otros temas, noviembre 5, 2010

LA MANO DE DIOS

Editorial de Revista Internacional de Ajedrez nº 80, mayo 1994, p. 5

(A propósito del incidente de la partida Judit Polgár-Kasparov en Linares)

En su partida de Linares con Judit Polgár, Kasparov tomó su caballo de d7 y lo llevó a c5. La cuestión es: ¿soltó o no el campeón su pieza en c5? El vídeo de Meridion Films muestra claramente que asi fue: la mano de Kasparov se abre y pierde contacto con el caballo. Ahora bien, todo parece haber sucedido en dos décimas de segundo, lo que rodeó al momento de cierta confusión. Polgár no reclamó porque apenas le quedaban dos minutos y seguramente también –aunque ella no querrá admitirlo– porque el campeón le intimidó en cierta medida. La mirada que lanzó a su derecha (¿hacia el árbitro?, ¿hacia su madre?) es una mirada de súplica y consternación.
El inefable Raymond Keene habló con todos los implicados (*). Judit dice: «Tengo la certeza de que la mano de Kasparov soltó la pieza.» Kasparov dice: «Iba a jugar 36 … Cc5, pero me di cuenta de que esto habría perdido, de modo que situé el caballo en f8. Polgár miró al árbitro, Carlos Falcón, pero no reaccionó. No protestó durante la partida, el árbitro no intervino y yo pude ganar una brillante partida». «No reaccionó… no protestó». Curioso. ¿Por qué habría de protestar si no había pasado nada? Más adelante: «La conducta de Polgár fue ultrajante (…) Después de nuestra partida, se me acercó en el vestíbulo del hotel y delante del público me acusó abiertamente de hacer trampas.»
Kasparov aclara –siempre según Keene– que a velocidad normal no se percibe en el vídeo que su mano suelte el caballo, que sólo puede percibirse a cámara lenta, una ralentización promovida –acusa– por Román Torán, presidente de la Federación Española de Ajedrez. ¿De qué se queja Kasparov? ¿De que la verdad salga a la luz? ¿No le habría gustado que así fuese si quien hubiese protagonizado el gesto fuera uno de sus más cualificados enemigos?
En otro inspirado argumento, Kasparov asegura que lo suyo «no puede ser comparado con la mano de Dios de Maradona» y nos aclara que en ningún lugar está escrito que los vídeos puedan emplearse en ajedrez para resolver casos conflictivos. No, desde luego. Pero al público podría gustarle conocer la verdad ya que, como Karpov dice en el citado periódico, «sería la primera vez en la historia del ajedrez que un campeón del mundo se permite volver atrás una jugada.»
No, no es la mano de Maradona. Ni tampoco hay otras responsabilidades divinas, al amparo de la sugestiva metáfora de Borges («Dios mueve al jugador / y éste la pieza»). Aquí se trata única y exclusivamente de la mano diestra de Kasparov, suyos son la responsabilidad y el escándalo.
Kasparov se lamenta ahora de que la verdad haya sido descubierta y desea que se persiga a los responsables, en un caso de supremo maniqueísmo. Su caballo –nadie sino él tiene la culpa– vivió en c5 y el gran inquisidor levanta su dedo airado para que se castigue a quienes, ante la evidencia, lo señalan como fullero.
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(*) The Times, 2.4.1994.

1 comentario

  1. SpecificPurpose 13:47, mayo 03, 2012

    ¡Excelente artículo! Yo no tengo nada contra Kasparov, pero eso es TRAMPA… El sabía que soltó el caballo y por eso dice «No reaccionó… no protestó», eso fue sucio. Kárpov, que ganó dicho torneo en Linares, cuenta acerca del incidente en la revista española Jaque Nº 374 de Abril de 1994:
    El caso de Judit Polgar es muy claro. Yo no creo en las explicaciones de Kaspárov. Ahora se puede decir: «oh que chico tan infeliz, estaba tan concentrado y apurado de tiempo que no ha notado como soltaba la pieza». Todo esto es muy estúpido. Analicemos los hechos al revés. Supongamos que en el apuro de tiempo Judit Polgar hace lo mismo que Kaspárov. Este hubiera comenzado a gritar y a decir que la jugada se había efectuado. Esta es la realidad. También puedo dar otros ejemplos de sus trampas. En 1989, cuando se jugó la Copa del Mundo en Skellefteä (Suecia), aplacé una partida con Andersson en la última ronda. Si ganaba empataba en el primer puesto con Kaspárov. Cuando Andersson selló su movimiento secreto, Kaspárov entró en la sala de juego y empezó a ayudar a mi rival. El mismo caso ocurrió con Timman, en Belfort(Francia), en 1988. Kaspárov y yo luchábamos por los primeros puestos. Yo tenía dos partidas suspendidas. Mientras jugaba la primera de ellas, Kaspárov analizaba la segunda con Timman, mi adversario.» Yo concuerdo con él.