ajedrez, marzo 14, 2022

EL MEJOR DE LOS TIEMPOS 1961-2000

REIKIAVIK: SPASSKY vs FISCHER

Prolegómenos (extracto)

Después de ganar el título, Spassky decidió ejercer de campeón del mundo. Comenzó a plantear exigencias: necesitaba un aumento de sueldo, porque quería mudarse de apartamento, por otro más amplio y mejor situado, tenía que atender a sus ex esposas y, en definitiva, quería vivir mejor. El estipendio de Spassky era de 300 rublos que, como le explicó Viktor Ivonin, vicepresidente del Comité de Deportes, era el mayor que percibía un deportista en la URSS, equiparable al sueldo de un viceministro. Y además, el Comité de Deportes no tenía presupuesto para satisfacer sus exigencias.

El problema era que Spassky sabía cómo vivían en Occidente las estrellas del deporte, de modo que siguió insistiendo. El título le había dado una mayor dosis de arrogancia y aplomo en sus relaciones con las autoridades e Ivonin acabó cediendo, garantizándole un sueldo de 500 rublos.

Resuelta esa cuestión, ahora se trataba de enfocar, del mejor modo posible, el tema de la preparación para el match con Fischer.

Kasparov: “La preparación de Spassky fue notablemente distinta a la de Taimanov y Petrosian, por no hablar de Larsen. Durante casi un año se realizó un extenso trabajo en todas las direcciones, con las partidas y la personalidad de Fischer literalmente examinadas al microscopio. Se enrolaron entrenadores experimentados, así como organizaciones médicas y científicas, y las sesiones de entrenamiento del campeón (que duraron cinco meses) se llevaron a cabo en dachas y sanatorios gubernamentales. Por ejemplo, a Spassky y sus entrenadores se les asignó la dacha del Consejo de Ministros de la URSS en Arjyz (en el norte del Cáucaso), donde en el verano les gustaba relajarse al primer ministro soviético, Kosygin y al presidente finlandés, Kekkonen. La preparación era supervisada nada menos que por Piotr Demichev, secretario del Comité Central de PCUS”.

Para empezar, estaba la cuestión de definir el equipo de analistas y demás, es decir, quienes debían trabajar en el plan de entrenamiento con el campeón. Además de Krogius y Geller, y, por supuesto, Bondarevsky, su entrenador permanente, se le ofreció a Spassky la posibilidad de que eligiese otro gran maestro, pero se decantó por el maestro internacional Ivo Nei, que era un buen tenista, y el tenis era la actividad deportiva preferida por Spassky para mantenerse en buena forma física. Fuera del tenis, Nei apenas podía aportar nada en el terreno de las aperturas, donde, prácticamente todo quedaba en manos de Geller, pues Bondarevsky hacía mucho que no seguía la evolución teórica.

Además de los numerosos informes realizados a raíz de los matches de Taimanov y Petrosian con Fischer, se diseñó un plan específico de trabajo, que contemplaba todos los aspectos de la preparación: físicos, técnicos e incluso dieta alimenticia, con programa y horarios, en el que intervinieron además, Ivonin y Viktor Baturinsky, el director del Club Central, quien venía a ser una especie de enlace entre el grupo de trabajo y el Goskomsport (o Comité de Deportes). Sin embargo, el 13 de agosto de 1971, en una reunión entre el equipo de Spassky y las autoridades deportivas, quedó claro que seguían ignorando muchos aspectos de la vida de Fischer, pues en el acta de la reunión, Baturinsky dejaba constancia de que “se había propuesto investigar las razones por las que Fischer no había tomado parte en torneos durante casi año y medio (entre 1968 y 1970), qué había estado haciendo durante ese período, así como recoger información acerca de la conducta de Fischer e investigar sus planes de futuro.”

No hay que decir que todas las instancias implicadas en la preparación de Spassky se tomaban muy en serio el match con Fischer, porque estaba en juego el honor y la reputación internacional de la URSS. Pero el férreo nacionalismo de estado reinante, que exigía de sus ciudadanos fundamentalmente una profunda sumisión, además de una identificación con su destino, no era algo que Spassky compartiese precisamente. En ese período, el campeón recibió infinidad de cartas de conciudadanos suyos recordándole su deber patriótico y exhortándole a derrotar el capitalismo, que amenazaba la supervivencia del modelo soviético. Había muchas dudas en las autoridades acerca de que Spassky tuviese la mentalización adecuada para afrontar el encuentro. Alexander Yakovlev, por ejemplo, responsable de propaganda del Comité Central, preguntó a Baturinsky: “Dígame, ¿entiende Spassky la responsabilidad moral que tiene ante el pueblo soviético en el desenlace del match?” Baturinsky respondió: “Espero que lo entienda.” No era una respuesta ingenua, sino diplomática, como admitiría décadas más tarde. “Por entonces, estaba seguro de que Spassky no asumía el papel que de él se esperaba.” No se engañaba al respecto: “Era una cuestión puramente ideológica.” Entre 1969 y 1972, Spassky, a diferencia del 99% de sus compatriotas, podía permitirse el lujo de actuar conforme a decisiones personales, de imponer en cierta medida su estatus de campeón del mundo. Y la URSS y sus estructuras deportivas dependían de su campeón. A veces, no podía resistir la tentación de hacer gala de arrogancia, de comportarse como un enfant terrible, tal vez por necesidad de afirmarse como individuo ante una sociedad que a él no le gustaba, y decía, por ejemplo, que él jugaba por Rusia (es decir, no por la URSS). O en conferencia públicas llegó a decir cosas como que “Keres y su país, Estonia, habían tenido un triste destino”, o que “los comunistas habían destruido la naturaleza.”

A propósito de la personalidad de Spassky, Averbaj lo describió así: “Spassky era un actor. Quería ser el centro de la atención. Al entierro de Keres, por ejemplo, asistieron un millar de personas, todas rigurosamente vestidas de negro, mientras que él apareció vestido con un traje rojo. Era un curioso espectáculo ver, entre una enorme masa negra, un punto rojo que destacaba. Un triste exhibicionismo.”

Y ésta era la impresión del gran maestro y psicólogo Krogius: “Es como un artista independiente de tipo bohemio. Cuando era campeón, pensaba que todo el mundo debía escuchar lo que decía y tomar en consideración sus opiniones, aunque, por hablar con franqueza, no siempre sus opiniones, ni siquiera las estrictamente ajedrecísticas eran las más tenidas en cuenta.”

En enero de 1971 se produjo un famoso episodio, cuando a raíz de la detención, en EEUU, de la comunista negra Angela Davis, Spassky se negó a firmar una carta colectiva de condena. Aunque todos sus colegas y aquellos influyentes en el ajedrez soviético trataron de convencerle de que firmase, se mantuvo en sus trece, una decisión muy peligrosa para él que podía haberle costado cara. Mijail Beilin, un ex dirigente de la Sección de Ajedrez, dijo que a Spassky le gustaba contradecir a los demás, incluso a riesgo de ofenderlos. Y para Baturinsky ese gesto era una prueba de la inmadurez de Spassky.

Cuando Dmitri Postnikov dimitió como presidente de la Federación Soviética, el primer acto de su sustituto, Yuri Averbaj fue visitar el campo de entrenamiento del campeón: “Spassky estaba sentado, con Geller y Krogius. En la mesa había cartas y un dominó… Cuando llegó la hora de comer, Spassky sacó una botella de whisky. Inmediatamente comprendí cómo eran las cosas.”

El 16 de noviembre de 1971, Baturinsky envió un informe al Comité de Deportes, expresando su inquietud por el cariz que estaba tomando el entrenamiento del campeón:

Como consecuencia de su difícil infancia y las lagunas de su educación, se permite hacer declaraciones inmaduras, así como infringir los procedimientos deportivos y no muestra el grado necesario de laboriosidad. Ciertos individuos de nuestro país y del exterior tratan de agravar estas debilidades, alimentando sus delirios de grandeza y enfatizando en su “papel exclusivo” como campeón del mundo, en todo tipo de formas, estimulando el ya enfermizo espíritu mercenario de B. Spassky.

Hay dos puntos que causan especial ansiedad:

  1. a) Dedica una gran cantidad de tiempo a mejorar sus condiciones de vida (cambio de apartamento, compra de una dacha, reparación de su automóvil), y esto puede influenciar en el futuro su entrenamiento, que exige la plena dedicación de su tiempo y energías…
  2. b) Declaraciones irreflexivas en sus apariciones públicas, sobre las que se le ha llamado varias veces la atención.

A consecuencia de este informe, el Comité de Deportes perdió el control de la preparación de Spassky.

Boris siempre había sentido antipatía por Baturinsky y no soportaba que se le hubiese confiado un papel relevante en sus planes de preparación. Sucedió entonces un episodio que, a pesar de su aparente banalidad, tuvo efectos importantes. Spassky quería ceder su coche a un amigo y para eso necesitaba un documento notarial, preferiblemente endosado por una institución. Así que le pidió a Baturinsky que respaldase tal documento con su firma, tanto a título personal como en representación del Club Central de Ajedrez. Pero Baturinsky se negó, alegando que no le correspondía o no estaba cualificado para hacerlo y el campeón lo tomó como una afrenta personal. Así que decidió puentearlo, dirigiéndose al Comité Central, que normalmente no intervenía en asuntos deportivos, aunque fuesen tan importantes como el Campeonato Mundial de ajedrez. Pero el mismísimo Piotr Demichev, Secretario del Comité Central, consideró que el tema podría desestabilizar a Spassky y su equipo, de modo que le escuchó y, a partir de ese momento Baturinsky fue excluido del programa de preparación.

Había miedo ambiental, mucha aprensión. Por más énfasis que las autoridades deportivas pusiesen en la planificación, los controles y la vigilancia, una cosa era el programa formal de preparación y otra cosa su aplicación en la realidad.

Petrosian: “Debo prevenir a Spassky de que Fischer está armado con todas las ideas nuevas del ajedrez. Tan pronto como logra la más mínima ventaja, comienza a jugar como una máquina. Ni siquiera puedes esperar que cometa un error. Fischer es un jugador absolutamente extraordinario. Su duelo con Spassky será muy duro.”

Y comenzaron los desacuerdos en el grupo. Krogius se quejaba de que Spassky ignoraba ciertas recomendaciones suyas y Geller de que no seguía sus consejos de apertura. Ivonin, por otra parte, consignó en su diario que Spassky apenas había prestado atención a los informes sobre Fischer de grandes maestros tan destacados como Tal, Smyslov y Petrosian, ni había mostrado el menor interés por cambiar impresiones personalmente con ellos acerca del norteamericano.

El 2 de febrero de 1972 Igor Bondarevsky le informó a Ivonin de que no podía seguir trabajando con Spassky, y que habían llegado a un acuerdo amistoso para dejar de hacerlo. Añadió que no había comunicación entre ellos y que, desde que se había convertido en campeón del mundo, había dejado de escuchar sus consejos. En este punto coinciden otras voces. Spassky ya no escuchaba a nadie.  Antes, solía escuchar atentamente cualquier propuesta de uno de sus analistas o colaboradores, aunque inicialmente la rechazase (sobre todo si requería cierto esfuerzo), para reconsiderarla luego y terminar aceptándola. Incluso se hablaba entre ellos de que cualquier idea constructiva pasaría por un filtro en dos fases: primero “no” y luego “sí”, al día siguiente. Ahora, una vez que Boris rechazaba una propuesta, ésta quedaba definitivamente descartada. En el caso de su relación con Bondarevsky, que había sido tan intensa y fructífera para ambos, su entrenador habría dimitido preocupado por la falta de un serio entrenamiento por parte de su pupilo, o por su incapacidad para convencerlo. Las malas lenguas piensan, en cambio, que Bondarevsky se había curado en salud con su retirada, a fin de no ser responsabilizado, en caso de lo que él vislumbraba como una previsible derrota del campeón.

La dimisión de Bondarevsky no dejaba de ser un mal presagio.

El 19 de junio de 1972, el Ministro de Deportes, Sergei Pavlov dio una recepción de despedida, en honor de Boris Spassky y su equipo. Entre los comentarios  mundanos y los preceptivos deseos de éxito, Pavlov deslizó algunas consignas amenazadoras: la firmeza era esencial (actitudes derrotistas ni siquiera eran imaginables), los miembros del equipo no debían dejarse atrapar en la mística de Fischer, es decir, en la creencia de que se trataba de un jugador dotado de una fuerza irresistible en el tablero, etc.

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