En el número ocho de Capakhine se incluye una entrevista de Luis Fernández Siles con un servidor (páginas 4-9) de la que a continuación publico un extracto:
En febrero del año pasado el Congreso aprobaba una proposición no de ley para “la implantación y fomento de la práctica del ajedrez en las escuelas […]”. Existe un debate sobre el tipo de ajedrez que debe enseñarse en los colegios y oímos hablar de ajedrez deportivo (o competitivo) y de ajedrez educativo. ¿Cuál es tu opinión sobre este tema?
No estoy seguro de que el ajedrez deba ser materia obligatoria, pero sí podría ser conveniente y recomendable su adopción como materia optativa. Debo decir que yo, a diferencia de la corriente generalizada, no creo que el valor del ajedrez deba verse en sus aplicaciones sociales o terapéuticas (que bienvenidas sean, naturalmente), sino que el ajedrez es un juego único y su valor es intrínseco y un fin en sí mismo, es decir, que no debemos valorarlo por los beneficios educativos o sociales que pueda tener.
Como eminente autor y traductor de libros de ajedrez: ¿qué debe tener un buen libro de ajedrez?
La pregunta es muy general… Hay demasiados subgéneros y territorios dentro del libro de ajedrez. Depende de a quién vaya destinado, además. Imaginemos, por ejemplo, el hoy ya denso stock editorial de los libros de aperturas. Lo que estos libros deberían tener, diría yo, es más que un amasijo de análisis, una buena dosis conceptual, algunos consejos claros y luego, eso sí, un examen crítico de las principales líneas de juego, con algunas subvariantes, no demasiadas. Pero claro, estaríamos hablando del libro de aperturas que se dirige al jugador medio o de club, en la franja de los 1500/1900 Elo. Porque ¿de qué le sirven a un profesional las explicaciones sobre puntos débiles o actividad de piezas, que para él son cosas evidentes? Pero hay tantos subgéneros: manuales de iniciación, medio juego (y aun aquí, estrategia y táctica), técnica de finales, libros de entrenamiento, históricos, biográficos, sobre psicología competitiva… En otras palabras, no hay una respuesta ni una fórmula estándar para eso. Por otro lado, quien conociese la fórmula tendría la clave infalible del éxito, como sucedería en los libros de ficción, que han intentado programarse por ordenador, sin que se haya conseguido nada… Es un terreno muy resbaladizo y difícil de definir.
Recientemente has publicado “Jugar al ajedrez para niños y jóvenes”. ¿Qué va a encontrar el lector en sus páginas?
Aquí creo que debo insistir en que yo no soy, propiamente hablando, un pedagogo, ni un experto en ajedrez escolar. Ese libro que citas fue un encargo expreso de Anaya y lo he desarrollado cómo mejor me parecía. Si alguna virtud tiene, debe ser la de la sencillez y claridad expresiva. Siempre me han gustado las estructuras bien elaboradas. Aunque la perfección no existe, existe la aspiración a la misma. Me inspira la hermosa frase que Réti le dedicó a Rubinstein: “Sus partidas son estructuras perfectas, de las que no puede desplazarse ni una sola piedra.” El libro tiene diez capítulos, ocho de ellos con ocho ejercicios cada uno. Se ha tratado de volcar los movimientos de las piezas de forma muy gráfica, junto con breves explicaciones de los temas esenciales en un manual de iniciación. También hay algunas cosas originales. Hemos incorporado modelos de mates típicos, extrayendo un zoom ampliado en un 150% del sector en que se produce el mate, con todas las piezas y elementos que intervienen en el mismo para que se grabe a fuego en la mente de los chicos. Esto es una novedad. Por último, creo que el diseño gráfico (en el que no he tenido nada que ver), con esas figuras e ilustraciones medievales, es muy atractivo.
Eres un experto de la historia del ajedrez, especialmente del siglo XX. ¿Cómo describirías el momento actual?
El momento actual es el más intenso y rico en la historia del ajedrez. No hay más que ver de qué modo las bases de datos, los tutoriales y, sobre todo, Internet han enriquecido las posibilidades de conocimiento, estudio y disfrute de nuestro juego. ¡Quién podía imaginar que hoy día no hubiese nada más fácil que visualizar en directo las partidas de los grandes torneos! Si me cuentan a mí o a los de mi generación que eso iba a ser posible, habríamos creído que nos estaban contando una novela de ciencia ficción. Es cierto que han desaparecido algunos torneos importantes del calendario, pero se organizan cada vez más abiertos, y cada vez más también torneos modestos en cada zona, en cada ciudad del globo. Hoy los jóvenes jugadores pueden acceder a una cantidad ingente de información que antes sólo podía lograrse a través de libros, revistas técnicas y boletines de torneo. Eso tiene como contrapartida cierta uniformidad en la absorción de esa información. Hace unos años Taimanov decía ya que le resultaba imposible distinguir una partida de Lautier de otra de Bareev o de no sé quién. Es cierto. Hoy día, abusando de una incorrecta generalización, podríamos decir que todos juegan igual. En particular en las aperturas, casi a cualquier nivel. En un torneo de élite o jugando Blitz por Internet, después de 1 e4 c5, una gran cantidad de jugadores opta por 2 c3, porque eso garantiza un juego claro en todos los casos, fácilmente interpretable. Después de 1 e4 c5 2 Cf3 Cc6, hay un 80% de posibilidades de que tu contrario juegue 3 Ab5, porque el propio Sveshnikov ha dicho que eso casi refuta su variante. No la refuta, sino que la evita, que esa es otra cuestión. Pero lo cierto es que se ha estandardizado mucho el juego y la orientación del juego. La Berlinesa contra la Ruy López, después del triunfo de Kramnik en el Mundial de 2000, la Italiana cerrada… Hay, repito, un mimetismo casi absoluto en el enfoque del juego y de los esquemas de apertura.
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