ajedrez, diciembre 2, 2016

LA PARTIDA INACABADA DE LEONID STEIN (y 2)

La partida inacabada de Leonid Stein - Antonio Gude

Adrian Mijalchishin, Viktor Kart 

 

Ascensión a la cima

A comienzos de los sesenta Stein se las arregló para mejorar también su técnica de finales, hasta entonces su punto más débil. Fue en la misma Spartakiada de que hablábamos cuando Kopaev, un mago de los finales de torres, visitó al equipo de Lvov. Mostró muchas posiciones interesantes de su monografía sobre finales de torres, escrito con Averbaj. Sólo Stein podía encontrar el método correcto en prácticamente todos los casos y después de –literalmente— apenas un minuto. El fundamento ya estaba creado y Stein comenzó su ascensión con el título de campeón de Ucrania en 1960. Debutó en el Zonal URSS en 1961, donde finalizó tercero, clasificándose para el Interzonal. A un éxito seguía otro: campeón de la URSS en tres ocasiones (en el corto período 1963-1966) y vencedor, como ya se ha dicho, de los supertorneos de Moscú en 1967 y 1971.

A juzgar por sus resultados, Stein debe haber sido en esa época el mejor jugador del mundo, tan sólo detrás de Spassky. ¿Por qué entonces nunca se vio implicado en la lucha directa por el título mundial? La tensión de los torneos clasificatorios fue probablemente un fardo pesado en extremo para su elegante interpretación del juego. La discriminatoria regla “de los tres” (no más de tres jugadores de un mismo país eran permitidos en el ciclo de candidatos) le impidió seguir adelante, tras los interzonales de Estocolmo (1962) y Amsterdam (1964). Si ahora a alguien se le ocurriera proponer una regla semejante, la indignación general sería incontenible y la protesta se resumiría en una sola palabra: discriminación.

 

Mala suerte

Entonces llegó Sousse, el Interzonal de 1967, donde era el gran favorito, con Fischer. Pero jugó de forma indiferente, sólo pudo compartir una plaza clasificatoria con Hort y Reshevsky, con quienes tendría que jugar un match-torneo de desempate en Los Angeles. En este triangular se mantuvo en cabeza todo el tiempo, pero en su última partida con Hort rechazó las tablas por miedo a perder la partida decisiva con Reshevsky, que tenía mejor coeficiente Sonneborn-Berger. El miedo de Stein estaba bien fundado: perdió con Hort y éste hizo tablas con Reshevsky, quien se clasificó, por mejor coeficiente, ¡sin haber ganado una sola partida! De nuevo, mala suerte y crisis. Una crisis que duró tres años, jugando de forma lamentable en el Zonal URSS de 1969. Hay que decir que había tenido problemas personales: en 1968 tuvo que trasladarse a Kiev, por no encontrar una casa más amplia en Lvov, algo que necesitaba porque ahora tenía dos preciosas hijas, nacidas en corto espacio de tiempo. Resultó penoso para él dejar la ciudad donde había crecido y donde se había convertido en gran maestro, donde todo el mundo lo quería y donde sus éxitos empujaban a oleadas de muchachos a jugar al ajedrez, a acudir a las clases en las que estaban surgiendo los nombres de Romanishin, Beliavsky, Litinskaia y Mijalchishin. El veterano entrenador (Kart) recuerda otra ocasión en la que se analizaba una línea complicada del Gambito de Dama y nadie podía demostrarle al candidato a maestro de 11 años Sasha Beliavsky por qué era peligroso para las negras tomar un peón en una de las líneas. Esto sucedía la víspera de la tradicional simultánea de Stein, de modo que Sasha quería ensayar la variante contra el gran maestro. Todo el mundo, especialmente el propio Beliavsky, quedó impresionado cuando Stein encontró la refutación de la dudosa captura en tan sólo un minuto.

 

Autosuperación

El punto débil de Stein en los torneos era su mal comienzo, pero hacia el final conservaba un increíble depósito de energía que le permitía sobrepasar a los líderes tempranos. Ésta es una prueba de su estabilidad mental. Es difícil de juzgar, pero este tipo de comportamiento para combatir los reveses iniciales debe de requerir una fuerza de voluntad fuera de lo común. Otros factores, sin embargo, eran la inseguridad en su propia fuerza y su mala preparación para las competiciones. Durante la crisis, Stein perseveró, sin embargo, en sus estudios y consiguió finalizarlos. Se interesó, además, por la historia y, más que nada, por la filosofía, al tiempo que perdía interés en los juegos de cartas y en los aspectos negativos de la lucha de torneo. Es bien conocida la opinión de Botvinnik de que los jugadores cuya mayor fuerza radica en su capacidad de cálculo pierden mucha de ella a partir de los treinta, pero Stein se las arregló para reorganizar su juego y mejorar considerablemente su técnica (sus partidas contra Polugaievsky y Keres, al final del artículo, son buena muestra de ello). Entonces llegó 1971 y una nueva ola en el ajedrez soviético. El torneo internacional de Moscú de ese año finalizó con la victoria del nuevo astro Anatoli Karpov y de un revitalizado Leonid Stein. Este resultado mostró que el gran talento se hallaba completamente recuperado y que estaba listo para el asalto final al Olimpo. Al año siguiente, varias victorias internacionales y un tercer puesto en el Campeonato de la URSS confirmaban esa ambición. Su mejora de objetividad era perceptible, lo mismo que una mayor benevolencia personal. En 1972 la Spartakiada por equipos tuvo lugar en Moscú, donde el equipo ucraniano estaba, naturalmente, liderado por Stein. Pero voluntariamente le cedió el primer tablero a Vladimir Savon, que se había proclamado campeón soviético muy poco antes, explicando que el título nacional sobrepasaba a cualquier otro mérito. Esta decisión muy estimulante para nuestro joven equipo, que veía en este autosacrificio de su capitán un elegante rasgo de nobleza. Stein, quien por otra parte jugó allí una de sus mejores partidas (contra Smyslov), plasmó una excelente actuación y Ucrania consiguió el segundo puesto, en dura lid con superequipos del calibre de Moscú, Leningrado y las repúblicas rusas.

 

Fin de un sueño

Nos resulta difícil especular con qué hubiera pasado de haberse encontrado Stein con un médico en el hotel Rossia, en 1973. Pero en compañía de Romanishin, Beliavsky y otros siempre lo recordamos con dolor de corazón: los tres (incluido Mijalchishin) empezamos a jugar gracias a sus éxitos, entramos en contacto personal con él (simultáneas, análisis conjuntos, estudiamos sus partidas) y hasta pudimos llegar a jugar con él en algunos equipos. Su colaboración ulterior era esencial para nosotros, que nos inspirábamos en su elegante estilo. Seguramente nos habría facilitado el camino hacia el título de gran maestro. Y seguramente también le habría estimulado a él, que disfrutaba compitiendo e intercambiando ideas con los jóvenes. Un año después de su muerte Viktor Korchnoi se unió al equipo de entrenadores de Lvov. Seguimos estándole agradecidos por su labor y por mostrarnos cómo trabaja un gran jugador, cuántas posibilidades percibe durante el juego y durante el análisis.

Un hecho poco conocido es que en 1966, durante la Olimpiada de La Habana y en presencia del primer ministro Fidel Castro, Stein fue invitado por Bobby Fischer a disputar con él un match amistoso. Stein aceptó encantado. El match, que podría haber resultado apasionante para el público de todo el mundo, nunca llegó a celebrarse: fue prohibido por las autoridades deportivas soviéticas.

Ciertamente es posible que si Stein no hubiese desaparecido tan pronto el cuadro en la cumbre del ajedrez mundial fuese diferente. Pero nuestra intención, en cualquier caso, es recordar a este nada pretencioso luchador, desde la perspectiva de un ánimo positivo. ¿Qué mejor para conocer a un ajedrecista que ver sus partidas? Esta pequeña colección pretende conquistar a aquellos que no lo conocieron y recuperar su memoria en aquéllos que sí lo conocieron y lo consideraron uno de los jugadores más grandes de todos los tiempos.

 

Partidas:

Korchnoi – Stein

Stein – Smylov, Spartakiada 1972

Stein – Portisch, Interzonal de Estocolmo 1962

Spassky – Stein, Triangular desempate Cto URSS 1964

Stein – Tal, Leningrado 1971

 

Publicado en Revista Internacional de Ajedrez nº 94 (julio 1995), pp. 38-48.

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