ajedrez, julio 25, 2013

EL REINADO DE KASPAROV (2)

991. EL REINADO DE KASPAROV (2)
 
 
Kasparov vs Anand – Nueva York 1995
En la primavera de 1995, Viswanathan Anand había vencido claramente a Gata Kamsky en Las Palmas, en la Final de Candidatos PCA (6,5-4,5). Cuando se enfrentó a Kasparov, con el título mundial en juego, Anand había madurado mucho como jugador.
Dotado de una gran intuición, capacidad de cálculo y excelente comprensión posicional, Anand se sentía, además, como pez en el agua en las complicaciones tácticas. Todos esos factores hacían que su estilo dinámico se pareciese mucho al de Kasparov.
La sede del encuentro sería la planta 107 del World Trade Center, una de las Torres Gemelas, de trágica memoria hoy por los atentados terroristas de 2001. El fondo de premios aportado por Intel Corporation era, en principio, de casi tres millones de dólares, pero luego se redujo a 2,5 y, finalmente, a 1,5. Las condiciones de juego eran: veinte partidas, con un control relativamente acelerado, 2 horas para las 40 primeras jugadas y una hora más para las veinte siguientes, con 30 minutos para el resto de la partida, aplazamientos excluidos.
El match se inició con ocho tablas, todo un récord. En la novena, el aspirante se anotó la victoria. Era la primera vez, en un Mundial, desde Sevilla, en que el campeón iba por detrás en el marcador. Ya en esa primera fase del encuentro quedó claro que el GM indio estaba magníficamente preparado en aperturas y que iba a crearle muchos problemas al campeón.
Sin embargo, Kasparov reaccionó inmediatamente, ganando la 10ª y 11ª partidas, asumiendo así el mando del duelo. Anand pareció tambalearse, y con su derrota en la 14ª, sus opciones quedaban muy mermadas, a dos puntos de su rival. El campeón se impuso finalmente, por 10,5-7,5 (4-1 y 13 tablas).
En la clausura se procedió, según la tradición USA, a la espectacular entrega pública de los cheques gigantes (un millón, y medio millón de dólares, respectivamente), pero la PCA anunció que no podría hacerlos efectivos en su integridad y que debía retirar un diez por ciento de cada uno de ellos: los gastos de administración se habían disparado y su tesorería se encontraba en números rojos.
 
En defensa de la humanidad
Desde tiempo atrás, Gari Kasparov se había involucrado en la lucha ajedrecística contra ordenadores y programas de juego. Se ha mencionado ya su match con Deep Thought.
Esa lucha del campeón respondía a dos objetivos: por un lado estaba, según él, su deseo de «defender a la humanidad» de las criaturas maquinales y, por otro, tenía un inequívoco sesgo económico, pues Intel, patrocinador de la PCA, era fabricante de hardware y la posibilidad de interesar a IBM en proyectos ajedrecísticos también era tentadora.
En febrero de 1996 el campeón se enfrentó, en Filadelfia, a una versión muy mejorada de Deep Thought, que ahora se llamaba Deep Blue. Aunque perdió la primera partida del match (programado a seis), acabó ganando claramente: 4-2 (+3 =2 -1).
Las cosas serían muy distintas al año siguiente, en Nueva York. Esta vez, IBM no sólo había mejorado a su temible Deep Blue, sino que además había enrolado como asesores a varios grandes maestros de ajedrez, como Joel Benjamin o Miguel Illescas. Después de la quinta partida, el match estaba empatado, pero Kasparov optó extrañamente por una jugada refutada en la Caro-Kann, que le costó la partida y el match (2,5-3,5). Su derrota fue tan frustrante para él que en la ceremonia de clausura perdió los nervios y lanzó acusaciones poco fundadas contra IBM. Se cuenta una anécdota, según la cual Charles Bronson (de origen ucraniano) le habría dicho: «Fue culpa tuya, Gari. Nunca te concederán la revancha.»
Aquel revés es posible que tuviese una influencia negativa y que, en cualquier caso, minase la confianza de Kasparov en sus luchas hombre-máquina. Lo cierto es que en 2003 volvió a jugar contra programas, sin éxito. Así, disputó dos nuevos matches en Nueva York, contra Deep Junior y Fritz 3XD, que se saldaron con empate final (3-3 y 2-2, respectivamente).
(continuará)
 
De HISTORIA DEL AJEDREZ, por A. Gude
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