otros temas, junio 7, 2012

LA OLIMPIADA DE MANILA (1)

En septiembre de 1992 REVISTA INTERNACIONAL DE AJEDREZ publicó un número extra, consagrado a la Olimpiada de Manila, en la que participaron 102 equipos en la sección absoluta y 62 en la femenina.
DESPUÉS DE LA URSS, RUSIA (1)
Antonio Gude
Una mirada atrás
En el primer congreso de la FIDE (París, 1924) tomaron parte 18 países, entre los que se encontraba España, con Golmayo, Marín y Rey Ardid. Fue octava entonces. Pero ese evento, que en realidad coincidió con la fundación de la FIDE, como expresión de una voluntad de asociación ajedrecística entre países, no fue registrado como primera Olimpiada oficial, honor que le cupo a la de Londres (1927), en la que participaron 16 países, clasificándose España en último lugar.
Un cuarto de siglo tardaría en llegar la participación de la URSS, país que en los años de la posguerra no reconocía a los «países capitalistas» pero que, en realidad, tampoco era reconocido por éstos. Una pena, porque las fabulosas figuras del tablero, surgidas al amparo del aparato estatal estalinista, habrían tenido no poco que decir. No fue una casualidad que tradiciones ancestrales hubiesen podido arraigar en el pueblo soviético, tras el impulso de Krylenko e Ilyn-Genevsky, produciéndose un entronque cultural e ideológico que elevó el ajedrez a pasión de masas, de donde surgió un auténtico filón de grandes estrellas. Hubieran podido decir mucho, por ejemplo, en los famosos años treinta, cuestionando la aparentemente incuestionable supremacía norteamericana de los Fine, Reshevsky, Dake, Horowitz, Kashdan, Steiner y Cía.
Los soviéticos, pues, debutaron en Helsinki, 1952. Ganaron. Ganarían siempre, con la única excepción de Buenos Aires (1978), pero aun así empatados a puntos con el equipo vencedor, Hungría.
De Novi Sad a Manila
Parece que la tierra fuera abriéndose con el paso de los tiempos. Como se recordará, la Olimpiada anterior tuvo lugar en Novi Sad (Yugoslavia), en 1990. ¿Qué es ahora de Yugoslavia?
La actual situación geopolítica del mundo refleja la incorporación de doce repúblicas más, como consecuencia de la disgregación de la URSS, y otras tres resultantes del mosaico yugoslavo, sin contar con la inclusión, algún día, de Serbia, Macedonia y Montenegro.
El embargo mundial a Serbia ha excluido a este país de la Olimpiada, y magníficos jugadores como Ljubojevic, Damljanovic o Todorcevic no han podido tomar parte. Aquí se plantea una vieja cuestión, la de discernir si los ciudadanos de un país han de sufrir en sus carnes las consecuencias derivadas de eventuales afanes belicistas de «su» gobierno.
En Novi Sad había vencido, una vez más, la URSS, con 3,5 puntos de ventaja sobre EEUU e Inglaterra, con un equipo del que faltaron Kasparov y Karpov, pues por las mismas fechas las «K» seguían disputando el campeonato mundial. ¿Razones? La FIDE, presionada por los aspirantes al título, había ido postergando la celebración de los matches de candidatos, desencadenando una colisión de fechas. Absurdos como ése no han faltado en la historia del ajedrez.
El mundo desde Filipinas
La mano de Kasparov ha modelado el equipo de la nueva Rusia, dando paso a un conjunto singular, tanto por su juventud cuanto por la audacia que el número uno del ajedrez mundial ha demostrado: Dolmatov es un joven veterano, candidato y, por tanto, arma de garantía. Pero Dreev, Jalifman, Vyzmanavin y, sobre todo, Kramnik son jóvenes. Kramnik merece párrafo aparte. Se trata de un diamante cuya talla está prácticamente acabada. Sumó 8,5 puntos en 9 partidas y este resultado, junto con el de su carismático líder, fue la clave del éxito. Rusia venció y lo hizo con autoridad, situándose en cabeza desde la segunda ronda, para afirmarse gradualmente y producir la sensación de que, de durar el torneo unas rondas más, podría haber conseguido una diferencia abismal. Junto a este equipo que, por otro lado, no parecía impresionante de salida, los de Inglaterra, Holanda, Ucrania o Estados Unidos resultaron meros comparsas. Sólo hubo dos animadores: los sorprendentes y extraordinarios ajedrecistas de Uzbekistán (¿sabe alguien situar este lugar en el mapa?) y los sólidos grandes maestros de Armenia (Vaganian, Akopian, A. Petrosian, Lputian y Minasian). Estas dos repúblicas periféricas de lo que fue el ombligo ajedrecístico del mundo demostraron a todos de lo que son capaces.
¿Qué pasó con las grandes figuras occidentales y el superdesarrollo de sus respectivos países, transmitido al tablero? ¿Cómo evaluar la actuación de los Timman, Short, Speelman, Seirawan, Lautier, Kamsky, Anand, etc.?
Si hablamos de performance, Short fue el tercer mejor resultado individual de la Olimpiada, porque se enfrentó a muy fuertes contendientes, pero 5,5 puntos de 10 partidas parecen escasos, si apelamos al sentido común. Un poco mejor Anand (7,5 de 11), pero hay que tener en cuenta la zona de la tabla que frecuentó la India y tendremos la radiografía correcta, por lo que eso supone en un torneo por sistema suizo. Kamsky también aparece en la tabla de las mejores actuaciones, pero ¿cuántos puntos sumó? 7 de 12, es decir, poco.
La influencia del nuevo estado de cosas se ha dejado notar. Que la anterior medalla de plata, Inglaterra, se haya clasificado sólo décima, alineando, quizá, la mejor formación de su historia, dice no poco: Short, Speelman, Adams, Nunn, Chandler y Hodgson. Promedio Elo: 2638. ¡Con un gran maestro de 2580 como segundo suplente!
Ucrania, con Ivanchuk, Beliavsky, Romanishin, Eingorn, Novikov y Mijalchishin (promedio 2629) salía tercera en la lista inicial y sólo pudo finalizar novena, con los mismos puntos que Inglaterra. Estas dos selecciones fueron, sin duda, las grandes derrotadas de Manila.
Uzbekistán (2ª), Letonia (5ª), Croacia (7ª) y Georgia (8ª) fueron, en cambio, las grandes revelaciones. Croacia, por ejemplo, salía 21ª en el ranking inicial y Georgia 11ª. Con Letonia no jugó Tal, cuya muerte coincidió con la clausura de la Olimpiada. El genial letón se encontraba seguramente más allá de lo que por entonces podía soportar. El equipo letón (con dos veteranos, Bagirov y Klovan, en los tableros bajos, pero joven en su conjunto) tuvo una actuación magnífica, a medio punto tan sólo de los norteamericanos, que ocuparon el lugar exacto de su ranking, y de quienes hay que decir, que el 50% de su equipo («el más fuerte jamás convocado», en palabras de su capitán, John Donaldson) es de origen ruso (Kamsky, Ermolinsky, Gulko).
Volviendo a los jugadores uzbekos, apenas su segundo tablero, Serper, es conocido. Los demás (Loginov, Nenashev, Zagrebelny, Saltaev, Yuldashev) son una nota exótica, pero no tanto que su Elo medio (2514) no les situara en 22º lugar, lo que supone haber saltado veinte puestos por encima de sus posibilidades teóricas. Nenashev y Zagrebelny fueron los mejores de su equipo.
(continuará)
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