El aviador Charles Lindbergh era un filonazi declarado. Una especie, por cierto, que no escaseaba en Estados Unidos, ni tampoco en Inglaterra, plagada de admiradores de Hitler, apenas un minuto antes de estallar la Segunda Guerra Mundial.
Todo su mérito (que no fue poco) consistió en atravesar el Atlántico en un vuelo sin escalas. Es decir, en ser el primero en sobrevolar el charco, desde la Costa Este de Norteamérica hasta París. Nada menos que 5.860 kilómetros, recorridos en su aeroplano Spirit of Saint Louis, en poco más de 33 horas. La hazaña tuvo lugar entre el 20 y el 21 de mayo de 1927. Pero cinco años después su gran éxito y su fortuna se vieron empañados por un feo drama: su hijo, un bebé de unos meses, fue secuestrado. La fama de Lindbergh hizo que el suceso fuese ampliamente divulgado por la prensa estadounidense. El padre ofreció una recompensa de 100.000 dólares (cifra astronómica para la época) al secuestrador. Pero ¿quién era éste? Nadie se había identificado como tal. Entró entonces en escena Norman Whitaker, ajedrecista y delincuente notorio (no es que una cosa conlleve la otra), embolsándose dicha recompensa. La tragedia fue que el niño no apareció, o que, mejor dicho, apareció muerto pocos días después. Whitaker no era ni el secuestrador ni el asesino, sólo un pícaro que había aprovechado la ocasión con ambas manos. Pero para su desgracia, la policía dio con él y sus huesos acabaron en la prisión de Alcatraz. Los dólares de la recompensa, sin embargo, tampoco aparecieron. Tal vez fuese entonces cuando Whitaker ideó el gambito de su nombre, en la Defensa Francesa (1 e4 e6 2 d4 d5 3 Ae3). Ya sabemos que gambito es una entrega de material y Whitaker bien podía sentirse generoso, dado lo provechoso del botín que, sin embargo, no hizo de él un hombre de provecho.
Había nacido en Filadelfia, en 1890. Era abogado y tenía a su cargo una oficina de patentes.
Murió de viejo, en un lugar de Alabama, en 1975.
+
¿Quieres comentar algo?