NABOKOV, LUZHIN Y LOLITA
Jaque nº 501, p. 58
Le preguntaron a Vladimir Nabokov por qué había escrito Lolita en su limitado inglés. Contestó: «Porque era interesante hacerlo. ¿Por qué he escrito cualquiera de mis libros, a fin de cuentas? Por el placer, por la dificultad. No tengo ningún propósito social, ningún mensaje moral. No tengo ideas generales que explotar, simplemente me gusta componer enigmas con soluciones elegantes.»
Por cierto, Lolita se publicó por primera vez en francés (por supuesto, en la vieja Francia), ya que el puritanismo de la censura norteamericana no podía digerir las especias de tan picante producto. Sólo la marea desatada (visiones de oro en el horizonte) permitió a los ávidos editores estadounidenses superar todos los obstáculos.
Era un apasionado del lenguaje, de la literatura, del ajedrez. El ajedrez: tema central de La Defensa Luzhin, pero también omnipresente en toda su obra, como La dádiva, Habla, memoria, o en el fascinante rompecabezas ¡Mira los arlequines!, donde el autor traza, a la vez que enmascara, toda su trayectoria vital y literaria, falseando nombres y situaciones, pero no tanto que no puedan ser reconocibles. Esta novela es, en sí misma, un auténtico ajedrez literario: el escamoteo, el disimulo como parte de la estrategia creativa.
Mayo nos trajo el suicidio de Lembit Oll. ¿Fue, quizá, premonitorio que Luzhin se arrojase por la ventana en el último capítulo de La Defensa Luzhin? ¿O, por el contrario, puede haber servido de trágica inspiración al jugador estoniano? Saltos al vacío: recordemos que el maestro ruso Ilivitsky (en 1989) y el brillante jugador letón Aivar Vitolinsh (hace un par de años) también buscaron la muerte con la jugada definitiva que supone saltar a través de una ventana.
El director de cine Stanley Kubrick –otra de las ilustres víctimas del año en curso– acabó convenciendo a Nabokov de que escribiese el guión de Lolita, superando sus lógicas reticencias ante un lenguaje que le era extraño, como el del cine. Ambos eran grandes aficionados al ajedrez. ¿Cómo es posible que no haya trazas de sus probables luchas ante el tablero?
La última ironía en la que Nabokov se mostró a la altura de sus ficciones fue traducir él mismo Lolita al ruso, su lengua nativa y en la que era imprevisible que la novela fuese publicada durante su vida. Efectivamente, no lo fue.
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