Es poco probable que Mahoma hubiese oído hablar del ajedrez, ya que los juristas mahometanos no han podido resolver claramente la cuestión de la legalidad o ilegalidad del ajedrez, basándose en las propias palabras del profeta.
La situación legal del ajedrez dio un considerable trabajo de interpretación a los juristas, puesto que la ley musulmana es cosmológica: abarca todas las cosas, desde las religiosas o teológicas, hasta las sociales o de comportamiento individual: define todo lo que un hombre debe creer y lo que debe hacer por Dios, por su vecino y por sí mismo. El valor social de un musulmán es juzgado por su conformidad a la letra de la ley, de ahí que una prohibición expresa del ajedrez haría su práctica en el Islam imposible.
Sin embargo, sólo en el segundo siglo del Islam (es decir, en los siglos VII y VIII) se acometió una tentativa por sistematizar la Ley musulmana. La ley suní fue estudiada e interpretada por cuatro escuelas o sectas, y hoy todo musulmán es adepto a una de estas escuelas.
La ley musulmana divide todas las acciones en cinco clases: 1) acciones necesarias (fard, wajib), cuya omisión es castigada y cuya realización es recompensada; 2) acciones recomendables (mandub, mustahabb), cuya omisión no acarrea penalización de ningún tipo, pero cuya realización es recompensada; 3) acciones permitidas (jaiz, mubah) que son indiferentes a efectos legales; 4) acciones desagradables (makruh), que son reprobables, pero no castigadas; y 5) acciones prohibidas (haram), cuya realización es castigada por la Ley. Los criterios varían según las distintas escuelas, pero todas ellas están de acuerdo en que el criterio final por el que se rigen es el Corán, seguido de las evidencias de una auténtica tradición.
En el Corán no se menciona al ajedrez, pero por el principio de analogía, puede establecerse una relación indirecta con el mismo, y muchos han considerado reveladores estos versos del Sura V.92:
Oh, verdaderos fieles, el vino y los juegos de cartas y las imágenes y las flechas adivinadoras son abominable obra de Satán y, por tanto, debéis evitarlos si queréis prosperar en la fe.
Al extender la condena de los juegos de azar (maisir) y de las imágenes (ansab) existió una clara tendencia a condenar el ajedrez y su práctica. Pero hubo muchas disensiones en el seno de los juristas e intérpretes de la Ley. El hanbalita ben Taimiya (m. 1328), por ejemplo, estableció una sensible distinción en el sentido de que el ajedrez, sólo cuando se juega por dinero, es maisir (juego de azar) y, en consecuencia, condenable.
Por otra parte, el musulmán suní ve, en las piezas talladas que representan al rey, elefantes, caballos, etc., algo inaceptable, debido a la prohibición de las imágenes, aunque también aquí hay diferentes criterios, según las escuelas.
Tuvieron mucho peso tres tradiciones derivadas de la actitud de Mahoma respecto al ocio. Una de ellas enfatizaba en su odio por los juegos de azar; en otra se muestra partidario de los ejercicios marciales con lanza y arco; y en la tercera, se rescata una declaración suya según la cual un creyente debería restringir sus diversiones a montar a caballo, el arco y su esposa o esposas. Estas tradiciones constituyen la base del debate.
Malik b. Anas, fundador de la escuela malikita, es uno de los líderes más hostiles al ajedrez. Así, en el Kitab a-muwatta, el discípulo español de Malik, Yahya b. Yahya (m. 848), recuerda el odio de su maestro por el ajedrez:
He oído decir a Malik que el ajedrez no tenía nada bueno. Y lo sentenció como haram. Le escuché denunciar el juego del ajedrez y otras vanidades como haram, citando el Sura X, 33, «cuando se ha extraído la verdad, no queda sino el error.»
Malik incluso sostenía que el ajedrez era bastante peor que el nard, puesto que ejercía una fascinación mucho mayor sobre los jugadores, y la escuela hanbalita también se oponía al ajedrez.
Ash-Shafi, otro de los líderes, tenía una opinión más liberal, y consideraba que, puesto que el ajedrez era un juego a imagen de la guerra y era posible practicarlo sin mediar apuestas, sólo por pura diversión, jugarlo no suponía ningún acto ilegal, y siempre que no apartase al jugador de ninguna de sus obligaciones. Finalmente, ash-Shafi formuló cuatro condiciones precisas que concedían carácter de legalidad al ajedrez. Eran éstas: 1) la partida no debe jugarse mediando apuestas o dinero; 2) no debe interferir de ningún modo con la oración ni ninguna otra obligación religiosa; 3) el jugador debe abstenerse de proferir un lenguaje impropio o injurioso, y 4) no debe jugarse en la calle ni en ningún otro lugar público.
La primera tradición que relaciona a un califa con el ajedrez se refiere a Omar b. al-Khattab (m. 643), padre político de Mahoma. Se cuenta que en una ocasión le preguntaron cuál era la situación legal del ajedrez. Su respuesta fue: «¿Qué es el ajedrez?». Una vez se lo explicaron, contestó: «Eso no tiene nada de malo. Tiene que ver con la guerra.»
Otro familiar de Mahoma, su yerno Alí b. Abu Talib (m. 660) está relacionado con la siguiente historia, confirmada por los tradicionalistas:
Alí pasó en una ocasión delante de varios que jugaban al ajedrez, y les preguntó: «¿Qué imágenes son ésas, que estáis mirando tan fijamente?», pues le resultaban desconocidas, ya que la introducción del ajedrez desde Persia era muy reciente, y los Peones eran soldados, y los Elefantes y Caballos estaban tallados conforme a las costumbres de los persas.
Del relato se infiere que Alí sólo objetó las piezas talladas, en tanto que imágenes, y no el juego en sí o su práctica, y a esto se han acogido los musulmanes suníes, que emplean piezas convencionales, no identificables con seres reales.
El primero de los califas relacionados con el ajedrez es Abdalmalik b. Marwan (m. 705). Hay varias historias relacionadas con él y su afición por el ajedrez. En una de ellas, el notable poeta al-Akhtal (m. 710) cuenta que un día ash-Shabi le preguntó al califa si no le avergonzaba jugar al ajedrez. El califa respondió con estas preguntas: ¿Era el juego haram? ¿o maisir o ansab? Como ash-Shabi sólo podía responder a las mismas con negativas, el califa siguió jugando su partida.
Al-Mahdi (m. 785), tercer califa abásida y padre de Harun ar-Rashid, parecía estar en desacuerdo con la práctica del ajedrez, a juzgar por una carta suya a los habitantes de La Meca, que contiene el siguiente pasaje:
Los hechos acerca de vosotros han sido reportados al Comandante de los Fieles, que ha escuchado con pena, y que condena y de los cuales abomina. Desea que abandonéis esas prácticas y os apartéis de ellas, y así limpiar de las mismas al Santuario de Dios. A esas cosas pertenecen la asamblea de insensatos que se reúnen para jugar al nard, al ajedrez y a todas esas vanidades que alejan de la presencia de Dios, y que interfieren en el cumplimiento de vuestros deberes para con Él, y el debido cumplimiento de la oración en Sus mezquitas.
Sin embargo, el ajedrez debió jugarse en la corte de al-Mahdi, pues sabemos que el poeta Abu Hafs Omar b. Abdalaziz, de origen persa, fue educado allí y que recibió el sobrenombre de ash-Shatranji (el jugador de ajedrez), por su destreza en este juego. Tras la muerte de al-Mahdi, ash-Shatranji permaneció al servicio de la hija del califa, Ulayya.
Es muy conocida, por último, la afición de Harun ar-Rashid al ajedrez y al-Masudi da fe de ello, en su libro Muruj adh-dhahab:
Ar-Rashid fue el primer califa que adoptó el juego del assauljan (deporte persa de pelota, similar al polo), el uso del arco y la práctica con la lanza, con la pelota y las raquetas, y recompensó a quienes se distinguían en los distintos ejercicios, y los súbditos siguieron su ejemplo. Fue también el primero de los califas abásidas en jugar al ajedrez y al nard. Fue un protector de los buenos jugadores y les aseguraba estipendios.
Parece que el ajedrez sobrevivió a las cíclicas y ambiguas condenas o prohibiciones de los legisladores musulmanes, puesto que en los siglos siguientes se expandió y fue practicado a todo lo largo y ancho del Islam.
Anónimo 20:26, diciembre 04, 2018
Gracias a ti e podido hacer una presentacion GRACIAS