literatura, marzo 28, 2011

El cazador de gamos

No es frecuente que en las referencias literarias al ajedrez se describan el tablero o las piezas, cosa que sí sucede en el siguiente fragmento, de la novela El cazador de gamos (de James Fenimore Cooper, 1841) cuya acción tiene lugar en los bosques de los indios iroqueses de Norteamérica: Cazador-de-gamos había abierto una pequeña bolsa, de la que extrajo, una tras otra, las piezas de un juego de ajedrez. Eran de marfil, mucho más grandes de lo normal, y estaban exquisitamente torneadas. Cada pieza representaba el personaje o la figura de la que tomaba el nombre. Los caballeros iban a caballo, las fortalezas se encontraban a lomos de elefantes, y hasta los peones tenían cabeza y busto humanos. Las piezas no estaban intactas, y algunas, rotas, daban fe de un maltrato pasado. Pero todo lo que quedaba había sido cuidadosamente protegido y conservado. Estas piezas serán cruciales en el desarrollo de la acción, pues, a diferencia de su verdadera función en el juego, servirán como moneda de cambio para rescatar a unos rehenes humanos de los iroqueses, quienes, tras una complicada negociación, acceden a liberarlos, a cambio de cuatro «elefantes» (dos de cada color). Es decir que las piezas no son elegidas por su valor en ajedrez (que, naturalmente, desconocen), sino por su valor ornamental y simbólico, sin duda destinadas a convertirse en ídolos. +

1 comentario

  1. Ariel Elea 11:27, marzo 28, 2011

    EL antropólogo L.H.Morgan realizó un buen estudio sobre los iroqueses (la liga de los iroqueses).