HISTORIA DEL CAMPEONATO DE LA URSS
VI CAMPEONATO. Odesa, 2-20 septiembre 1929
(extracto)
Antonio Gude
El 10 de enero de 1929, en un clima de intensa crispación política, Trotsky y otros treinta opositores al régimen son expulsados de la Unión Soviética. El profeta armado (como lo llamó Isaac Deutscher, su mejor biógrafo) quedaba así desarmado y se vería obligado a emprender un errático deambular que tendría un desenlace trágico.
1929 no es un año cualquiera. No, al menos, para la URSS, porque marca el inicio de los planes quinquenales, que respondían a una estrategia económica caracterizada por una exigente disciplina colectiva, con desmedidos objetivos industriales. Por otro lado, con la aparatosa caída de la Bolsa de Nueva York, un mes después del Campeonato, se iniciaría una era catastrófica para la economía norteamericana, con la consiguiente repercusión sobre la economía mundial. Pero esa es otra historia.
LA NUEVA GENERACIÓN
Krylenko consideraba esencial la aparición de una nueva generación de jóvenes figuras que tomase el relevo de los maestros declinantes (como Duz Jotimirsky, Grigoriev, Blumenfeld, Grekov, Maizelis o Abram Rabinovich). La idea era el cultivo masivo de talento. Como escribió Daniil Gessen en ‘Listok’*, «no necesitamos un Capablanca, sino muchos Capablancas. No queremos alumbrar un campeón, un individuo, sino una masa de jugadores de elite.» Cómo habrían de cambiar las cosas: sesenta años después, y ante la entusiasta admiración despertada por el joven Gari Kasparov, el presidente de la Federación Soviética, Nikolai Krogius, proclamaba: «¿Para qué queremos otro campeón? Ya tenemos uno.»
Los primeros signos de ese relevo generacional se estaban produciendo en Moscú. La casa de uno de los cerebros de los planes quinquenales, Stanislav Strumilin, era centro de reunión de algunas jóvenes figuras, como Nicolás Rossolimo y su amigo Nikolai Rjumin. También estaba Abram Polyak, un ingeniero que, como ajedrecista, no llegó a cumplir las expectativas despertadas. Vassili Panov era otro de los destacados. Pero en el Campeonato de Moscú de 1928 el título fue para Verlinsky. Al año siguiente, sin embargo, Panov realizó la proeza de ganar once partidas consecutivas en el Campeonato de la capital, superando a Rjumin. Una pérdida para el ajedrez moscovita fue la marcha de Rossolimo a Francia ese mismo año.
En cuanto a Leningrado, Loevenfish se encontró, a su regreso, con jóvenes talentos del calibre de Mijaíl Botvinnik, Vladimir Alatorzev, Andrei Batuev, Grigori Ravinsky, Viacheslav Ragozin, Georgi Lisitsin o Leonid Savitsky. Este último tuvo un destino trágico, porque murió de un ataque al corazón en 1935, a los 24 años. Pero el más destacado de todos, comparable a Botvinnik según los expertos, era Pavel Ostrovsky, excepcionalmente dotado también para las matemáticas y la música. Fatalmente, el 3 de julio de 1929 se ahogó mientras nadaba, cerca de la isla Krestovsky.
A ORILLAS DEL MAR NEGRO
Por primera vez, el Campeonato dejaba atrás los santuarios (Moscú y Leningrado). Además, se disputó según un nuevo formato: en la fase previa los 36 participantes se dividirían en cuatro grupos, con un programa abusivo, a base de tres partidas diarias. Luego, dos semifinales, de las que se clasificarían para la final los dos primeros de cada grupo.
Los rigores del formato tuvieron como consecuencia que varios fuertes veteranos (Selesniev, Vilner, Sorokin, Rudniev, Model y Nenarokov) fueron eliminados en apenas una semana, y otros jóvenes, que habían destacado en la fase previa, no pudiesen superar el listón de las semifinales.
Furioso por el absentimo de algunas figuras, el temperamental Krylenko lanzó, en un editorial de la revista Shajmatny Listok, un fuerte ataque contra Bogatyrchuk y Romanovsky, criticándolos por su actitud, algo que, en su concepción fanática al servicio del Estado, contrastaba radicalmente con la misión del homo sovieticus, quien, según Krylenko, no debía escatimar el menor esfuerzo personal por el país.
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MOMENTOS
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*nº 5, 1927.
(continuará)
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