otros temas, julio 13, 2013

LAS PIEZAS DE CARLOMAGNO

Reina (Reine)
 


En 1990 se organizó en la Biblioteca Nacional de París (Cabinet des médailles et antiques) una exposición sobre piezas de ajedrez (PIÈCES D’ÉCHECS era el título de dicha exposición), de cuyo catálogo transcribo (traducido) el texto del tercer capítulo, relativo a las llamadas piezas de Carlomagno. 

3 LAS PIEZAS DE AJEDREZ DE CARLOMAGNO

Carlomagno nunca jugó al ajedrez. Pero la Abadía de Saint-Denis ha conservado, desde hace mucho, su tesoro de enormes piezas de marfil que se considera son un obsequio del califa de Bagdad, Harun-al-Rashid, con motivo de su coronación imperial en el año 800. Estas piezas, que probablemente se encontraban ya en la Abadía a fines del siglo XIII, y allí permanecieron hasta el final del Antiguo Régimen. Su número ha ido disminuyendo con el tiempo. Así, un inventario de comienzos del s. XVI registraba treinta; otro, de 1598, registraba veintitrés. Ahora bien, en enero de 1794 no quedaban más que dieciséis, cuando, con motivo de las confiscaciones revolucionarias, los restos del tesoro de Saint-Denis fueron trasladados al Cabinet des antiques de la Biblioteca Nacional: dos reyes, dos reinas (sic), cuatro elefantes (alfiles), cuatro caballos, tres carros (torres) y un peón.
Estas piezas siguen perteneciendo a las colecciones de la Biblioteca Nacional y en torno a ellas se ha articulado la presente exposición. No datan de la época de Carlomagno, sino de fines del siglo XI y su origen no es oriental, sino occidental. Talladas en pesados bloques de marfil (el mayor de los dos reyes pesa más de un kilo), probablemente fueron obra de un taller salernitano, especializado en este tipo de material. Situada a unos 70 kilómetros al sur de Nápoles, principal lugar de residencia de los duques normandos de la Italia meridional, Salerno era famosa, además de su Escuela de Medicina, por sus talleres de marfil. Los expertos han podido establecer similitudes entre las piezas «de Carlomagno» y otras obras salidas de aquellos talleres, hacia finales del siglo XI. El estudio del equipamiento militar de los jinetes (es decir, de los caballos) y del único peón superviviente permiten datar estas piezas hacia 1080-1090. Este equipamiento militar, de tipo normando, es parecido al que puede verse en los bordados de Bayeux, fechados también a fines del s. XI: un gran bucle en forma de almendra, virgen de decorados heráldicos, y casco puntiagudo. No obstante, un detenido examen de cada una de las dieciséis piezas (restos dorados o de pintura roja, comparaciones de las bases, de los bordes, de las tallas, de las pátinas y estrías del marfil, el estudio de todos los pequeños detalles figurativos u ornamentales) permiten pensar que las piezas pertenecían al menos a tres juegos diferentes. Es, por tanto, posible que la fabricación de las mismas haya tenido lugar durante dos o tres décadas.
Ignoramos cómo fueron a parar al tesoro de Saint-Denis. ¿Fueron llevadas de Italia por el propio Abad Suger? ¿Fueron ofrecidas a la Abadía por el rey de Francia Philippe-Auguste, quien, al regresar de las Cruzadas, se detuvo en Salerno, en septiembre de 1190? ¿O bien fueron donadas más tarde, en 1271, por el rey Philippe III, al retornar de Túnez con el cadáver de su padre, San Luis, y que también hizo un alto en el camino en Salerno, durante el transcurso de su dramática jornada de regreso? Probablemente nunca lleguemos a saberlo. Como igual de probable es que tampoco lleguemos a saber quién fue, a fines del s. XI, el que encargó tales piezas. Tal vez lo fuese el duque normando Robert Guiscard (m. en 1085), hombre buscapleitos y ambicioso, que soñaba con conquistar un inmenso imperio mediterráneo, a costa de Bizancio. ¿O tal vez el papa Gregorio VII, que acudió a consagrar la nueva catedral de Salerno, en abril de 1085?
Sea como fuere, las piezas «de Carlomagno» son las más antiguas, talladas y de gran tamaño, que nos ha legado el Occidente medieval. Se cuentan entre los objetos de marfil más fascinantes jamás producidos por el arte románico.
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