La Casa del Ajedrez acaba de publicar el tercer volumen (el segundo lo comenté aquí y el primero aquí) que Gary Kasparov escribió sobre su propia carrera, un libro que por supuesto no debería faltar en ninguna biblioteca ajedrecística.
Esta tercera entrega abarca desde el match con Nigel Short por el título mundial de la PCA (Londres, 1993) hasta su retirada en 2005.
El autor resume así la obra en el prólogo:
“Este volumen, que concluye mi trilogía autobiográfica Garry Kasparov sobre Garry Kasparov, contiene un centenar de las partidas y finales más memorables jugados por mí durante los 12 años posteriores a mi retirada de la FIDE (1993-2005), y también una selección de mis mejores encuentros en exhibiciones de simultáneas con profesionales y torneos de rápidas y blitz.
En lo que respecta al drama e intensidad de los eventos, este último período de mi carrera no fue inferior a todas las etapas anteriores tomadas en conjunto. Mientras que anteriormente la gráfica de mis éxitos en torneos, con ligeras excepciones, invariablemente fue en ascenso, ahora se pareció más a una sinusoide. Existieron diversas razones que motivaron altibajos en mi juego, siendo la principal el malestar psicológico causado por el conflicto casi constante con la FIDE”.
El libro se divide en cuatro partes, con estos capítulos:
1 Short, Anand y Las Palmas
Match con Short
Nueva prueba
Cuarteto en Amsterdam (mejor cuadrangular)
Revancha parcial
Las tres mejores partidas
Memorial Tal
Gran nivel
Match con Anand
Informe de situación
Rival difícil
Saliendo de la conmoción
Corte Suprema
2 Segunda cumbre
Batalla por el prestigio
Control de calidad del campeón
“Veterano” a los 34 años
Momento crítico
Serie ganadora récord
Mi Linares estelar
Ranking histórico
Demostración necesaria
Elección fatal
Doble triplete
Match con Kramnik
3 La vida después de la muerte
Adiós a Wijk aan Zee
Margen de tres puntos
Caída del muro de Berlín
¿Quién es el verdadero rey?
Último triunfo olímpico
En condiciones marginales
En lugar de Yalta, a Creta
Diferentes clases de tablas
Oro en Rusia
Línea de meta
4 Experimentos
Simultáneas contra profesionales
Rápido, más rápido
El contenido más valioso del libro son, naturalmente, las partidas, magníficamente comentadas y con análisis enriquecidos por el pulido del tiempo. Las primeras en aparecer son las más emocionantes de su match con Short en Londres, del que incluye las cinco mejores. Una delicia.
En su partida de Linares’94 con Judit hace referencia al famoso incidente de la jugada 36. «¿De dónde apareció esta ridícula jugada de caballo? (36…Cf8?). En apuro de tiempo, nerviosamente tomé el caballo de d7 en mis manos y lo ubiqué en c5, sin soltarlo de mis dedos (…) Después de una pequeña pausa, devolví el caballo a d7. Judit miró con sorpresa al árbitro, pero yo jugué rápidamente 36…Cf8». Sin comentarios.
¿Cómo no recordar y volver a disfrutar, entre otras, de sus espléndidas partidas contra Kramnik (Novgorod’94), Nikolic y Shirov (Horgen’94), la miniatura que le ganó a Anand con un Gambito Evans (Riga’95)?
Kasparov recuerda el momento memorable en que, el 11 de septiembre de 1995, se inició en Nueva York el match con Anand por el título mundial, en cuya primera partida realizó el saque de honor el alcalde de la ciudad, Giuliani, y le cede la palabra al historiador Isaak Linder: «Después de que todos los fotógrafos tomaran al radiante Rudolf, con Gary y Vishy ligeramente sonrientes, Anand volvió atrás el peón c y realizó su primer movimiento genuino, ¡1.e4!. El campeón del mundo se sacó inmediatamente su máscara de actor de película y, tras ojear a su rival son su mirada única y característica, respondió 1…c5!». He aquí algunas de sus conclusiones del encuentro: «Fue un duelo muy difícil para mí, en especial desde la tercera hasta la décima partida. Por primera vez sentí una actitud ambigua hacia mí mismo: considerando que la masa de los aficionados de ajedrez simpatiza conmigo, la mayoría de los profesionales deseaban abiertamente que yo perdiera, para que el mundo del ajedrez tuviera finalmente un campeón «correcto» y se librara de la ‘dictadura de la PCA».
La partida con Kramnik de Amsterdam’96 es otro hito. «¡Un choque fantástico!», como diría Mijail Gurevich.
En Dos Hermanas’96 el campeón sólo pudo empatar en el tercer puesto con Topalov y su partida con Kramnik dio lugar a una crisis: «Ésta fue mi primera derrota en 19 años después de 1.d4 (…) Y no fue un accidente el que sufrí ante Kramnik, mi rival más incómodo desde mediada la década de 1990. El enojo y la amargura por este doloroso revés permanecieron durante mucho tiempo hasta agotarse: después de todo, si yo hubiera ganado esta partida, probablemente también habría ganado el torneo».
Triunfos en el importante sextangular de Las Palmas’96 y en Linares, Novgorod y Tilburg’97. Pero en Linares’98 sólo consigue compartir el tercer puesto con Kramnik, a un punto de Anand. “Tras quedarme sin rival por el campeonato del mundo, yo también perdí mi equilibrio mental. Después de una serie de triunfos en torneos, de repente no tenía claro qué hacer a continuación. Por falta de fondos, la PCA había dejado de funcionar en 1997, pero era mucho más deprimente el hecho de que la FIDE se había atrevido a romper una antigua tradición, mediante la sustitución de los matches por la lotería del «torneo de los cien».
Siguió una serie americana, con victorias en Wijk aan Zee’99, Linares’99 (superando en dos puntos y medio a Kramnik y Anand), Sarajevo’99, Wijk aan Zee, Linares (empatado con Kramnik) y Sarajevo 2000, hasta llegar al fatídico match con Kramnik, que se disputaría en Londres entre octubre y noviembre del mismo año, y que le costaría el título mundial. Las tablas en la 14ª partida (el encuentro estaba programado a 16) acabaron con sus ilusiones y su autocrítica final es digna de elogio: «…puedo decir que Kramnik llegó a nuestro match con nuevas ideas e hizo una gran contribución al desarrollo del ajedrez. La teoría de las aperturas y la perspectiva filosófica de las mismas, y los gustos de numerosos jugadores de principios del siglo XXI, se formaron bajo la influencia de este match y del 14º campeón del mundo. Durante un tiempo, su forma de acercamiento al ajedrez fue la dominante. En cuanto a mí, sobreestimé el papel del análisis de las computadoras, no tuve la sensibilidad de mi oponente y fui incapaz de soportar la intensidad de una batalla en la que mucho tuvo que ser diseñado a lo largo del camino. La herida sufrida en la segunda partida resultó imposible de curar. Fallé por defectos en mi preparación psicológica y por la falta de energía nerviosa. No tuve a mi lado a un experimentado gran maestro de primera clase, y no estructuré una concepción general del match. En ese otoño histórico, el destino me castigó por mi exceso de confianza y por mi falta de sentido práctico».
Hay que decir que su soberbia objetividad técnica o los hechos del tablero no se corresponden por igual cuando se trata de juzgar o evaluar acontecimientos históricos y conductas personales. En tales casos, siempre prevalece una visión sesgada o, incluso diríamos, cegada por su estratosférico ego. Kasparov nunca tiene culpa de nada. Sólo la tienen los ineptos, los envidiosos, sus enemigos y las mil y una conspiraciones que se tejen en la sombra contra él. Una visión, en suma, maniquea, sin el menor resquicio a la autoinculpación.
Tantos acontecimientos, tantas cosas por decir en una carrera tan rica… Pero, naturalmente, nadie mejor que el protagonista de esos hechos para contarlos, así que todo ajedrecista que se precie debería tener a este libro entre los de cabecera.
Llega así el triste momento de su despedida de la competición, que a muchos nos pareció prematura, aunque, naturalmente, él sabría mejor que nadie sus motivos y las razones que le impulsaron a tomar esa difícil decisión.
En la última ronda del torneo de Linares’95 se enfrentó a Topalov, con quien perdería un final de peones.
Lo cuenta así: «Fue una difícil y muy dolorosa derrota, quizás inmerecida, pero definitivamente no fue accidental: mi mente ya estaba en otra parte. Durante el juego no podía dejar de pensar en las palabras que utilizaría para informar al público acerca de la conclusión de mi carrera de ajedrecista y, como resultado, sucumbí a la presión».
Topalov y él compartirían el primer puesto y ese 14 de marzo el glorioso campeón (entre 1985 y 2000) pondría punto final a su trayectoria competitiva.
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