literatura, noviembre 27, 2016

OULIPO Y OULIPIANOS

Oulipo y los Oulipianos - Antonio Gude

OULIPO Y OULIPIANOS

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El OuLiPo no era, no es un movimiento o escuela literaria. Su propio nombre (Ouvroir de Littérature Potentielle = Obrador de Literatura Potencial) define a un obrador o laboratorio de escritura experimental.

Los integrantes del grupo se rebelaban contra la mística de la página en blanco y la llamada o espera romántica de la inspiración, a lo que oponían un trabajo creativo, pero de tintes artesanales, con el lenguaje como herramienta única.

El grupo fue creado en 1960 por dos autores de muy distinta formación: Raymond Queneau (1903-1976), hombre de letras y François le Lionnais (1901-1984), matemático e ingeniero químico.

Queneau había formado parte del movimiento surrealista, que preconizaba la escritura más o menos automática, fruto del inconsciente. Los modos despóticos de André Breton, su líder, horrorizaron a Queneau, quien abandonó el movimiento.

Para Queneau, la inspiración se orienta y dirige, se atrae por medio del trabajo y la investigación. Pero ¿en qué consistían las reglas de OuLiPo?

Álex Vicente (Babelia, 19.11.16) lo explica así:

“La traba, la restricción y el obstáculo. Resulta imposible definir en qué consiste el OuLiPo sin pasar por esa casilla. Los autores adscritos al grupo se imponen reglas para escribir: prescindir de una vocal para firmar una novela, sustituir los sustantivos de un verso por otros situados a escasa distancia en el diccionario, inspirarse en el álgebra de Boole para firmar un poema. (…) Su misión original consistió en inventar distintos tipos de restricciones, o bien rescatar otras olvidadas del pasado, y abrir así nuevas vías a la literatura.”

Tenemos, pues, una ambiciosa búsqueda de nuevas formas. Esas construcciones restrictivas por voluntad propia crean un desafío del que el escritor debe salir airoso. El mismo Queneau decía que los oulipianos eran como ratas que buscaban salir del laberinto que ellos mismos habían construido.

Los ejercicios de estilo de Queneau son buenos ejemplos de los juegos y malabarismos de lenguaje a que se enfrentaban los oulipianos: tautogramas, por ejemplo, en el que todas las palabras comienzan por la misma letra; lipogramas, textos escritos sin determinada letra; poemas anagramáticos, en el que cada verso tiene las mismas letras que los demás, aunque distribuidos en distintas palabras. Juegos infinitos, pero juegos serios y rigurosos de verbalidad textual, fuegos de artificio sujetos a un estricto control.

A diferencia de otros grupos elitistas (como el surrealismo), en el OuLiPo no se expulsa a nadie. No sólo eso: nadie puede dimitir y la única posibilidad de que alguien lo haga es suicidándose ante notario.

Se ha hablado de cierta osificación en las inquietudes del grupo, algo que parece inevitable en todo aquello que se vuelve duradero.

Entre los miembros más conocidos del grupo, además de Queneau (durante muchos años, director literario en Gallimard y responsable de la espléndida colección La Pléiade), se cuentan Italo Calvino, Georges Pérec, Eduardo Berti y Pablo Martín Sánchez.

Larga vida a OuLiPo.

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