ajedrez, diciembre 16, 2014

EL TERCER MOSQUETERO

EL TERCER MOSQUETERO

Al gran maestro Miguel Najdorf le gustaba vanagloriarse de su conocimiento de la naturaleza humana y de su astucia para explotarla.
En el Interzonal de Saltsjöbaden de 1948, Najdorf debía enfrentarse en la novena ronda, al maestro internacional sueco Gösta Stoltz, conocido por sus compatriotas como uno de los tres mosqueteros que tantos éxitos habían deparado a su país en las olimpiadas de los años treinta (los otros dos eran Gedeon Stahlberg y Erik Lundin). Stoltz era un virtuoso del juego táctico, con una importante producción de combinaciones memorables. Sus mejores tiempos ya quedaban atrás y las expectativas que había despertado no llegaron a cumplirse, debido, en gran parte, a su excesiva dependencia del alcohol.
Hacia el mediodía Najdorf encontró a Stoltz en la cafetería del hotel, solo y ensimismado. Don Miguel, que conocía su debilidad, le invitó a una copa. Y Stoltz se tomó una ginebra… ¡tras otra! El GM argentino se fue a comer y, al iniciarse la partida, daba por supuesto que su rival era una víctima propiciatoria. Sin embargo, tras un juego muy reñido, Stoltz propuso tablas en la jugada 42, a las que Najdorf se aferró como a un clavo ardiendo. Al sellar el acuerdo con el protocolario apretón de manos, Stoltz puso un irónico y elegante broche a la situación: «Le he propuesto tablas, aunque estoy mejor, porque si usted no me hubiera invitado , hoy no habría podido jugar.»
Me lo contó Román Torán, y a él, según dijo, se lo había contado el propio Najdorf.
La partida, sin embargo, no responde a historia tan pintoresca, pues en la posición final Stoltz no parece tener ventaja alguna.
No se pronunció mayor halagdo para Stoltz que el que le dedicó Alekhine, a raíz de la victoria de aquél en el torneo de Múnich 1941: «Stoltz posee un instinto muy refinado para materializar ideas inverosímiles.»
De LA FIESTA DEL AJEDREZ
A. Gude
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