Ricardo Ramírez Aranda es profesor de Conservatorio en Madrid y concertista de guitarra clásica. Se define como un aficionado al ajedrez, pero en realidad debe ser, creo, el mayor investigador del mundo en lo que se refiere al mate de alfil y caballo. Dice que puede dar este mate en treinta segundos, a partir de la posición más desfavorable, y yo le creo.
1 Mate con alfil y caballo: el mate de los amateurs
(Ricardo Ramírez Aranda) Ante la amabilísima invitación de Antonio Gude para que exponga mis investigaciones sobre el mate de alfil y caballo, en primer lugar deseo expresarle mi más sincero agradecimiento por su generosidad y sensibilidad, en cuanto que él es un acreditado autor que abarca numerosas facetas del ajedrez, y representa para mí una gran responsabilidad participar en su blog, tras tantos años de haberle seguido a través de sus libros, artículos, crónicas…siempre plenos de lucidez, conocimiento y pasión por el ajedrez. En el mundo del ajedrez se echa de menos (al menos, yo lo echo de menos) el enfoque cultural, didáctico e histórico, y también el enfoque analítico, todos ellos tratados en muy segundo plano en comparación con la vertiente estrictamente deportiva, la crónica de éxitos y fracasos de los jugadores más o menos destacados, que siendo muy interesante, sin embargo no es más que uno de los vértices de ese polígono inmenso y enigmático que es el ajedrez. Y por eso disfruto tanto leyendo las historias ajedrecísticas que Gude nos ofrece, relacionadas con la historia y la literatura, es decir, con la vida. Hace muchos años llegó a mis manos la publicación de Antonio sobre Raymond Roussel y “su” método de la cedilla para dar mate con alfil y caballo, basada en el texto de la revista L’echiquier, noviembre de 1932, y no solo disfruté con aquella historia sino que mi intriga sobre el grado de surrealismo que podía rodear al escritor francés y al propio mate de alfil y caballo aumentó cuando leí el divertidísimo libro de Antonio Gude, Guía del perfecto tramposo, en el que deja entrever algunas sospechas de que Roussel hubiera estado “inspirado” por alguien más que su propio talento para encontrar, siendo solo un principiante, un método alternativo para el mate con alfil y caballo. A estas alturas de mi vida (nací en Madrid en 1961), no quiero entrar en discusiones bizantinas sobre si conocer este mate es o no importante; todo es tan importante como nosotros queramos que lo sea, y en consecuencia espero compartir esta aportación mía con todos aquellos a los que ya les interesa, como a mí me ha interesado, sin que haya que convencerlos; dejaré tranquilos, pues, a todos aquellos profesionales y aficionados que no solo no tienen curiosidad por conocerlo, sino que les parece hasta perjudicial dedicar tiempo a ello. Desde el punto de vista exclusivamente competitivo, que es el único que parece que mueve a una gran mayoría de jugadores, nos conviene que sigan sin conocerlo…por si un día se nos presenta el mate de alfil y caballo, jugando contra ellos y nos toca defender al rey solo… Sin embargo, recuerdo que desde un primer momento me pareció que la discusión sobre el mate de alfil y caballo era recurrente a través de los años. En todos los clubes hay gente que pregunta cómo se da ese mate, y otros que le contestan que es muy difícil, y que, como se da con muy poca frecuencia, no merece la pena saberlo; y los que dicen esto siempre coincide con que son los que no saben dar el mate; no hay casos de jugadores que lo dominen y a la vez desaconsejen estudiarlo. A este respecto traigo a colación una anécdota en parte divertida y en parte también patética, espero que ilustre la contumacia ajedrecística digna de un capítulo de la obra Historia de la estupidez humana, de Paul Tabori. Edward Marks, jugador inglés del siglo XIX, cuenta en British Chess Magazine (1884), una historia referida a su vez por Mister Potter, que al principio de su carrera ajedrecística se permitió dar la ventaja de una torre a un oponente amateur y jugó con tanta superioridad sobre él que le sacó dos piezas de ventaja: un alfil y un caballo…¡sin peones! y cuando admitió que no sabía dar ese mate, y la partida acabó en tablas, el amateur fue condescendiente y le explicó amablemente, delante de todo el mundo, cómo tenía que haberle dado el mate, porque él sí sabía darlo. A lo largo de la historia, los maestros, en una proporción muy considerable, han hecho todo lo posible para que este mate sea un secreto, y quienes más han contribuido a su investigación y divulgación han sido, mayoritariamente, los amateurs. El propio Howard Staunton, fortísimo jugador inglés a mediados del siglo XIX, admite en su manual (Londres, 1847) que el mate de alfil y caballo es de una enorme complejidad, y que no es fácil de aprender y mucho menos de dominar. Parece asombroso que pasado tanto tiempo las cosas no hayan cambiado apenas en relación con el mate de alfil y caballo; pero así es.
Después de muchos años de investigación, llegué a la conclusión de que la mayor dificultad de ese mate era que estaba insuficiente o confusamente explicado en algunos textos, y no explicado ni bien ni mal en la mayoría de ellos, que se limitan a reproducir textos anteriores o aportan jugadas válidas, pero subordinadas a posiciones concretas, fuera de las cuales persiste la duda de cómo jugar para dar el mate independientemente de la defensa elegida por el rey solo. Un día, tal vez, escribiré un libro más amplio que la monografía que ahora ofrezco; un relato donde los tramposos y los impostores sean los protagonistas de la historia, ya que unos cuantos sin duda tuvieron mucha responsabilidad en que no se avanzase en el conocimiento de este mate, bien por desmotivación a quienes lo intentaban, o por negar sistemáticamente las fuentes de donde habían sacado los fragmentarios conocimientos, que muchos publicaban como propios; el caso más prominente es el de Philidor, del que podemos asegurar categóricamente que no contribuyó absolutamente en nada original a la teoría del mate con alfil y caballo, como todavía hoy día se empeñan muchos textos en sostener erróneamente. De las páginas WEB y la X-Pedias (sustitúyase X por cualquier combinación de letras…) ni siquiera menciono nada porque contienen tantos errores e imprecisiones que no son fiables en absoluto. Délétang es otro personaje muy sospechoso de haberse apropiado de ideas anteriores sin citar las fuentes, pero tiene el mérito de entresacar las variantes de los triángulos de la desconocidísima obra anterior de Marcel Lamare (1919), Le mat par fou et cavalier. Como amateur del ajedrez, que siempre he sido, creo que es de justicia poética que reivindique, en el nombre de los amateurs del pasado, la labor impresionante que ellos hicieron con el mate de alfil y caballo, junto con algunas precisiones y aportaciones de mi propia cosecha. Seguramente se puede hacer algo más y mejor hecho; pero creo que ya no es de recibo seguir sosteniendo que sea tan difícil este mate, porque realmente pienso que está al alcance de todo aficionado que ponga interés en el asunto, siguiendo los análisis que proporciono en esta monografía. Como no obtengo beneficio material alguno, también estoy libre de hacer publicidad de mi trabajo, y tan solo lo ofrezco gratuitamente a todos los lectores del blog de Antonio Gude, para que el trabajo de aquellos infatigables investigadores del pasado no quede otra vez más arrumbado entre la niebla del tiempo. La llegada de la Base de Nalimov es una herramienta informática excelente para el estudio de este final y algunos otros; pero no se crea que es posible extraer fácilmente un método de la contemplación de variantes jugadas a la perfección. Y esto porque la propia perfección del juego que nos da el ordenador es tal que las variantes van saltando de un método a otro, para hacer siempre la mejor jugada, y como consecuencia, los humanos no entendemos cual es el criterio por el que se hace esta o aquella jugada, y ese criterio, en definitiva es eliminatorio: si en el árbol inmenso de millones de variantes analizadas hasta el final se suprimen las peores jugadas quedan finalmente las mejores; o “la mejor”, cuando es única; y eso es algo que supera nuestra mente porque se basa en el cálculo y no en el razonamiento. Por tanto, si queremos jugar “humanamente” la base de Nalimov solo nos puede resolver una posición concreta, pero el método lógico general solo puede venir explicado por los propios humanos. De hecho, el mate con alfil y caballo es de los pocos finales donde aún la lógica humana sirve para resolverlos; más allá se extiende la estepa infinita de los finales incomprensibles, muchos de ellos de hecho no podremos comprenderlos nunca. Solo daré un ejemplo (triste) de esta limitación de nuestra capacidad de cálculo: el final dama y peón contra dama, un ejemplo tremendo del cual logré encontrar en la Base de Nalimov tras meses de búsqueda. El anhelado retroceso (creí que nunca lo encontraría, por eso lo de anhelado). Blancas [ Rd5, Da8, d3 ] // Negras [ Rf1, Dd1 ] Blancas juegan y dan mate en 104 jugadas (!) Esto es lo que yo llamo un «chiste» ajedrecístico, y la “gracia” del chiste es: 1) que solo hay una ÚNICA jugada ganadora, y hay que hacerla ya mismo, porque si no ya no se puede recuperar la oportunidad, serían tablas o hasta partida perdida, jugando fatal.
2) La jugada ganadora es «de plástico», alguien de carne no hace eso porque le repugna… 1 Rd4 !!! No sirve más que lo absurdo, una metáfora de la vida entera… NUNCA, probablemente, entendamos sin ayuda de máquinas, porqué hay que retroceder en esa posición y en tantas otras de Dama y peón contra dama, y muchas más, en las que lo incomprensible es obligatorio para ganar o hacer tablas. Por eso, que algunos pocos finales, como el mate de alfil y caballo, estén al alcance de nuestra escasa comprensión y a pesar de eso los despreciemos, me parece trágico.
Deseo a todos los lectores que disfruten con este breve trabajo sobre el mate de alfil y caballo, que sintetiza muchos años de desvelos, y con mucho gusto recibiré cuantos comentarios o consultas tengan a bien dirigirme todos aquellos interesados en el asunto. Pido disculpas por las erratas que haya podido deslizar, aunque me he tomado el trabajo agotador de revisar todas las páginas una y otra vez. Gracias a Antonio Gude, de nuevo, por su gentil invitación y ojalá esta breve monografía esté a la altura que su blog merece. La descarga del archivo en pdf queda disponible, por tanto, para todos los lectores del blog. Ojalá disfruten tanto como yo ante este problema ajedrecístico y también matemático.
Ricardo Ramírez Aranda
Madrid, 24 de octubre de 2014.
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