EL AJEDREZ EN EL CINE DE STANLEY KUBRICK
Salto y asalto al cine
Con sus propios recursos, con ayuda económica de familiares y amigos, rueda sus primeros cortometrajes que, mal que bien, consigue vender a las productoras cinematográficas y hacerse notar. Luego emprende, por fin, la aventura imposible: el asalto al cine con mayúsculas, el más poderoso, opresivo e inaccesible de los gremios artísticos.
Dando por supuesto que tenga ya una o más ideas para la pantalla, la primera y más difícil tarea de todo director novel es conseguir productor. No describiremos aquí esa búsqueda, en el caso de Kubrick. Baste con decir que, poco a poco, va encontrando los apoyos que necesita.
Afronta los temas más variados y, como los grandes creadores, desde el comienzo lucha por controlar la forma final de su obra. Algo que nadie ha conseguido. Ni siquiera directores como Orson Welles que, en una batalla perdida de antemano, ven cómo sus películas son mutiladas una y otra vez por las ubicuas manos de los estudios.
Talento, ambición, creatividad, ojo de lince para los guiones interesantes y para rodearse de buenos colaboradores, además, naturalmente, de sólidos conocimientos de foto/cinematografía y un refinado instinto para el montaje. Sabía lo que quería y sabía hacerse respetar. Es decir, lo más parecido a un genio. Su parte oscura era la del ególatra, la falta de escrúpulos para imponer un considerable cinismo. Tal vez comprendió muy pronto que, en la industria cinematográfica, los escrúpulos morales más que un estorbo eran un lujo que no podía permitirse.
Jim Thompson, consagrado escritor de serie negra, fue el autor del guión de Atraco perfecto (7). En los créditos, sin embargo, figura Kubrick como autor del guión original, mientras que a Thompson sólo se le acreditan «diálogos adicionales». Para Senderos de gloria (8) fueron contratados dos excelentes guionistas: el citado Jim Thompson y Calder Willingham. Se escribieron diversas versiones del guión. En la definitiva (que Willingham afirma ser obra suya «en un 99%») Kubrick sólo era el autor de algunas frases (exactamente dos, según Willingham). Sin embargo, cuando los créditos aparecen en la pantalla, ya se imaginan quién ocupa el primer lugar.
Su afán de protagonismo no tenía límites. En el caso de Espartaco (9), también producida por Kirk Douglas, aún coleaban los efectos de la famosa lista negra de McCarthy. La década de los cincuenta no había finalizado y nadie se atrevía a incluir algunos nombres en sus películas. Dalton Trumbo (guionista brillante y riguroso) era uno de los apestados y a él se le había encomendado la tarea de escribir el guión sobre la mastodóntica novela de Howard Fast. Así que Douglas se preguntaba, y lo preguntó a sus colaboradores, qué debía hacer para solventar el problema que planteaba mencionarlo en los títulos de crédito. Kubrick, sin inmutarse, dijo: «Ponme a mí.» «¿No te importa, Stanley, que se ignore el mérito del trabajo de Dalton?» Por toda respuesta, Kubrick se encogió de hombros. (10)
Presencia explícita del ajedrez
En Atraco perfecto hay un claro homenaje al ajedrez, en una secuencia (11) que se inicia con el plano de una puerta de cristal, en cuya inscripción se lee:
ACADEMY
of
CHESS
and
CHECKERS (12)
Johnny (Sterling Hayden) abre esa puerta, en busca del corpulento Maurice (Kola Kwarian, un luchador profesional que Kubrick conocía de los ambientes de ajedrez), para contratarlo como provocador en el hipódromo.
Diálogo (la posición no es identificable):
Maurice (al jugador con blancas): Has dejado escapar tu ocasión, patzer. Tenías que haber jugado C5C, PxC, TxT, D4T+…
Jugador con negras: No sabes lo que estás diciendo.
Maurice: Cállate y juega, patzer.
Jugador con blancas: Tiene razón. Podía haberte ganado la torre.
Jugador con negras: Déjate de charlas o llamaré a Fischer. No puedo pensar con este escándalo.
Johnny: ¿Buena partida, Maurice?
Maurice sin duda es de origen centroeuropeo porque mientras «ejerce» de mirón, llama al jugador ‘patzer’, término yiddish muy empleado en Europa y EEUU, que equivale al nuestro de «petardo» o «pichón».
Hay que suponer que el jugador con negras alude nada menos que a Bobby Fischer, lo que resulta curioso por su temprana notoriedad, pues estamos en 1956, y Fischer apenas tiene trece años. Claro que quizá hubiese ganado ya su extraordinaria partida a Donald Byrne en el torneo Rosenwald.
La «Academia de Ajedrez y Damas» existía, en la Calle 42 de Nueva York, aunque era popularmente conocida como ‘The Flea House’ (La casa de las pulgas). Kaufman y sus amigos (Kubrick incluido) solían frecuentarla.
En Lolita (13) el protagonista, Humbert Humbert (James Mason) juega (o, más bien, enseña a jugar) a Charlotte (Shelley Winters), y aunque está más atento a las aproximaciones de Lolita que a la evolución del juego, ve cómo su oponente lleva la dama blanca a h5 y la captura con su caballo de f6:
Humbert: No ha sido una jugada muy inteligente.
Charlotte: ¡Oh!
Humbert: Alguna vez tenía que suceder…
(continuará)
(7) The Killing (1956).
(8) Paths of Glory (1957).
(9) Spartacus (1960).
(10) Kirk Douglas, ‘El hijo del trapero’.
(11) 28 m. 15 s. – 28 m. 50 s. de la película.
(12) Academia de ajedrez y damas.
(13) (1962). 18 m. 40 s. – 19 m. 24 s. de la película.
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