En 1936 inició su colaboración con EL AJEDREZ ESPAÑOL, revista que entonces dirigía el maestro José Sanz. El siguiente artículo fue publicado en el número 19-20 (marzo-abril de ese año):
ENSAYOS DE HISTORIA PINTORESCA DEL AJEDREZ
En las fuentes del juego (1)
Evgeni Znosko-Borovsky
La bella Dilarán sintió un escalofrío cuando su amante, habiéndolo perdido ya todo, la propuso a ella como apuesta en la partida decisiva contra su afortunado adversario. Él consentía, pues, dejarla y abandonarla por su loca pasión por el juego. Estaba pendiente del tablero, siguiendo con gran emoción las peripecias de la partida que debía decidir su suerte y palidecía a medida que peor se ponía la posición de aquel la traicionaba, pero a quien ella no dejaba de amar. De repente, cuando la situación parecía desesperada y no faltaba más que rendirse, una idea feliz cruzó por su cerebro y exclamó:
–¡¡Sacrificando las dos torres, tú ganarás la partida!!
Así Dilarán salvó su amor y su felicidad y así nació el problema de ajedrez que lleva su nombre (el autor no lo incluye –véase el diagrama).
Mate de Dilarán
Juegan blancas. Mate en cinco.
Como puede verse, el rey blanco está amenazado de cuatro mates (…Ta8++, …Ta2++, T8b4++ y T2b4++). Pero como es el turno de las blancas, dan mate así: 1 Th8+! Rxh8 2 Af5+ (esta pieza juega, en realidad, como la alferza medieval, es decir, un salto en diagonal de dos casillas) 2 … Rg8 3 Th8+ Rxh8 4 g7+ Rg8 5 Ch6++.
Este cuento árabe recordará a alguien otro cuento más conocido, el de Nala y Damayanti. Sin embargo, Nala fue más fiel a su mujer y rehusó jugar tan pronto como su hermano Pushkara, que le había ganado ya todo, hasta el reino, le propuso jugarse a Damayanti.
Nala jugaba a los dados, pero es al ajedrez a lo que jugaba el amigo de Dilarán. La leyenda atestigua una vez más que se jugaba en la antigüedad al juego de los reyes con la misma pasión que a los juegos de azar. Las apuestas eran enormes. Y se perdían fortunas enteras y aun reinos. Y es que precisamente el ajedrez primitivo era un juego de azar y se jugaba con dados, cuyo uso duró largo tiempo y se encuentra todavía en el ajedrez europeo. Puede reconocerse su último eco en la proposición reciente de un aficionado francés, que intentó instruir a los debutantes con la ayuda de los dados. Esto es mucho más fácil y hasta los niños aprenden el juego rápidamente, puesto que los dados indican la pieza con la cual hay que jugar, de forma que no hay necesidad de reflexionar y las largas combinaciones quedan completamente excluidas. El aficionado francés no ha hecho más que repetir el antiguo argumento: antiguamente muchos jugadores preferían el ajedrez con dados, precisamente porque de otra forma el ajedrez era demasiado difícil, las partidas duraban mucho tiempo y fatigaban a los jugadores.
Al confundirse el ajedrez con los otros juegos de azar no era siempre fácil saber distinguir de qué juego se trataba en uno u otro caso. Ejemplo: el dramático juego entre los hermanos Balarama y Rukmin.
Balarama propuso jugar apostando 100.000 millones (!!), Rukmin no respondió nada, siguió jugando y perdió. Balarama le reclama el pago de la postura y Rukmin se negó a ello, alegando que él no la había aceptado, y por consiguiente nada tenía que darle. Entonces una voz del cielo resonó: «El silencio es señal de consentimiento.» Entretanto, Balarama, que estaba haciendo grandes esfuerzos para contener su ira, cogió el tablero y dio con él un terrible golpe a su adversario, tirándole por tierra, de otro golpe le rompió los dientes y a continuación le golpeó sin miramientos con un trozo de columna dorada arrancada a la balaustrada.
No en vano resonó la voz del cielo. ¿Quién nos probará que no es justa la suposición de los orígenes mágicos de los juegos? ¿Los dados no marcarán aquí, acaso, la instrucción de las fuerzas supremas sobre las cuales el hombre no tiene ningún poder y de las que depende completamente?
En el relato de la lucha de los dos hermanos no se trata aparentemente del juego de ajedrez. Hay otros casos donde la duda persiste. Por el contrario, no son muy raras las ocasiones donde el juego de ajedrez está claramente nombrado y no hay ninguna duda de que se trata realmente del mismo.
Así, un historiador árabe del siglo X nos cuenta el apasionamiento con que los aficionados hindús (sic) jugaban al ajedrez. Estaban siempre dispuestos, al parecer, hasta a sacrificar sus propios dedos. Cuando perdían una partida se cortaban uno de sus dedos, hundían la mano mutilada en un líquido especial que estaba colocado a propósito al lado del tablero y en seguida continuaban jugando como si tal cosa. Lo que no precisa nuestro historiador es hasta cuántos dedos estaban dispuestos a perder en su heroísmo.
(continuará)
+
¿Quieres comentar algo?