Lothar Maximilian Schmid (nacido en 1928), GM en 1959, era uno de los jugadores más destacados de Alemania, con cuya selección participó en once olimpiadas, la última de ellas (Niza 1974) como primer tablero. En esas actuaciones, Schmid logró 4 medallas de plata individuales y 3 de bronce.
No tuvo grandes éxitos en torneo, aunque sí los suficientes como para pasar a la historia del juego rey. Por ejemplo: 1º empatado en Málaga 1963 y 1º en Mar del Plata 1970, pero, sobre todo, tuvo una actuación muy destacada en el torneo que conmemoraba el centenario del club de su ciudad, Bamberg (1968), donde empató en el segundo puesto con Petrosian (entonces campeón del mundo), sólo superado por Keres.
Otro éxito fue su segundo puesto (empatado con Endzelins) en el 2º Campeonato Mundial por Correspondencia, celebrado entre 1956 y 1959.
Para culminar su labor en el ajedrez internacional, hay que destacar sus excelentes dotes diplomáticas y de prudencia, que le valieron ser designado árbitro principal en los matches por el Campeonto del Mundo de 1972 (sí, el famoso Fischer-Spassky), 1978, 1986 y 1992.
Ahora entra en escena alguien famoso: Karl May (1842-1912).
Este hombre, que tuvo una juventud problemática y delictiva, con abundantes estancias carcelarias por atentados a la propiedad, encontró su redención en la escritura. Fue contratado por una revista y, desde entonces, llevó una vida regular, dedicada enteramente a su profesión.
Con el tiempo, May se especializó en libros juveniles de aventuras, unos situados en Oriente y otros en el Far West. Muchos de nosotros aún recordamos las andanzas de Old Shatterhand, Old Shurehand y el indio Winnetou por el Oeste. Andanzas que, a menudo eran más detectivescas que de revólveres humeantes, y recuerdo de sus novelas algunos episodios curiosos, que ahora no voy a comentar.
El caso es que se hizo muy famoso, convirtiéndose en lo que Julio Verne para la sociedad francesa o Emilio Salgari para la italiana.
¿Qué tiene que ver Karl May con Lothar Schmid?
Parece que era tío-abuelo suyo. No conozco exactamente el grado de parentesco. Lo cierto es que el buen tío Karl había amasado una considerable fortuna con sus libros que, si no de inmediato, a través de alguna carambola fue a parar a las manos de Lothar.
De repente, un profesional del ajedrez con ingresos modestos pasó a ser, de la noche a la mañana, millonario y lo que hizo el GM fue dedicarse a su ocupación favorita, ahora propiciada por sus posibilidades económicas: ampliar su ya abundante biblioteca de ajedrez para convertirla en una de las más importantes del mundo.
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Antonio MG 15:25, diciembre 08, 2011
Los argentinos no se, pero al menos las argentinas son bellísimas… Y más me vale opinarlo, ya que mi mujer es de allí.
Toni 00:34, diciembre 08, 2011
Debe ser como si te tocase la loteria.
Javier 00:11, diciembre 08, 2011
Increíble! Que afortunados algunos… :)
Santiago 21:47, diciembre 07, 2011
No conocía esta historia. Muy interesante, sin duda. 5 sobre 5 de puntuación a sus artículos, es usted un escritor magnífico. Lilita, los españoles somos más bellos que los argentinos no¿?
Lilita 21:42, diciembre 07, 2011
¡También los españoles lo son sr. Gude!
Lilita 21:40, diciembre 07, 2011
Pues anda que son afortunados los argentinos todos bellísimos!
Antonio Gude 20:15, diciembre 07, 2011
Jairo. Eso no es lo que piensan los argentinos… Claro que el fútbol les está dando muchos disgustos. Claro que siempre quedrá Gardel y los tangos.
Anonymous 20:06, diciembre 07, 2011
Un refran latinoamericáno dice: «»Unos nacen con suerte y otros en Argentina»
Jairo
David 19:04, diciembre 07, 2011
Dinero obtenido gracias a la venta de libros y que, una vez heredado, fue reconvertido de nuevo en libros. Bonita forma de cerrar el círculo :-)