EL AJEDREZ EN EL CINE DE STANLEY KUBRICK
Creo que si esa influencia ha dejado huella en Kubrick, donde más presente puede estar es en Atraco perfecto. La planificación de esta maravillosa película es tan brillante como la del golpe que en ella tiene lugar. En efecto, todos y cada uno de los personajes conocen su función y sólo la suya. La forma en que esas funciones individuales encajan en el plan general sólo la conoce el jugador, o dueño del juego, lo mismo que es él el único que conoce el objetivo final de la partida, y el único capaz de modificar la planificación para adaptarla a las incidencias imprevistas. Piezas, funciones, jugadas, planes: eso es ajedrez.
También puede apreciarse en la minuciosidad de sus encuadres, quizá tan influidos por el ajedrez como por sus conocimientos técnicos de fotografía. No en vano muchos se han referido a Kubrick como un auténtico ingeniero de la imagen cinematográfica, no sólo por su competencia en el tema, sino por su perfeccionismo técnico.
¿Qué dice al respecto el propio Kubrick?
El ajedrez te entrena para pensar antes de capturar una pieza, así como para detectar objetivamente cuando estás en peligro. Cuando estás rodando una película tienes que tomar gran parte de las decisiones sobre la marcha, y siempre hay una tendencia a rodar precipitadamente. Tomar decisiones en apenas treinta segundos, entre el ruido, la confusión y la tensión del ambiente que se vive en el set de rodaje requiere más disciplina de la que te imaginas, pero una reflexión de pocos segundos puede, a menudo, impedir un grave error sobre algo que a primera vista darías por bueno. En lo referente al cine, el ajedrez es más útil impidiéndote cometer errores que aportándote ideas. Las ideas vienen espontáneamente y la disciplina que se requiere para evaluarlas y ponerlas en práctica suele ser el verdadero trabajo. (22)
Otra cuestión, acertadamente señalada por uno de sus biógrafos, es la relación que puede existir en el empleo del tiempo: «El ajedrez agudiza en la persona la conciencia del factor tiempo (…) Hay una clara analogía entre el marco riguroso (control del tiempo competitivo -AG) y el presupuesto y plan de rodaje de una película, que están relacionados con el tiempo que tardará en rodarse.» (23) Kubrick parece estar de acuerdo con este supuesto:
Cuando se hace una película existe el problema de asignar los recursos de tiempo y dinero, teniendo uno que hacer constantemente una especie de análisis artístico del costo/efectividad de todas las secuencias de la película frente al presupuesto y tiempo previstos. Esto no deja de parecerse del todo a ciertos aspectos del trabajo mental que se realiza durante una partida de ajedrez. (24)
Incidiendo en la idea de extrapolar el concepto tiempo (o inversión del tiempo) del ajedrez al cine, Alexander Walker llegó a la conclusión de que «los argumentos de Atraco perfecto y ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú están estructurados sobre la idea de la carrera a contrarreloj, y sobre las consecuencias de los movimientos (jugadas) realizados por personajes u objetos virtualmente independientes de los personajes. Pero, haya o no este tipo de evidencia interna en una película de Kubrick, la impresión global que la película produce sugiere que fue plasmada por un tipo especial de mentalidad, intuitivamente consciente de la elección, las consecuencias y el pulso del juego, teniendo el ajedrez su parte en esta disciplina condicionante.» (25)
Por otro lado, no está de más recordar que seis de sus siete primeras películas fueron rodadas en blanco y negro, lo que puede reforzar en los predispuestos la tesis de la influencia del ajedrez, sobre todo porque, salvo en Senderos de gloria y Atraco perfecto (para cuya temática el blanco y negro parece perfectamente apropiado), la exclusión del color causó cierta extrañeza en una época en la que el blanco y negro no era precisamente habitual.
Napoleón: el proyecto inacabado
Desde 1968, Kubrick se había sentido muy atraído por llevar al cine la vida de Napoleón, lo que le llevó a llenar centenares de páginas, con notas, ideas y bocetos para un posible proyecto.
Recientemente se publicó un breve artículo acerca de dicho tema (26). En dicho artículo se mencionan las conversaciones de Kubrick con Felix Markham, un experto en Bonaparte. Hay un fragmento de la conversación en la que Kubrick dice:
K.: «Sospecho que (Napoleón) no hubiera sido un buen jugador de ajedrez, incluso aunque jugara asiduamente, porque una de las claves es reconocer que hay momentos en los que no hay ni movimientos de ataque ni de defensa. Ese ‘intermezzo’ lo llaman los alemanes ‘Zwischenzug’. Son las jugadas que a menudo marcan la diferencia de las grandes partidas, porque realmente no tienes nada qué hacer. Es una posición complicada.»
M.: «Esperas a que el otro cometa un error…»
K.: «Tienes que hacer una jugada que lo parezca, pero en realidad no haces nada. Esa era su debilidad.»
Esto no es comprensible para un ajedrecista. Está claro que hay posiciones en las que es mejor no emprender nada activo. Ya lo decía el excampeón mundial y teorizador de la inactividad aparente, Tigran Petrosian: «Hay ocasiones en las que lo mejor es no hacer nada.» Pero esas posiciones o jugadas de espera no tienen nada que ver con la jugada intermedia a que se refiere Kubrick, pues no hay duda de que intermezzo (como la llaman los anglosajones) o Zwischenzug (como la llaman los alemanes) la identifica perfectamente. Se diría, por tanto, que confunde la jugada de espera con la jugada intermedia, normalmente una jugada ésta de alto voltaje en una secuencia táctica, que modifica bruscamente el resultado de una operación y que, en modo alguno, puede considerarse una jugada neutra. ¿Cómo es posible, entonces, que un jugador, incluso de nivel medio, confunda de tal modo el término? Esto permite abrigar dudas acerca de los conocimientos técnicos de ajedrez de Kubrick.
¿Fin?
Kubrick, inventor de formas, ingeniero de imágenes,
coreógrafo del espacio y de nuestros terrores
desenterrados y desnudos, ha conseguido desviar
el eje épico del cine y volver, por medio del terror
y el esplendor, a un barroco nunca igualado en la
representación de nuestros errores y ambiciones.
Claude-Michel Cluny (27)
Era un apasionado de su trabajo y, desde que, en 1962, se estableció, definitivamente, en Hertfordshire, al sureste de Inglaterra, convirtió su casa en un estudio y laboratorio de cine. Se pasaba días y noches en su taller de creación de imágenes, durmiendo horas contadas, absorbido por completo en su actividad. Cuando su mujer o sus amigos le recomendaban descanso, replicaba: «Me pedís que descanse de trabajar… Es como pedirle a un niño que descanse de jugar.»
Tras doce años de silencio (los transcurridos desde 1987, en que estrenó La chaqueta metálica, y durante los cuales algunos críticos lo acusan de haberse refugiado en la misantropía), produce la sofisticada Eyes Wide Shut . Basada en ‘Traumnovelle’ (Relato de un sueño) del vienés Arthur Schnitzler, la película vuelve a tocar el tema del sexo, si bien esta vez en forma de sofisticados juegos eróticos en círculos de la alta sociedad, junto con incidentes que afectan a la conciencia moral de un joven médico. Por cierto que la banda sonara contiene fragmentos musicales de Shostakovich, otro adicto al ajedrez.
Apenas unos días después de finalizado el montaje de Eyes Wide Shut, Kubrick desaparece del mundo de los vivos. Pero sólo en el plano físico. No de la memoria de quienes lo admiramos porque, como dijo Borges, un hombre no muere del todo hasta que no muere el último hombre que lo conoció.
Nos quedan sus maravillosas películas: la legión de maniquíes desnudos (en El beso del asesino) que llenan una nave industiral, despojada por el director de toda otra presencia para producir un efecto fantasmagórico. La precisión y minuciosidad táctica de Atraco perfecto, con una secuencia final mítica en la historia del cine. El feroz e insuperable alegato antibelicista y antimilitarista de Senderos de gloria. La epopéyica rebelión de los esclavos en la Roma de César y Craso (Espartaco). El audaz abordaje al tabú del sexo prohibido, en Lolita. La alucinante parábola de ficción política, o paranoia atómica, en ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú. La ambiciosa cosmovisión de la ópera futurista: 2001: una odisea del espacio. La recreación barroca de una tribu de urbanistas psicópatas en La naranja mecánica. La proyección demencial del aislamiento en El resplandor o la transcripción de una estructura mental ultramachista, con el lenguaje disparatado y soez del instructor militar, en la primera parte de La chaqueta metálica,
Y nos queda también la incógnita de saber cómo jugaba realmente al ajedrez. Pero eso, naturalmente, es de lo menos.
(22) Entrevista con Michel Ciment (1980).
(23) Stanley Kubrick dirige, Alexander Walker, 1975, p. 15.
(24) Id. id.
(25) id. id., p. 17.
(26) El País Semanal, 8.11.2009, p. 74.
(27) Diccionario del cine, J. L. Passek, M. Ciment y otros, 1991, p. 450.
Artículo publicado en la revista JAQUE y conferencia pronunciada en la UNAM, noviembre 2012.
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rechesqui 13:32, julio 11, 2013
Llevo años leyéndote y admirándote.Este es uno,para mi, de tus grandes trabajos.Gracias,Antonio