HISTORIA DEL AJEDREZ
Antonio Gude
5. AJEDREZ MODERNO. NACIMIENTO Y COMIENZOS
56. LEONARDO Y PAOLO BOI
Los dos mejores jugadores, en la primera parte del período, eran Paolo Boi (1528-1598), apodado il Siracusano, por ser originario de Siracusa (Sicilia), y Giovanni Leonardo (1542-1587), apodado il Puttino, de Cutri (Calabria). Se dice que ambos eran sobresalientes jugadores a la ciega, y que Boi podía disputar de esa forma tres partidas simultáneas.
Los rasgos principales de la carrera ajedrecística de Paolo Boi fueron trazados por Salvio y Carrera, que lo conocieron en los últimos años de su vida, y ambos lo describen como un jugador rápido y brillante, mientras que Leonardo era más lento, pero también más preciso. El segundo autor se limita a enumerar datos, mientras que Salvio cuenta sus biografías en forma novelada, y un tanto ahistórica1.
Hacia 1566, Paolo Boi, tras haber derrotado a todos sus oponentes locales, decide viajar en busca de nuevos desafíos. Su intención era viajar finalmente a España, donde había oído que se encontraban los jugadores más famosos, que estaban bien considerados y retribuidos, no sólo por algunos nobles, sino por el propio rey, Felipe II, a quien le deleitaba el juego. Así, viajó por toda Italia, enfrentándose a los mejores, Leonardo incluido, y fue distinguido por muchos príncipes, en especial por el Duque de Urbino y el Papa Pío V, quien le habría obsequiado con una generosa gratificación, si se hubiese decidido a tomar los hábitos. Según Carrera, Leonardo y Boi eran, aproximadamente, de la misma fuerza. Por su parte, Salvio habla de la vista que Ruy López hizo a Roma en 1572, el primer año del papado de Gregorio XIII, en la que el español venció a Leonardo, entonces un joven estudiante. Sigue diciendo que Leonardo se retiró a Nápoles y durante dos años se consagró por entero al ajedrez. Boi llegó a Nápoles y se enfrentó a Leonardo, aunque no sabemos el resultado de la confrontación.
En 1575, Leonardo, acompañado por Giulio Cesare Polerio y Tomaso Caputo, conocido como Rosces, visitó España y derrotó a Ruy López y Cerón, en una competición que presenció Felipe II. Un poco después, llegó a Madrid Paolo Boi, quien, a su vez, derrotó igualmente a los jugadores españoles. El rey recompensó generosamente a los dos jugadores italianos, garantizándole a Boi un puesto oficial en Sicilia, que le reportaría 500 coronas anuales, y también le dio una carta de recomendación para su hermano, don Juan de Austria, fechada en Madrid, 22 de agosto de 1575, y cuyo texto se conserva gracias a Carrera. Ambos ajedrecistas visitaron igualmente Lisboa, y jugaron con el rey Sebastián de Portugal (1554-1578), muy aficionado al ajedrez. Parece que este monarca puso a Leonardo el sobrenombre de il Cavaliero errante.
Entre 1582 y 1585, Leonardo y Boi jugaron a menudo en el palacio del entonces virrey, Duque de Osuna. Leonardo era agente del príncipe de Bisignano, pero finalmente fue envenenado en 1587, por un rival envidioso. Boi, que había sido capturado por unos piratas argelinos al regresar de España, consiguió ser liberado gracias a su destreza como ajedrecista, y se instaló en Nápoles, en el palacio del Duque de Urbino, quien le aseguró una retribución de 300 coronas anuales. Pero como no se sentía a gusto permaneciendo mucho tiempo en un mismo sitio, reanudó sus viajes y entró al servicio de una dama de Génova. También se tuvieron noticias de sus andanzas por Milán, Venecia y, más tarde, por Hungría, donde jugó al ajedrez con los turcos. Por fin, en 1597, y tras una ausencia de casi veinte años, regresó a Sicilia, por donde deambuló, de un lugar a otro, siempre jugando al ajedrez.
En 1598 fue invitado a regresar a Nápoles, y no mucho después de su llegada falleció, también por envenenamiento. Tres días antes de su muerte, jugó una partida con Salvio, en la que Boi realizó una combinación para ganar la dama contraria. Pero Salvio había visto más lejos, calculando que podría ganar, a su vez, la dama de Boi y la partida. «La juventud puede más que la vejez. Vos estáis en la primavera de la vida y yo tengo ya setenta años,» fue el comentario del veterano maestro. El ajedrez había sido para él una ocupación muy rentable. Carrera cifraba sus ganancias, excluyendo obsequios y fijos para contratarlo, en 30.000 coronas.
Muchos jugadores de este período tenían cuadernos de notas, en los que registraban las aperturas de las partidas para su uso posterior. Dice Murray:
La intensa vida ajedrecística de la época propició un rápido desarrollo de la teoría de aperturas, de forma que los manuales existentes pronto se volvieron obsoletos, y era imperativo que el jugador que desease sobresalir debía procurarse una información más actualizada. Entre aquellos de quienes se dice que escribieron manuscritos de este tipo se encuentran los españoles Cerón, Avalos (residente en Nápoles en torno a 1590) y Busnardo, además del jugador portugués Santa María (autor, quizá, del libro del que Salvio tomó algunas de las aperturas para su obra de 1634), y los italianos Boi, Leonardo, Michele di Mauro y Polerio. Ninguno de estos jugadores parecía dispuesto a imprimir sus colecciones de aperturas. La razón era que las altas apuestas con que jugaban hacían conveniente mantener confidencial la información sobre aperturas, si bien un mecenas siempre podía obtener una copia de los jugadores que acogía bajo su protección. De esta forma, la mayoría de los manuscritos supervivientes fueron preservados de la desaparición. El más activo en la reproducción de copias parece haber sido Polerio.
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1 Según Murray, a Salvio le mueve la glorificación de Leonardo, a expensas de Boi, y trata muy libremente el material, incluso cuando cita fuentes.
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Camilo Restrepo Castro 21:54, abril 18, 2014
Muy ilustrativo para mí como historiador de Ajedrez,especialmente ahora que planeo un viaje a Sicilia y al sur de Italia.