Cuando Borislav Ivkov aún no era gran maestro, pero había sido ya el primer campeón mundial juvenil (Birmigham, 1951) fue invitado a participar en el torneo internacional de Buenos Aires (1955), que ganó brillantemente.
Después de la ceremonia de clausura, le confesó a su compañero de habitación, Gligoric, que temía por el jugoso premio (que le habían pagado en efectivo, a petición suya). Gligoric, jugador ya experto, le dijo que no se preocupase puesto que ya estaban en el hotel y no podía pasar nada.
Se acostaron entonces, y avanzada la noche, Gligoric escuchó fuertes ruidos en el cuarto. Encendió la luz y se encontró con que Ivkov estaba apilando todos los muebles de la habitación junto a la puerta, para impedir la entrada de cualquier extraño…
Profilaxis, diría Nimzovich.
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