¿NO SON NADA VEINTE AÑOS?
Últimamente se me aparecen por todas partes los «veinte años».
Para empezar, está el tango («que veinte años no es nada / que es febril la mirada / que errante en las sombras / te busca y te nombra…» — Volver, de Le Pera y Gardel).
Siempre me pregunté: volver y pensar que veinte años no es nada… o es verdad o es una absurda idealización nostálgica.
Luego están los transcurridos entre 1972 (match Fischer-Spassky en Reykjavik, vividos en un verano especialmente tórrido de Madrid) y 1992 (que, por cierto, es la distancia temporal entre ese año y el que vivimos), el «match-revancha» de una Yugoslavia en guerra, iniciado en un lugar turístico de ensueño (Sveti Stefan, frente a Montenegro). ¿Cómo resintieron, en su espíritu Fischer y Spassky aquel segundo match? Pese a lo que digan algunos expertos (entre los que destaca Kasparov), a mí no me pareció que el nivel de Fischer había bajado tanto: hay algunas partidas suyas formidables. El de Boris Spassky, en cambio, sí. Para él, sin duda, los veinte años transcurridos habían sido «algo»…
Pasemos ahora a otro ajedrez, la literatura.
El bueno de Alejandro Dumas nos «colocó» a todos su Los tres mosqueteros, engañándonos como a «chinitos», puesto que, como todos sabemos, los tres mosqueteros eran cuatro y, además, el principal, el protagonista indudable era d’Artagnan, a quien excluye del título en un doble escamoteo: el de la injusticia hacia su personaje y el del fraude hacia sus lectores. Pues bien, Dumas no se contentó con eso, y volvió a la carga con una secuela de su obra: los mosqueteros regresan a la acción en Veinte años después.
Ahora está un gran escritor, Vladimir Nabokov, a quien, por cierto, los ajedrecistas debemos La Defensa Luzhin. Pues en Curso de literatura rusa, uno de esos magníficos regalos navideños (gracias, María), el autor confiesa que gracias a su previsión, el haber escrito 2.000 páginas de crítica literaria le permitieron ganarse la vida («durante veinte años», sic) dando clases de literatura en la Universidad de Cornell (EEUU). Creo también, y esto no podría asegurarlo, que veinte años fueron precisamente los transcurridos entre la publicación inicial (en Francia) de Lolita, y su publicación en Estados Unidos, lo que permitió a Nabokov consagrarse, por fin, por entero a la literatura creativa.
No sé si veinte años son mucho, poco o nada. Pero a mí no me disgustaría tener veinte años menos…
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Antonio MG 20:21, diciembre 28, 2012
Bonita entrada.