Las piezas alineadas, sobre todo cuando se trata de dama y rey, constituyen un motivo explotable, tanto en ataque como en defensa. Veamos un caso muy plástico.
Gelbman-Gyimesi
Siofolk 1996
(Variante de la partida)
Juegan blancas
Las blancas cuentan con abundante material de ventaja, pero la desaparición del peón h de su enroque hace que su rey se encuentre en serios aprietos, amenazando de mate en h4 y h3. ¿Hay alguna defensa?
1 Axh7+ no resuelve nada, por 1 … Rxh7 2 Dc2+ Ae4, etc., y los desplazamientos de la torre de g1 tampoco sirven, por 1 … Dh3+ y 2 … Dxg2++. Sin embargo…
1 Dh6!!
La dama cubre la columna h, explotando la enfilada. Si 1 … gxh6, 2 gxf3, y se recupera la dama, y si, por ejemplo, 1 … Ae4, 2 Dh2 Dxh2+ 3 Rxh2 Axc2 4 Cxd8, con ventaja decisiva.
Los autores hablan, de forma convincente, de la dificultad que plantea hallar jugadas «hacia atrás» o en retroceso, pero también, aunque parezca paradójico, de que las jugadas horizontales (de dama o de torre sobre una fila) son más difíciles de captar que las verticales (sobre columnas). Así también de otro tipo de jugadas esquivas: aquéllas que suponen efectuar jugadas defensivas «hacia delante» o jugadas ofensivas «hacia atrás». No es simple especulación: al jugador que está sufriendo un fuerte ataque le cuesta imaginar que pueda disponer de una jugada de apariencia agresiva (como en el caso anterior), como también, al que está atacando, imaginar que su mejor posibilidad pasa por retroceder con una pieza.
Sitnikov – Kornev
Campeonato de Rusia
Primera Liga, Tomsk 3.9.2006
Juegan blancas
La situación no puede ser aquí más tensa, con ambos reyes en peligro. La fortísima amenaza de las piezas mayores negras sobre la segunda fila decidió a su rival a forzar tablas, con 41 Df6+ Rh6 42 Dg5+.
Sin embargo, podían haber ganado con 41 Af6+ Rh6 (41 … Cxf6?? 42 exf6+ Rh6 43 Df8++) 42 Ag5+ Rh5 (no 42 … Rg7?, por 43 Df6+ Cxf6 44 exf6+ Rg8 (o 44 … Rf8) 45 Te8++).
Pero para ganar tenían que haber previsto la extraordinaria retirada del alfil, 43 Ad2!!, que intercepta el ataque de la torre y habilita para su dama (liberación de líneas) las casillas de mate g5 y h4. No habría defensa, pues si 43 … f6, 44 Dh8 y telón.
Los autores señalan también, como ya lo había hecho John Nunn, la particular dificultad de apreciar aquellos desplazamientos de piezas sobre una línea controlada por su adversario.
VISIÓN PERIFÉRICA
La idea de que la totalidad del tablero es «difícilmente perceptible» es otra de las razones que nos impiden captar jugadas particularmente difíciles, que se caracterizan precisamente por su invisibilidad geométrica. Sin embargo, no estoy tan de acuerdo con la observación del GM Maxim Notkin, citada por los autores, en el sentido de que «si tuviésemos la capacidad de poder ver simultáneamente varios sectores del tablero, seríamos jugadores más fuertes.» Se diría que en la actualidad eso no es imposible. De acuerdo en que nuestros ojos no nos permiten una visión periférica completa de un tablero convencional, pero podemos ver en su totalidad un tablero virtual (programas de juego, bases de datos, ciberespacio). ¿Acaso jugamos mejor por Internet que ante un tablero de madera, con la presencia física de nuestro rival?
CEGUERA Y CLAUDICACIÓN PSICOLÓGICA
Ya el Dr. Tarrasch hablaba en su tiempo de la amaurosis scacchistica (o ceguera ajedrecística), y lo mismo que existe una forma de seudoceguera física (que es una ceguera real, pero temporal, fruto de la ansiedad o de la tensión nerviosa), también existe la posibilidad de que el jugador, en determinadas situaciones, no quiera ver, refugiándose en una especie de política del avestruz.
Ese podría ser el caso de numerosas situaciones en las que los principios técnicos que le fueron inculcados al jugador y que ha asimilado y respetado durante años, crean un muro o, al menos, un obstáculo para la percepción de posibilidades que vulneran tales reglas o principios técnicos. No es difícil imaginar la reticencia (o incluso repugnancia) de muchos jugadores ante avances de peones que debilitan la posición de su rey, desplazamientos de caballos a la banda o replieques de piezas activas: eso no es lo que les habían enseñado, ni es lo que les aconseja la experiencia competitiva. Transgredir esas reglas, esas convicciones supone un gran esfuerzo de voluntad por liberarse de prejuicios y afrontar una posición dada con la deseable disposición anímica y mental.
La asunción previa del resultado condiciona de forma poderosa al jugador. Si, por ejemplo, se enfrenta a un rival superior, en cuyo caso las tablas serían para él una bendición, y, sencillamente, no está preparado para asumir una eventual victoria, lo que hace que su propio subconsciente descarte incluso la existencia de posibilidades ganadoras.
Las causas de invisibilidad técnica se mezclan, a veces, con las de invisibilidad psicológica. Tal es el caso, por ejemplo, de algunas combinaciones de ahogado, en la que el bando fuerte no aprecia esa posibilidad porque ha estado buscando ganar espacio durante toda la partida cuando, de pronto, debe enfrentarse a la triste evidencia de que, precisamente, la falta de espacio es lo que salva a su contrario.
Así pues, contra el fantasma de la invisibilidad, debemos luchar por liberarnos de nuestros prejuicios técnicos y afrontar la partida despojando al subconsciente de sus inútiles vestiduras. Tal era el precio que tenía que pagar, por cierto, el hombre invisible: debía deambular desnudo y pasar frío, pues los tejidos seguían siendo perfectamente visibles.
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(Publicado en la revista JAQUE nº 653-654, pp. 186-190)
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