Prólogo del libro EL ATAQUE EN AJEDREZ
A. Gude, Ediciones Tutor, 2005
En el Oriente se encendió esta guerra
Cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
JORGE LUIS BORGES, Ajedrez
Este libro cierra la trilogía iniciada con Técnica de la combinación de mate (TCM) y Escuela de Táctica en ajedrez (EDT).
En las 1.300 páginas que forman esta Enciclopedia de la Táctica he procurado recoger las partidas y posiciones más espectaculares y originales, pero concediéndole prioridad a su valor didáctico, en el entendimiento de que lo que debía transmitirle al lector eran las enseñanzas de los mejores ajedrecistas y que tales enseñanzas debían tratar de reducirse, siempre que fuera posible, a modelos de juego. Aunque la creatividad y la fantasía de los grandes maestros desbordan los límites de lo imaginable, la genialidad y las concepciones asombrosas pueden, a veces, aunarse con lo sistemático, y esa amalgama de técnica y virtuosismo es lo que he pretendido extraer de la práctica magistral o alta competición.
Las combinaciones de mate en TCM y las combinaciones de ataque (o remates) de EDT trataban una temática muy amplia, pero también muy específica y, en los casos de ataques directos, se trataba de las combinaciones que regían la fase final de los mismos, la definitoria.
En el presente libro he tratado de realizar un estudio metodológico del ataque al rey o directo (una expresión que no me gusta, porque ¿qué ataque es indirecto?), estructurado en tres grandes capítulos (rey en el centro, enroque, enroques opuestos), precedidos de una introducción teórica, en la que también se tratan los importantes temas técnicos del cálculo, el análisis, y el sacrificio posicional. El estudio que se ha llevado a cabo abarca todo el proceso de ataque, desde la preparación u organización, hasta su conclusión, pasando por el desarrollo.
No me incumbe a mí realizar un balance del trabajo realizado en esta Enciclopedia. Soy consciente de que la perfección es pura quimera, pero hasta el más humilde mortal tiene derecho a aspirar a un trabajo bien hecho, cuando no ha escatimado medios ni esfuerzo personal. Estos libros estarán sometidos a continua revisión y los errores que puedan detectarse (inevitables, como todo jugador sabe, cuando se trata del complejo análisis del ajedrez) irán corrigiéndose a medida que se descubran. El trazado del ajedrez es un tejido difícil y de mil tramas, como los cuentos de las Mil y una noches, en los que una historia se entreteje en otra y esta otra en una nueva, hasta perdernos en el infinito laberinto «de las negras noches y los blancos días» que decía Borges, en uno de sus maravillosos sonetos al ajedrez.
El pragmatismo se ha impuesto en el mundo actual y eso no podía dejar de comunicarse al ajedrez, una tendencia que prevalece, aunque impregnada de dinamismo. Esta tendencia al juego dinámico e inconformista se fue forjando ya en los años cincuenta y sesenta del siglo XX, primero con Bronstein y Geller, y luego con la generación dorada de los Spassky, Tal, Larsen, Fischer y Stein. En su obra Mis geniales predecesores, Kasparov señala, según sus propias palabras, una línea sucesoria, una especie de correa de transmisión de las ideas dinámicas, encarnadas por los máximos exponentes del juego de ataque. Esa línea sucesoria resume la trayectoria ante el tablero de los campeones que renegaban del «sagrado material», en busca de metas más ambiciosas: dinamismo, iniciativa, calidad de la posición.
El camino trazado por esa línea sigue este recorrido: Anderssen-Chigorin-Alekhine-Bronstein-Tal-Stein-Kasparov-Shirov. En este momento habría que añadir otros nombres a la lista: Judit Polgár y Alexander Morozevich, al menos, y es posible que también Alexander Grischuk, el otro joven talento ruso, tres inspiradísimos jugadores de ataque, creadores de belleza y magos que sirven en bandeja de plata justificadas emociones al público del ajedrez.
La máxima aspiración del jugador debe ser la de llegar a ver (no sólo mirar) el tablero. Ver de forma tal que las conexiones entre las piezas propias y su contacto con las enemigas, y la conexión entre piezas y casillas sea una revelación: las conexiones directas e inmediatas y las invisibles, las que están bajo las capas, en ese otro campo superior de visión. No hablo de experiencias místicas ni de trances, a menos que a sumergirse en esa marea o ese fluido que envuelve a la partida de ajedrez sea lícito llamarle trance, porque algo así le sucede al jugador, cuando se sumerge en las simas del juego: ¿cómo explotar la diagonal del alfil, el peón que amenaza con internarse, de forma suicida, en las líneas enemigas, cómo conectar el caballo del puesto avanzado con la torre que, por el momento, no puede llegar a dónde quisiéramos?
El ajedrez todo lo invade. Los periódicos están llenos de referencias sociológicas, expresiones tomadas de nuestro juego y chistes políticos con motivos ajedrecísticos. En la televisión proliferan anuncios que utilizan la imagen del juego rey, convirtiéndolo en una fábrica de diabólicos mensajes publicitarios. Jamás se ha visto una colonización tan atroz de un juego que, pese a los reducidos límites de su tablero, abarca todo el universo.
Está usted leyendo este libro y es posible que un día llegue a tener la sensación de que el ajedrez está vampirizando demasiado su vida. Puede que entonces decida dejarlo. Pero no se haga ilusiones: no podrá. el ajedrez ejerce una increíble fascinación sobre el individuo, que no tiene parangón con ningún otro juego o deporte.
La misión de este libro, como la de todos los libros de ajedrez, es procurar que sea usted feliz. La felicidad es relativa, como todos sabemos, pero, ya lo dijo el Dr. Tarrasch, «como el amor, como la música, el ajedrez tiene el poder de hacer felices a los hombres.»
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