EL PODEROSO INFLUJO DE MERCURIO (1)
Conversación con EDUARDO SCALA
(Publicada en ‘Jaque’ nº 513, Madrid 2000)
Antonio Gude
La semilla de Sissa es un ensayo que contiene la esencia de las reflexiones de su autor, tras muchos años de indagar acerca del ajedrez. El libro puede definirse de muchas formas, o puede no definirse. Cierto hermetismo evoca un viaje iniciático al reino del ajedrez, pero también una auténtica exigencia por profundizar, descubrir y desvelar la naturaleza del rey de los juegos. Durante su presentación, mientras leía fragmentos de su libro, imaginé que Scala era una reencarnación del poeta turco Firdawsi at-Tahihal, recitándonos los 890.000 versos de su gigantesco poema. Así, todos los asistentes le escucharíamos, y alternativamente nos dormiríamos y nos despertaríamos, mientras el autor seguiría leyendo, impasible, durante mil noches y una, con sus días, en permanente búsqueda de la verdad del ajedrez.
Gude: Sugiero que nos cuentes cómo surgió la idea de ‘La semilla de Sissa’ y cuál es tu propósito.
Scala: El texto contenido en La semilla ha ido gestándose a lo largo de cuarenta años. Es decir, las 64 páginas del librito en forma de escaque nombran mi experiencia ajedrecística: primero, como jugador –hace 32 años que me retiré de la competición–; luego, como juzgador, oficio que, desde entonces, desempeño. Estoy nominado: mi apellido tiene la misma raíz y el mismo número de letras que Scacs. Mi verdadero nombre es Eduardo Scacs. No obstante, la obra no es autobiográfica, sino un tratado esencial del juego, una especie de guía espiritual para los buscadores del mate. El año pasado publiqué parte del texto en la revista Letra Internacional, en el número monográfico dedicado al AjedreZ, que tuve la suerte de coordinar. La semilla de Sissa tiene la intención de manifestar lo obvio, ése es su gran misterio. Es decir, descubrir el significado del remoto grano de trigo, enterrado desde su legendario origen «en el reino de la Cantidad.» Siempre que se ha interpretado la leyenda del grano de trigo, sólo se ha nombrado o enumerado la espectacular multiplicación, la cifra astronómica de su resultado, pero, que sepamos, nadie ha mencionado la virtud o calidad del trigo, y es ahí, naturalmente, donde está la esencia del milenario arte. El hecho de haber expuesto en una de las galerías de arte más prestigiosas de Madrid 64 ejemplares de la edición, formando un tablero, donde celebramos el rito de la lectura y la comunión del trigo de Sissa, es otro gesto más para poner los puntos sobre las íes en el actual batiburrillo de nuestro amado AjedreZ.
G: Este asunto de centrar el tema en torno a Mercurio… ¿Cuál es la significación, la influencia de Mercurio sobre el ajedrez?
S: El tablero de 8 x 8 es el cuadrado mágico de Mercurio, Géminis y Virgo, regidos por el planeta Mercurio, y representan la inteligencia, la sabiduría, el conocimiento. El AjedreZ –alfaomega– es el juego de los filósofos, amadores de la verdad. El cuadrado mágico de Marte es de 5 x 5. ¿Cómo podemos confundir Mercurio con Marte? El 8, formado por dos círculos, representa el caduceo mercurial, la columna salomónica, la estructura helicoidal del ADN. Hay toda una copiosa literatura respecto a este número infinito. El juego real, de la última realidad, evidentemente, no es un juego de guerra. El ajedrecista no logra el jaque mate a base de martillazos (Marte). Es unn juego ascético, el combate con la materia para expresar la perfección. El ajedrecista tiene que tomar conciencia de esta certeza. Si no reconoce la base, y confunde el espacio donde se desarrolla el juego y los más elementales elementos, no entiende nada. El milenario texto sapiencial de la cultura china, Libro de los Cambios (I Ching) tiene la misma estructura y formulación que el AjedreZ: yin-yang, femenino-masculino, en 64 hexagramas que señalan el misterio de la realidad. Ahora vivimos el inicio de la era digital, de la comunicación basada en el binario 0-1, lenguaje de la inteligencia o AjedreZ: A-Z. La semilla de Sissa, que curiosamente tiene un formato de CD, actúa de antivirus: llevamos siglos infectando el magnífico programa, distorsionando el sistema operativo de nuestro juego.
G: Dices que el A-Z (la grafía de Scala para ajedrez) no es un juego de guerra. Quizá no lo sea, estrictamente hablando. Sin embargo, es una metáfora de la guerra. Incluso su nacimiento parece que está basado sobre ese fundamento, aunque luego haya trascendido el sentido de lo bélico. Por otra parte, en todos los tratados, los maestros no hablan de otra cosa que de ataque y defensa…
S: Habría que empezar por revisar la definición de «guerra». Los textos más antiguos hablan de la épica, los míticos combates entre la luz y las tinieblas, la mística guerra para conquistar el equilibrio, la paz o la unidad. El término «ataque» no solo tiene un significado militar. Por ejemplo, el chef d’attaque de una orquesta no tiene talante de guerrero, sino talento artístico. La energía exige energía. La vida es muy exigente. Mantenerse de pie, conscientemente, es un hecho prodigioso. El equilibrio de nuestro organismo, habitado por millones de células cambiantes que, siguiendo las leyes físicas, intentan tumbarnos, ¿representa una guerra? Voy a pronunciar una herejía extrema: el amor, con sus ritmos y ciclos, problemas y tensiones, ¿también es guerra? Es decir, sólo si nos quedamos en la ilusión o lo periférico, las piezas blancas y negras representan dos ejércitos. Mas si interiorizamos la visión, observamos el hecho blanquinegro. Como es natural, volvemos a nombrar la materia gris, la síntesis o mercurio.
G: En cierto modo, juego y guerra pueden llegar a connfundirse. Hay muchos antropólogos y estudiosos de las culturas primitivas que hablan de la guerra como un ritual, como danza. Marvin Harris, por ejemplo, ha hablado de cómo, en un momento dado, la danza se transforma en guerra o la guerra en danza. Recordarás aquella preciosa película de Glauber Rocha, Antonio das Mortes, con los cangaceiros y el baile como ceremonia que precede al enfrentamiento… Cambiando de tema, Borges, tan preocupado por cuestiones filosóficas, consideraba que el mayor misterio es el tiempo. Y esto me hace pensar que es curioso que en ajedrez una jugada se llame también «un tiempo».
S: Claro, ahí está todo, el tiempoespacio unificado. En La semilla he hecho algunas reflexiones sobre este tema. Sobrecoge ver el AjedreZ, a lo largo de la historia, como modelo de tantas disciplinas: astrónomos, matemáticos, lingüistas y otras áreas del conocimiento han empleado el tablero como pizarra, y las piezas-tizas para formular sus descubrimientos.
G: Lo cierto es que se produce un curioso choque semántico entre «el tiempo» como concepto global y el ajedrez que lo fragmenta: «un tiempo», que yo no creo que se haya utilizado en ninguna otra disciplina, ni en juegos, ni en ciencias. Se diría que el ajedrez «parte» el tiempo y lo adapta a sus necesidades, convirtiéndolo, por así decir, en una unidad de lucha.
S: El tema del tiempo es terrible, nada menos que la duración de las cosas sujetas a mudanza, danza, a la que tú aludías antes; cambio, transformación, y otra vez nos encontramos con el mercurial «juego de los cambios». En la música, arte temporal, también se utiliza el concepto tiempo, con el maravilloso metrónomo y el aún más maravilloso oído musical. El A-Z es un espacio de tiempo total. Es muy significativo el prólogo de Borges en El oro de los tigres. Dice en él que su padre le reveló, con la ayuda de un tablero de A-Z, que precisamente era de cedro, la incomprensible y paradójica carrera de Aquiles con la tortuga. El escritor define la función del juego real: revelar, es decir, quitar el velo. Para eso fue creado el A-Z.
G: Borges era un gran especulador. Sus títulos no pueden ser más sugestivos: Historia de la Eternidad, El tiempo circular…
S: Especular, que viene de la palabra latina speculum, espejo. Otra vez el tema del azogue y el mercurio. El ajedrecista ha de ser un maestro en el arte especulativo, propio de científicos y mercaderes, un sutil «especulador», palabra que también habría que revisar. Mantuve una sección diaria durante años en el periódico Baleares, Palma de Mallorca, titulada El espejo de Escaques. El juego de las reflexiones o A-Z, individual-dual, espejo cuadrado, mágico, que recoge y proyecta el cambiante movimiento de la luz, sol-luna.
G: Creo que has tenido muchos aciertos en ‘La semilla de Sissa’, y a mí me ha parecido que no se puede catalogar, por eso decía en mi pequeña reseña para ‘Jaque’, que de algún modo formulas visiones bajo apariencia de ideas, que con el trabajo de pulido se acaban convirtiendo en reflexiones muy bellas.
S: Reflexión en el espejo. He intentado hacer un pequeño tratado de la obviedad, es decir, ¿a qué demonios estamos jugando desde hace siglos?
G: Hay algo muy bonito: «Las figuras Negras. Y sus sombras.»
S: Así es, imagen pictórica: «Negro sobre negro» (Malevich) o «blanco sobre blanco» (Manzoni).
G: El ajedrez como vía de conocimiento…
S: Los maestros sufíes, con sus sutiles mansubat, y más tarde Alfonso X el Sabio, expusieron el conocimiento en el tablero del 8 (dos círculos gemelos): cielo-suelo. Actualmente, la mayoría de los ajedrecistas sólo hablan del Elo.
G: El papanatismo ambiental que conlleva el empacho teórico. Pero centrémonos en tu libro: «El mate es una experiencia mística, pues trasciende los contrarios.»
S: La palabra mate tiene la misma raíz que la palabra materia, mas la materia y la antimateria forman la cosa una. El mate es una experiencia extrema, el material mate es puro espíritu. Comer el Rey, comulgarlo, es un acto sagrado. La partida –lo par– llega a lo impar a través de la solución o el mate. Representa, entre otras muchas cosas, la salida del laberinto. Cuando el mate es precedido de esenciales sacrificios, se alcanza la sublime experiencia.
G: Me gustaría que comentaras otro fragmento: «Jugar, conjugar la armonía secreta, en una disciplina semejante a la de la música, es la única guerra del juego de los juegos.»
S: Acabamos de nombrarlo: músicajedrez. Cuando hablamos de la ejecución del mate, no nos referimos al ajusticiamiento del compañero de viaje o de partida, sino a la ejecución artística, musical o pictórica –tiempo/espacio– del A-Z. Hablamos de armonía, del tempo; en definitiva, del Arte de Ajedrez, como lo nombraron los antiguos tratadistas españoles.
G: Algunos excepcionales maestros lo han captado, porque, por ejemplo, Bronstein nunca dice «he jugado contra», sino «con». Algo que parece muy coherente, porque en esa dialéctica de jugada-respuesta-contrarrespuesta no hay por qué ver reflejada la tensión de la guerra, sino una tensión inteligente que da forma a la partida.
S: Evidentemente. La estructura de la apertura y la espontánea improvisación del medio juego y del final es asimilable al jazz. Un dúo de jazz, con su sutil diálogo y geniales tensiones. Si el ajedrecista recupera este aire, gozará el arte y, por añadidura, jugará mucho mejor.
G: A mí me recuerda la pugna de los payadores, en la que ambos improvisan, rivalizando en ingenio y armonía, pero nunca para agredirse, como no sea con las pullas del ingenio.
S: Así es. Las pullas del ingenio y del genio. Hemos de desterra definitivamente el ajedrópata que todos escondemos debajo de la cama, para reencontrarnos con el jugador original, del origen, nombrado en las primeras composiciones y renombrado por nuestro Rey Sabio, dar paso al ajedrenauta del próximo milenio. Magnífico el ordenador, gran maestro que tenemos en casa, imperturbable a los ladinos consejos de Lucena o Ruy López. Nos obliga a interpretar correctamente el noble instrumento o, si no estamos dispuestos a aprender el oficio, a dedicarnos al mus.
G: Cuando hablabas de Alfonso X recordé un libro, Peón de Rey, ¿lo conoces?
S: No.
G: Se trata de una novela, en la moda actual de la novela histórica, situada precisamente en la época de Alfonso X. Me irritó bastante, porque no comprendo cómo alguien puede alabar ese libro. Alfonso X se trae a un profesor de La Sorbona, un monje francés, experto en teología y filosofía, para manipularlo en una sibilina intriga judicial. Tiene en común con él su afición al ajedrez, pero sólo se habla del juego de reyes en el último capítulo. Lo cual está bien visto, porque es como un acto final que debería resumir posiciones, conclusión y balance de su acción. Pero, en general, no se ve sutileza por ninguna parte, y los tópicos acerca del ajedrez son de una banalidad exasperante.
S: Ese tipo de literatura barata, producto del mercado editorial de masas, es deleznable. Sólo las portadas intoxican ya. En este sentido, el instrumento del A-Z es más necesario que nunca ante el aluvión de ofertas basura. La inteligencia ajedrecística se basa, principalmente, en el discernimiento selección-elección-lección. El futuro ciudadano tendrá que tener la percepción y la inteligencia selectiva del jugador de A-Z, si no quiere convertirse en un muñeco del pim-pam-pum.
G: En una ocasión me presentaron a un psiquiatra, que en su tarjeta de visita se calificaba de «médico humanista». Este hombre me preguntó por el ajedrez y, puesto que se trataba de una charla de salón, contesté: «El ajedrez es una tontería,» pero él replicó: «No puede ser una tontería, porque ya los grandes médicos árabes del pasado, como Avicena o Averroes, que eran portadores de artes y sabidurías ancestrales, se interesaban por el ajedrez.»
S: Siguiendo en el tono de salón, pienso que teníais razón los dos: según la tradición, el Santo Grial –la figura del Rey es su representación– sólo puede ser conquistado por el inocente, el tonto o el sabio. Los maestros árabes tenían el A-Z para explicar las inexplicabilidades de la vida. Sus composiciones son maravillosas. En las 1001 noches, número especular de la perfecta simetría, aparece el tema recurrente del A-Z.
(continuará)
Madrid, 1992.
Eduardo Scala (izquierda) y el famoso compositor John Cage juegan al ajedrez.
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