
Conocí a Óscar Castro en el open internacional de Vigo 1980. Allí se enfrentaría a un niño de nueve años, que llegaría a proclamarse campeón de España juvenil, y luego maestro internacional: Víctor Miguel Lago. Hay una foto de esa circunstancia, que ahora no tengo ánimo de buscar. Finalizado el torneo, un leonés afincado en la ciudad nos invitó a un grupo de amigos a su casa. Allí estaban Miguel Ángel Nepomuceno y su mujer, creo que también Jaan Eslon y su pareja (aunque no estoy seguro), y Castro. En un momento de aquella agradable reunión, el anfitrión nos mostró una botella de whisky añejo, que debía ser de gran calidad, y «nos amenazó» con abrirla el día que su hijo se licenciase en Medicina (el niño tenía diez años). En ese momento, el colombiano se tiró por el suelo de aquel elegante piso, presa de carcajadas convulsivas, sin importarle lo más mínimo el qué dirán. Así era Óscar: espontáneo, divertido, impulsivo, expresivo en grado sumo.
En otras ocasiones, después de finalizada la ronda, nuestro hombre se iba de copas por la ciudad y jugaba ajedrez con desconocidos y casi analfabetos ajedrecísticos, a quienes trataba con exquisito respeto y hasta cariño. Era muy afectivo. Una de las muchas veladas que pasamos en mi casa, nos entretuvimos descifrando los descifrables contenidos simbólicos de las cartas del Tarot de Marsella, en cuyos arcanos yo me consideraba un modesto experto: ‘La Papesse’, ‘La Roue de Fortune’, ‘Le Pendu’, qué bellos naipes mágicos, mientras de fondo sonaban ecos del Perú negro o del Cuarteto Cedrón («y no se engañe amigo / la vida es dura la vida es dura / eche veinte centavos en la ranura / si quiere ver la vida color de rosa»).
Por entonces, Castro deambuló un tiempo por España o cerca de ella. Creo que jugó una o dos temporadas en el C. E. Olot, que por aquellos años era uno de los equipos punteros de Cataluña, jugaba abiertos y vivía.
Retrocediendo un poco en el tiempo, nos situamos en el Interzonal de Biel (1976), donde, a pesar de quedar antepenúltimo (18º de 20 participantes), consiguió la hazaña de vencer nada menos que a Geller y Petrosian. Al coincidir poco después en un torneo, David Bronstein (su gran inspirador, puesto que ambos compartían como concepción principal el ajedrez=arte) le dijo: «Usted es un genio.» Aquel torneo marcaría su mayor éxito. Parece que luego nunca llegó a alcanzar el mismo nivel de excelencia y quedó un tanto encerrado en su país, Colombia, creo que, tal vez, por falta de estímulos personales o existenciales. Excelente jugador, que dominaba todas las facetas del juego, aunque sobresalía, de modo especial, por su creatividad y sus jugadas poco estereotipadas.
Un nuevo travelling nos lleva al joven Castro estudiando en la biblioteca del MI Boris de Greiff. Porque hay que decir que pese a su temperamento bohemio, se tomaba muy en serio el ajedrez, y era capaz de estudiar muchas horas seguidas, concentrado en aquellas ideas que le interesaban o le sorprendían. El momento, la epifanía sucede cuando reproduce la partida Porreca-Bronstein (Belgrado, 1954). Las negras juegan …Ag8 en una Caro-Kann y Castro sale a la calle gritando, impactado por la genialidad del gran maestro.
Lo vi unas cuantas veces más, pocas, y nunca en los últimos veinte años. Nuestros comunes amigos colombianos, Valerio Moncho y Jairo Carmona, me enviaban mensajes suyos (era muy indolente) y en su última comunicación, recibí un precioso escrito (un ensayo) sobre el ajedrez considerado un arte. Puedo imaginar cómo han transcurrido sus últimos tiempos, dominados por el ajedrez y los excesos. Así era Óscar: cuando estaba alegre, era muy alegre. Cuando estaba triste, estaba muy triste. Disfrutó intensamente de la vida, y creo que la vida ha sido muy injusta con él, porque aún tenía mucha energía y no muchos años: 62. Fue encontrado en una calle céntrica de Medellín, con trazas inequívocas de haber ingerido alcohol. Siempre un mal compañero de viaje. Óscar Castro era muy inteligente, culto y divertido. Curiosamente, no recuerdo que hubiésemos hablado nunca de poesía. Para mí, él era un poeta de la vida y un amigo entrañable, aun en la distancia geográfica. Le envío un fuerte abrazo con una carta del tarot: Le Chariot (El carro).
Sí, la vida fue injusta con él, tal vez porque él la asaltó a manos llenas.
Arlington Guarin 21:23, abril 15, 2015
Estimado Antonio:
Aprecie mucho su nota. Continuo muy afectado por esa partida. Bueno, ya estoy acostumbrado pues me ha tocado despedirlos a todos. Vine desde New York para el sepelio de Boris. Pero igual también estuve en el de Miguel Cuellar Gacharna y Luis Augusto Sánchez, los dos iconos de nuestro ajedrez. También sentí mucho cuando se fue Carlitos Cuartas…
Bueno, le quería decir que cuando conocí a Oscar, éramos universitarios entonces, el tenia especial sensibilidad para la poesía y las matemáticas; tanto así que nos quedamos esperando que un día volviera a recuperar ese sentimiento, pero no, sus vida en los últimos años fue muy agitada. Hace poco en Barcelona, tomándonos unos tragos con Jorge González (“Pepino”) pronostico ese desenlace.
Un abrazo,
Arlington
proyectocultural@yahoo.com
EDGAR BUENAVENTURA ALVAREZ 01:41, abril 14, 2015
mi gran ídolo a partido y me deja muchas anécdotas del hermoso deporte del ajedrez siempre le recordare como un gran amigo paz en su tumba gran maestro dios lo guarde