INVENTARIO
Si exceptuamos una película de 1916, rodada por el ruso A. Uralskii, Ajedrez de la Vida, que tiene por todo argumento un ballet (con Vera Jolodnaia) en el que los bailarines danzan sobre un tablero ajedrezado, la primera aparición del ajedrez en el cine parece haber sido en La Atlántida (L’Atlantide, dirigida por Jacques Feyder en 1923), sobre la novela homónima de Pierre Benoit. Allí, los protagonistas disputan una partida de ajedrez, cuyo texto se conoce.
En pleno año del manifiesto surrealista (1924) hay un corto de gran calidad, Entreacto (Entr’acte, de René Clair), en el que aparecen Marcel Duchamp y Man Ray, jugando al ajedrez al borde de una azotea.
Todavía en la época del cine mudo rueda Vsevolod Pudovkin la tragicomedia de 35 minutos La Fiebre del Ajedrez (Shajmatnaia Gorjacka, 1925), donde una sencilla trama argumental nos permite ver desfilar a famosos participantes en el torneo internacional de Moscú, 1925, como Capablanca (por primera vez en su vida en un papel secundario, ¡pero qué gran actor de reparto!), Réti, Marshall, Tartakower, Nimzovich y Torre.
En 1926 se produjo una versión muda de El jugador de ajedrez, sobre la novela de H. Dupuy-Mazuel y adaptación cinematográfica del dramaturgo Marcel Achard (dirigida por Raymond Bernard), donde se narran las andanzas de Von Kempelen y su autómata por la corte de Catalina II de Rusia. Más tarde (en 1938), se rodaría otra, más conocida, dirigida por Jean Dréville, y que en nuestro país se conocería también como El fantasma de hierro, con Françoise Rosay y Conrad Veidt.
Llegamos a la magnífica obra de Ingmar Bergman, El séptimo sello (Det Sjunde Inseglet, 1957). El caballero Antonius Block (que interpreta Max von Sydow) regresa de las Cruzadas encontrándose con una Europa asolada por las plagas. Torturado por sus dudas acerca de la existencia de Dios, propone a La Muerte jugar una partida de ajedrez. Si gana, La Muerte le revelará el secreto de la existencia. Si pierde, perderá su vida. La idea se le ocurrió a Bergman al ver unos frescos de pintor desconocido, en una pequeña iglesia rural, en los que La Muerte jugaba al ajedrez.
Hans Richter rodó, también en 1957, el film experimental 8 x 8, compuesto de ocho episodios en los que utiliza asociaciones de ideas y variados efectos visuales para plasmar una extraña historia surrealista. En uno de ellos, por ejemplo, el propio Richter juega al ajedrez contra sí mismo. En otro se ve a Jean Cocteau en el papel de un peón que intenta llegar a dama, como en A través del espejo, de Lewis Carroll.
Juego de Reyes (Die Schachnovelle/Brainwashed, 1960) es la versión cinematográfica del relato de Stefan Zweig. Dirigida por Gerd Oswald y con un importante elenco actoral (Curt Jurgens, Claire Bloom, Mario Adorf), se presenta en el Festival de Venecia de ese año.
Otro El jugador de ajedrez (Schwarz und Weiss wie Tage und Nächte) fue rodada por el danés Wolfgang Petersen (ahora con un título muy comercial en las pantallas españolas, Air Force One), en 1978, con Bruno Ganz de protagonista. Una película muy personal, en la que se enfatiza en la extravagancia del ajedrecista. Pasada y, desde luego, con escasa inspiración. Algunos rasgos del guión están extraídos de la mitología ajedrecística, como la declaración atribuida a Steinitz: “A Dios puedo darle peón y salida de ventaja.”
Una película de Oscar
Llegamos a la excelente La diagonal del alfil (La Diagonale du Fou, 1984), de la que se publicó reseña en esta revista (nº 200, 15.7.1986, pp. 423-424), con motivo de su estreno. La traducción del título ha pasado ya a engrosar las filas anecdóticas de lo que podríamos llamar “historia de la traducción cinematográfica en España”, pues vale la pena recordar, sobre todo a efectos documentales, que la película se exhibió en nuestro país como La diagonal del loco, ignorando supinamente el contexto ajedrecístico de la palabra fou =loco, pero también =bufón y, por tanto, alfil de ajedrez.
Richard Dembo, director del film, además de autor del guión, realizó unas interesantes declaraciones a propósito del jugador de ajedrez (1):
“–¿Ha filmado usted al jugador de ajedrez como la imagen perfecta de una obsesión psicológica?
–No. No lo creo. Describí una situación paroxística, donde cada uno juega su vida, es decir, el título de campeón mundial. Es la finalidad de todos los ajedrecistas. El momento en que uno se juega la vida, o todo aquello en lo que se ha basado la misma. Es un momento paroxístico, pero no específicamente una obsesión. Pienso que para llegar a ese nivel, paroxístico por excelencia, no hay otra solución que la de beber, comer y dormir con el ajedrez. No es la voluntad de una monotonía, aunque puede llegar a serlo. Me contenté con filmar unas ambiciones próximas al paroxismo, tendentes a la monotonía, lo que lleva a la abstracción del mundo y a no darse cuenta de esta ausencia.
Pienso que los jugadores de ajedrez se reconocen a sí mismos como seres pervertidos en su contacto con la realidad. Es una forma de poesía perversa, que no produce nada, que no deja huella, aparte de algunas anécdotas, y les gusta.”
En esencia, el argumento refleja las ambiciones de Pavius Fromm (una especie de Fischer, lituano y disidente) por arrebatar el título mundial a Liebskind, quien, aunque inspirado, según las informaciones de la propia productora, en Botvinnik, es, en realidad, una simbiosis entre éste y Petrosian (la sordera, el termo, un cierto retraimiento). Fromm va dejando cadáveres por el camino, como su amante, y también renuncia a la ayuda de su ex analista y amigo Tac Tac (encarnado por el excelente actor polaco Daniel Olbrychski).
En la película están incorporados elementos extra-ajedrecísticos (el tema de las sillas, gurúes, parapsicología), porque no estaban lejanos los matches Fischer-Spassky y Karpov-Korchnoi. El asesoramiento técnico lo aportó el maestro internacional francés Nicolas Giffard, cuya mano se nota, porque da consistencia y verosimilitud al mundo del tablero. La película ganó númerosos premios, como el Louis Delluc, el Gran Premio de la Academia Francesa y, sobre todo, el Oscar a la mejor película extranjera de 1984.
ACTOR SECUNDARIO
En muchas películas, el ajedrez aparece como algo accesorio. Se convierte en un elemento que tiene cierta presencia, pero que protagoniza una ocasional entrada en escena. En tales casos, al noble juego de las 64 casillas no se le distingue con el papel de protagonista. Muy al contrario, se convierte en un actor secundario que, sin embargo, da color a la acción.
Stalag 17 es el nombre de un barracón de presos en la Segunda Guerra Mundial y también el título original de la película Traidor en el infierno (Billy Wilder, 1953), cuyo protagonista, William Holden, ganó por su interpretación, el Oscar al mejor actor principal. En ella, los reyes del ajedrez se utilizan como signos de comunicación, para transmitir mensajes de un traidor a los carceleros.
En Desde Rusia con amor (From Russia with Love, 1963), dirigida por Terence Young –creemos que la primera película de la serie James Bond–, interpretada por Sean Connery, la larga secuencia inicial corresponde a un supuesto match por el Campeonato Mundial, en el que se enfrentan Kronsteen (Checoslovaquia) y Adams (Canadá) –diríase que una guerra fría de segunda división–, reproduciéndose el desenlace de la famosa partida Spassky-Bronstein (Leningrado 1960, 27º Campeonato de la URSS), después de 21…Axe5.
En la pantalla se realizan las jugadas 22 Cxe5+ Rh7 23 De4+, y las negras abandonan, lo que se corresponde con la partida. Pero en el film faltan peones blancos en c5 y d4. También hay el detalle de una notita que se desliza en el vaso de agua, naturalmente destinada al jugador del Este. Esta secuencia es muy interesante y está filmada de forma atractiva. El resto de la película es la habitual trama de espías, con la valiosa presencia de la mala-malísima Lotte Lenya.
En El caso de Thomas Crown (The Thomas Crown Affair, 1968), dirigida por Norman Jewison y protagonizada por Steve McQueen y Faye Dunaway, hay una secuencia de unos ocho minutos en la que los protagonistas juegan una partida de ajedrez que tiene consecuencias eróticas. Pero eso es lo de menos. Lo más curioso es que hubo un ajedrecista británico del mismo nombre, que llegó a adquirir cierto prestigio, pese a haber fallecido prematuramente a los 18 años. En la película, Crown es un ladrón de altos vuelos, que estafa a compañías de seguros. ¿Se le habrá ocurrido al guionista, pensando en un brillante cerebro, recurrir a la imagen de un jugador de ajedrez?
Un interesante thriller es Una llamada a las doce (Return from the Ashes, 1965), de J. Lee Thompson (Los cañones de Navarone y la saga del Planeta de los simios), con excelentes actores (Maximilian Schell, Ingrid Thulinm, Samantha Eggar, Herbert Lom). La película está inspirada en la novela de Hubert Monteilhet Le Retour des Cendres (El regreso de las cenizas) y se centra en la existencia rutinaria de un ajedrecista profesional de origen polaco que vive en una ciudad francesa, hasta que se encuentra, en el club de ajedrez, con una atractiva doctora madura:
“–¿Quiere usted jugar unas partidas rápidas?
–Lo siento, pero yo no juego al ajedrez por diversión.
–Está bien, juguemos por un precio. Sin embargo, considero obligado advertirle que soy una jugadora muy fuerte.”
En una partida de cinco minutos se ven los movimientos 1 e4 c5 2 c4 e5. Circunstancias como la aparición de una hija de la doctora, hacen que se plantee una trama criminal, cuyo cerebro es, cómo no, el ajedrecista.
En El verdugo (Luis García Berlanga, 1963), Pepe Isbert y Nino Manfredi recorren, instancia en mano con sus correspondientes pólizas, los mostradores del ministerio para presentar la candidatura de Manfredi al puesto de verdugo, que deja vacante el primero por jubilación. Al llegar, al funcionario adecuado, éste (que tiene delante un libro y un tablero de bolsillo), se encuentra hablando con su colega. Diálogo:
“—Con este movimiento ganó el Campeonato Alekhine…
–Bueno, no perdamos el tiempo. ¿Trae la instancia?
–Sí, aquí está todo.
(a su compañero):
–Piensa en la jugada.
–Bah!”
A Gregory Peck lo repescaron las productoras inglesas en 1954, cuando ya había realizado la mejor parte de su carrera. La sugestima suma de 350.000 dólares por dos películas fue un cebo irrechazable. Una de ellas era El millonario (dirigida por Ronald Neame), sobre un cuento de Mark Twain. Diálogo:
“—No quisiera distraerle de su juego de ajedrez…
–Por favor… El ajedrez no es un juego: es una enfermedad.”
Gene Hackman es el detective Harry Moseby en La noche se mueve, título castellano que ejemplifica las barbaridades de traducción que perpetran las distribuidoras cinematográficas en nuestro país. El título original es Night Moves, lo que sólo puede traducirse por Jugadas de la noche (o en la noche).
La película, de Arthur Penn (1975) contiene algunas secuencias relacionadas con nuestro juego. Primero, mientras Moseby está en su coche, esperando a alguien, realiza unas jugadas en un tablerito magnético de bolsillo. En otra secuencia posterior, Moseby, de noche, también se encuentra efectuando unos movimientos en el tablerito. Una voz femenina le pregunta:
“–¿Es difícil el ajedrez?
–No es fácil.
–¿Estás jugando contra ti mismo?
–No. Estoy reproduciendo una partida de 1922. Uno de los jugadores podía dar mate en tres jugadas, pero él no lo vio. Fíjate: jaque, jaque y mate.
–Me gusta. Hazlo otra vez.
(Reproducción de jugadas sin palabras)
–Es fascinante.”
La Inmortal en Blade Runner
La extraña estética de Ridley Scott, un maestro de la imagen efectista, el lúgubre marco entre futurista y oriental, todo ello sumado a un excelente guión, han convertido a Blade Runner (1982) en una película de culto para cinéfilos de varias generaciones. Hay un curioso guiño ajedrecístico: el “replicante” que interpreta Rutger Hauer sopla al diseñador genético el remate de la partida que éste juega con el todopoderoso Tyrell. Las tres únicas jugadas que se mencionan (perfectamente expresadas en notación descriptiva en la versión original) son D6A+, CxD y A7R++. Aunque la posición no se distingue bien en ninguna de las dos ocasiones en que se ve el tablero, podría ser la conclusión de la Inmortal (Anderssen-Kieseriztky, Londres 1851), después de 21…Rd8.
La Inmortal finaliza precisamente con 22 Df6+! Cxf6 23 Ae7++.
Jaque al asesino (Knight Moves, 1992, dirigida por Carl Schenkel) sólo tiene de ajedrecístico el título (literalmente, Jugadas de caballo) y los carteles publicitarios, además de la secuencia inicial: una partida entre dos niños (notables primeros planos de piezas y tablero), de consecuencias emocionales para uno de ellos, que tendrán su influjo sobre la trama, una burda partida «mortal”, plagada de tópicos de telefilm.
Ah, pero ahora tenemos algo extraordinario: Fresh (1993), “un poema tremendo de la calle”, en palabras del escritor Juan Cruz. Un chico de trece o catorce años parece reencontrarse con su padre, a través del ajedrez, en un parque público que podría ser el Central Park de Nueva York. El padre es un jugador experto, que dice haber jugado con campeones como Keres o Evans.
Fresh, que así se llama el muchacho, vive encerrado en un mundo de pesadilla: drogas (él mismo es pieza del cambalache), prostitución (su hermana), macarras y miseria. El ajedrez es lo único que lo mantiene vivo. Y, quizá, la esperanza de recuperar a su padre y a su hermana (que también es drogadicta). Fresh va atando todos los cabos de su sabiduría de la calle, con los de su sentido de la estrategia ajedrecística para ejecutar un magistral ajuste de cuentas. En lo ajedrecístico, buenas imágenes del Blitz con las piezas volando, implacables consejos (un tanto convencionales) del padre y alguna que otra pifia, como aludir a Fischer (en una de las fotos que tiene colgadas en su caravana) de este modo: “Dicen que ése fue el mejor de todos. Yo no lo conocí.” Un jugador de 50 años tiene que haber conocido a Fischer. Tampoco puede decir que “otros dicen” que fue el mejor: él tiene que saberlo. Magnífico film, aunque no en lo que al ajedrez se refiere.
No debemos olvidar la partida de la computadora HAL con el astronauta, en 2001: Odisea del espacio (2001 A Space Odyssey, 1968), una película deslumbrante, obra de un ingeniero de la imagen, cual es el ajedrecista Stanley Kubrick. Pero HAL tiene un antecedente en su colega el robot Omega de La estrella silenciosa (Milczaca Gwiazda, 1960), coproducción polaco-germana, dirigida por Karl Maetzig.
Desde estas mismas páginas se ha comentado ya la posición que aparece en la aislada secuencia de Casablanca (Michael Curtiz, 1943), sobre la que Humphrey Bogart reflexiona, en su ruidoso Rick’s, cuando recibe la visita de Peter Lorre. Que Bogart era muy aficinado al ajedrez lo demuestran numerosos testimonios, entre ellos el de su propia viuda, Lauren Bacall, así como diversas fotografías, en las que se le ve jugando con Charles Boyer, el maestro Herman Steiner (que vivía precisamente en Hollywood) y otros.
Actores-jugadores y presencia ocasional
¿Mencionamos otros actores adictos al ajedrez? Veamos: César Romero, Lionel Barrymore, Yves Montand, Simone Signoret, Belinda Lee, James Dean, Charles Azanavour, Anthony Quinn, Nikolai Cherkasov, Walter Pidgeon, Charles Coburn, James Stewart, John Wayne, Arnold Schwarzenegger, y muchos otros que suelen fotografiarse ante un tablero, tal vez como pose.
Hay innumerables películas con referencias al ajedrez en planos o secuencias aisladas, que sería prolijo enumerar aquí, como Napoleón (de Abel Gance, 1926), Iván el Terrible (primera parte, 1944, de Sergei Eisenstein), en la que el zar proyecta la impresionante sombra chinesca de su rostro sobre el muro opuesto, Les Visiteurs du Soir (Marcel Carné, 1942), Locura de amor (Juan de Orduña, 1948), y muchas otras.
Pero nunca olvidaremos algunas como Calabuch (Luis García Berlanga, 1956), donde Pepe Isbert, el farero, juega una partida por teléfono con el cura del pueblo, o Arco de triunfo (Lewis Milestone, 1948), sobre la novela del mismo título de Erich Maria Remarque, con Ingrid Bergman, Charles Boyer, Charles Laughton y Louis Calhern. Ravic (Boyer) y su amigo, el portero del restaurante ruso, se hallan en la habitación de aquél, disponiéndose a jugar una partida de ajedrez. Llaman unos oficiales fascistas españoles, vecinos que hotel, que les invitan muy solemnemente a celebrar la victoria de Franco. Tras diversas idas y venidas de varios oficiales, el ex coronel ruso contesta: “No podemos. ¿No ve usted que estamos obligados a jugar una partida de ajedrez cuyo resultado esperan en Nueva York y en Calcuta?”
También contiene breves alusiones al ajedrez una de las últimas superproducciones de Hollywood, Independence Day (Roland Emmerich, 1996), donde el protagonista, Jeff Goldblum y su padre juegan al ajedrez al aire libre. Goldblum dice luego a su amigo, cuando cree haber descubierto el plan extrarrestre de invasión:
“—Es como en el ajedrez. Primero sitúas las piezas estratégicamente y después atacas.
–¿Y luego?
–Jaque mate.”
A esta “sutil” conclusión se llega, un par de veces más, en los momentos más dramáticos del film.
Entrevista con Richard Dembo, por D. Teyssou y F. Urías. Dossier sobre ajedrez, coordinado por este último para Diario 16, y publicado el 4.10.1987, con motivo del Campeonato del Mundo de Sevilla.
Con este título lovecraftiano, fue publicado este reportaje en la revista ‘Jaque’ nº 461, pp. 6-18.
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