES. Anotar partidas amistosas es algo increíble en nuestra época: el último que lo hizo significativamente fue Morphy.»
(Cap. 3, p. 25).
 
Fine dice estar sorprendido por la publicación de una de sus partidas amistosas con Fischer (Blancas: FISCHER; Negras: FINE — 1 e4 e5 2 Cf3 Cc6 3 Ac4 Ac5 4 b4 Axb4 5 c3 Aa5 6 d4 exd4 7 0-0 dxc3 8 Db3 De7 9 Cxc3 Cf6 10 Cd5 Cxd5 11 exd5 Ce5 12 Cxe5 Dxe5 13 Ab2 Dg5 14 h4 Dxh4 15 Axg7 Tg8 16 Tfe1+ Rd8 17 Dg3!!, y Fine abandonó), dado que «eso no se hace». Pero si nos guiamos por el criterio de Fischer, tenemos que pensar que la partida bien merecía la pena de pasar a la historia, y si es así, ¿Por qué no habría de publicarse? A fin de cuentas, el único beneficiado es el ajedrez, y el GM Fine no debiera sentirse perjudicado por tal circunstancia. Al contrario, creo que debería sentirse halagado por el hecho de que Fischer considerase tan interesante aquella partida amistosa.
 
5. CONTRIBUCIÓN DE FINE A LA ARMONÍA AJEDRECÍSTICA
 
El Sr. Fine encarna, en mi opinión, la antítesis de la consigna de la FIDE, Gens Una Sumus.
Durante las peores épocas de la guerra fría entre EEUU y la URSS, las respectivas federaciones lucharon por mejorar las relaciones ajedrecísticas entre ambos países. Así pudieron realizarse los encuentros por radio de 1945 y luego, físicos de Moscú 1946 y Nueva York 1954, en momentos de tirantez diplomática.
El reverso de ese entusiasmo federativo, que supo saltar barreras políticas, parece, en cambio, estar personalizado en Fine, quien en cada una de sus manifestaciones relacionadas con la URSS parece rememorar la presencia de un feroz enemigo, lo que a menudo se traduce en exabruptos o «brillantes» proposiciones. Veamos una de éstas:
 
«Aunque Fischer reclamaba un match por el título mundial en los tempranos años sesenta, Botvinnik o, más bien la jerarquía soviética, rehusó concertarlo. Como indiqué en el primer capítulo, la presente reglamentación de la FIDE fue redactada a fin de que el campeón pudiese eludir a un aspirante cualificado, por razones de tipo ideológico o financiero. Tras el torneo de Candidatos (Yugoslavia, 1959), en el que Fischer había demostrado su superioridad sobre todos los demás jugadores occidentales, un match con Botvinnik hubiera sido la lógica consecuencia. Pero la Federación Americana de Ajedrez, que nunca trató amablemente a sus maestros, no tuvo el valor de presionar en ese sentido, y Bobby no podía luchar solo. En cierto modo, es mejor así, porque en 1959 o 1960 las perspectivas hubieran sido netamente favorables a Botvinnik o Tal.»
(Cap. 3, p. 41).
 
¿Qué es esto, señores? ¿Desde cuándo los títulos de ajedrez o de cualquier otro juego o deporte deben disputarse según criterios político-ideológicos? Este contra Oeste, Wall Street contra el Telón de Acero. De ser válida la sugerencia de Fine, también habrían de constituirse equipos según la filiación política de los individuos, el número de hijos o el sueldo. Y de seguirse la norma, acaso en la próxima Olimpiada de Buenos Aires, podamos ver equipos partidarios de Karpov contra partidarios de Korchnoi.
 
CONCLUSIÓN
Toda actividad profesional es susceptible de crítica. La información, mucho más. Además, callar es siempre condenable. Porque callar supone tener algo que decir y no decirlo. Y la discreción, es virtud tan occidental, encamina al hombre al confortable puerto de las inhibiciones, de donde se aleja todo riesgo.
Y así no se puede jugar al ajedrez.
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Artículo publicado en JAQUE (junio 1978).  
 
 
 
   

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2 comentarios

  1. Anonymous 00:28, septiembre 22, 2013

    Pero Fine no está de acuerdo con que el campeón evite jugar con alguien por razones financieras o políticas, él incluso está reclamando la legalidad de eso en el reglamento de la FIDE…
    Respecto al fragmento de la partida amistosa con Fischer, yo por lo menos no veo ninguna señal de enojo hacia Fischer.

  2. Aaron Marcel Llaury Puyo 18:14, septiembre 20, 2013

    Exquisito artículo, gracias maestro