A esta curiosa técnica se refiere el GM Jonathan Rowson en su libro Los siete pecados capitales del ajedrez. La idea es «un intercambio dialéctico» entre el jugador y sus piezas acerca de tal o cual aspecto de la posición, en particular del papel que debe interpretar la pieza, incluida la pregunta concreta de si cree que debe participar en una secuencia determinada.
Todo parece surgir de la idea de que el jugador de ajedrez no considera a las piezas como meros objetos inanimados, sino como criaturas con vida, aunque sea él quien se encargue de su presente y de su futuro.
Paul Morphy dejó dicho: «Ayudad a vuestras piezas para que éstas os ayuden» y el GM Eduard Gufeld apuntó un atisbo de esta idea cuando, al hablar del Ataque Sämisch en la India de Rey (1 d4 Cf6 2 c4 g6 3 Cc3 Ag7 4 e4 d6 5 f3), le sugería al conductor de las blancas: «¿Por qué no le pregunta a su caballo de g1 qué opina de su última jugada?».
Parece que la técnica en cuestión, además de aliviar la conciencia del jugador, facilita la comunicación entre éste y los efectivos de su pequeño ejército.
Además del propio Rowson, el GM sueco Tiger Hillarp-Persson es un convencido practicante de la técnica.
Del libro DICCIONARIO DE AJEDREZ, A. Gude, Ediciones Tutor (2005), p. 86.
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