ajedrez, julio 2, 2013

EL RUBRO DE KUBRICK (1)

EL AJEDREZ EN EL CINE DE STANLEY KUBRICK
 
Antonio Gude
 
 
Hay algo en la personalidad humana
que se resiste a las cosas claras e,
inversamente, algo que hace que nos
sintamos atraídos por los rompecabezas,
los enigmas y las alegorías.
Stanley Kubrick (1)
 
 
En numerosas ocasiones se ha mencionado la adicción al ajedrez del cineasta Stanley Kubrick (Nueva York, 26.7.1928 – Harpenden /Inglaterra/, 7.3.1999). En este trabajo trataremos de focalizar ese interés y de radiografiar la influencia que el rey de los juegos haya podido ejercer  sobre su filmografía, una obra que (con sólo cuatro cortometrajes y trece películas) tiene un peso significativo en la historia del cine, caracterizada por su versatilidad temática y el barroquismo, así como por figuras dramáticas recurrentes como la violencia, el azar y el fracaso.
 
La incertidumbre y sus certezas
Es sabido que su padre le inculcó dos aficiones: el ajedrez y la fotografía, a las que se mantendría fiel durante toda su vida. Sus primeros escarceos con la imagen le llevan a colaborar, con 17 años, como fotógrafo ocasional en la revista ‘Look’. La actividad no es muy lucrativa, pero no tarda en conseguir algo importante. En 1945, una foto suya aparece en una famosa portada, porque capta uno de esos momentos que el escritor James Joyce llamaba epifanías, un suceso con un aura especial: un vendedor de periódicos que, al leer la noticia, concentra en su persona todo el dolor de los norteamericanos por la muerte de su presidente, Franklin Delano Roosevelt.
Su paso por la escuela es mediocre y no puede acudir a la universidad, de modo que se forma en plan autodidacta. Le gustan el ajedrez y el jazz, pero su cultura es deficiente. Así que pide a sus amigos intelectuales que le recomienden aquellos autores y obras que debe leer para completar su formación. Poco a poco lo va consiguiendo, convirtiéndose de paso en un melómano, interesado en todo tipo de música que, por cierto, acabará ocupando un lugar importante en su obra.
Lo que, desde muy joven, se aprecia perfectamente en Kubrick son dos factores fundamentales para tener éxito en la lucha por la vida: ambición y carácter, junto con unas ansias de perfeccionismo y autosuperación que hubiesen llevado a la tumba a quienes no tuviesen su capacidad ni su espíritu de lucha.
Pero lo que a nosotros nos interesa, por supuesto, es su relación con el ajedrez y, como hemos dicho, el posible influjo de éste en su cine.
 
El Kubrick ajedrecista
 
Te sientas frente a un tablero y, de repente,
tu corazón brinca. Tu mano tiembla al coger
una pieza y moverla. Pero lo que el ajedrez
te enseña es a contener tu emoción inicial
y pensar si realmente es una buena idea o
si hay otras mejores.
STANLEY KUBRICK (2)
 
Se dice, una y mil veces, que Kubrick se forjó como jugador de ajedrez en las partidas rápidas, al aire libre, de Washington Square y el Central Park, y que luego, en sus horas bajas, siempre sabía ganarse, en los tugurios de Greenwich Village (o incluso en los clubes Marshall y Manhattan), unos dólares para comer o superar el día. Eso sugiere una gran confianza en sí mismo, por muy bien que supiese elegir a sus ocasionales clientes. No está claro, sin embargo, cuál era su fuerza real, porque no hemos podido encontrar ninguna partida suya, y sólo contadas referencias de expertos acerca de su juego, que más adelante mencionaremos.
Sí hay, en cambio, referencias de gente del cine acerca del mismo. Como George C. Scott, con quien disputó numerosas partidas durante los descansos del rodaje de ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú (3). Esas partidas incluso le sirvieron a Kubrick para reconducir y controlar a Scott, un magnífico actor pero que entonces bebía en exceso y era conocido por su indisciplina profesional. Respecto a las luchas en el tablero entre ambos, Scott dijo, por ejemplo: «He jugado un montón de partidas con ese hijo de puta, y no conseguí ganarle ni una sola. Ni siquiera arrancarle unas tablas.» Por su parte, Kubrick declaró que jugar con Scott supuso conseguir cierto ascendiente sobre él, porque nadie es indiferente a quien te gana al ajedrez. Una suerte de superioridad intelectual que Kubrick sabía utilizar no sólo, creo, para satisfacer su ego, sino por razones puramente pragmáticas.
También Shelley Duval (protagonista, con Jack Nicholson, de El resplandor) (4) comentó que Kubrick a menudo jugaba con ella, dándole piezas de ventaja y que siempre le ganaba. Y no sólo eso, sino que se mofaba de la actriz, lo que a ésta le parecía muy humillante. El propio Kubrick cuenta que disputó, además, muchas partidas con Tony Burton, otro de los actores del filme, avanzado el rodaje del mismo. Posteriormente, encontró un oponente ocasional en Arliss Howard, uno de los intérpretes de La chaqueta metálica (5).
Un tema intrigante es el de Lolita (6), la película basada en la (entonces escandalosa) novela de Vladimir Nabokov, otro adicto al juego rey. Lo curioso es que, siendo ambos muy aficionados al ajedrez, no existan referencias a partidas entre ellos, pues Nabokov fue también el guionista de la película y tuvo que compartir, por fuerza, numerosas situaciones con Kubrick. Si es que llegaron a producirse, no hay rastro de esas luchas en el tablero.
Los años activos (si es que puede llamárseles así) de Kubrick como jugador de ajedrez fueron durante la década de los cincuenta, cuando conoció a jugadores como Arthur Feldman, Amos Kaminski, Jeremy Bernstein y Allen Kaufman, y participó en unos cuantos abiertos de Nueva York, pero sin ir más allá en la faceta competitiva. En años posteriores, sólo jugaba de forma ocasional. Con Kaufman (director ejecutivo de la Federación de Ajedrez de EEUU) se veía a menudo, porque compartían, además, su afición al jazz. Kaufman habla indirectamente del ajedrez de Kubrick, al referirse a un jugador de rápidas de Washington Square, que tenía intimidados a la mayor parte de los asiduos y se hacía llamar a sí mismo el maestro. En realidad, era un jugador vulgar, que tenía un repertorio de trucos y dominaba, a determinado nivel, la técnica de las partidas rápidas. Parece que Kubrick pronto le tomó la medida y lo convirtió en víctima propiciatoria. Pero eso no nos dice mucho acerca de su propio juego.
(continuará)
 
(1) Inside a Film Artist’s Maze. Thomas Allen Nelson, p. 10.
(2) Id. p. 17.
(3) Dr. Strangelove or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb (1963).
(4) The Shining (1980).
(5) Full Metal Jacket (1987). Otra traducción disparatada. Sí, ‘jacket’ significa chaqueta, pero también camisa y cápsula. Un título más apropiado sería ‘La cápsula metálica’. Se trata de balas, no de sastrería.
(6) 1962.         
 
 




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