CAMPEONES (Editorial)
«La posesión del título de campeón (mundial) es un obstáculo manifiesto para la libertad de movimientos de quien lo detenta, y no está fuera de lugar considerar si sirve a algún propósito útil. Tal y como está organizado hoy día el mundo del ajedrez, podría perfectamente prescindirse del título. Sus obligaciones y privilegios no están definidos, y no confiere beneficios a su poseedor.» Estas palabras las hacía imprimir Enmanuel Lasker, por entonces campeón mundial vigente, en el Evening Post el 4 de mayo de 1912.
No sabemos si las obligaciones, hoy, están bien definidas. Pero sí estamos seguros de que tanto Karpov como Kasparov (los dos campeones actuales) admitirían conocer perfectamente los privilegios y beneficios que se derivan de ser campeón del mundo. Es más, en sus actos, en sus declaraciones se percibe una suerte de pánico ante la posibilidad de perder el título, que es tanto como decir, de perder el negocio de su vida.
En el quincenal moscovita 64 reflexiona en voz alta el mítico excampeón mundial Mijail Botvinnik y se escandaliza por el actual estado de cosas. Literalmente, se pregunta: ¿Por qué Kasparov está destruyendo las bases de la vida ajedrecística internacional? ¿Por qué el presidente Campomanes destruye a la FIDE y fortalece a la PCA? Estas preguntas contienen en sí mismas afirmaciones que requieren una demostración. Nadie, con todos los antecedentes e historial de los implicados, podría llegar a la conclusión de que lo que pretenden es destruir el ajedrez o la FIDE. Desde una perspectiva generosa podría reconocérseles que lo que quieren es reconstruirlos a su imagen, semejanza y ambiciones. Volveremos sobre esto unas líneas más abajo.
Botvinnik se escandaliza también de que se le haya hecho cómplice de la película Casillas rojas (‘Red Squares’), proyectada en Londres en la ceremonia de apertura del match Kasparov-Short (1.9.1993). El film contiene una tesis: ajedrez y KGB eran indisolubles en la ex Unión Soviética. ¿No era así, no lo era en todos los ámbitos de la sociedad soviética? En defensa de un mundo derrumbado, Botvinnik rememora su exclusión del equipo que representaría a su país en la Olimpiada de Helsinki (1952), exclusión promovida (Botvinnik dixit) por cuatro colegas suyos, miembros de la selección. Un penoso recuerdo que al campeón le parece el colmo del espíritu democrático.
Una vez más, mencionaremos a ten Geuzendam. A la pregunta «¿Cuán firme es la base de cooperación entre dos personas (Campomanes y Kasparov) habituadas a decir las cosas más horribles la una de la otra?», responde el siempre pragmático Gari Kimovich Kasparov: «Creo que nuestros intereses son idénticos (…) Campomanes conoce la realidad de la FIDE hoy. Tuvo el coraje de reconocer que ir en contra de esta realidad habría sido suicida. El coraje y el sentido común que les faltan a Karpov y Kouatly.» (‘New in Chess’ nº 2/1995, p. 7). Coraje, cinismo, las palabras se confunden a menudo por quienes creen que no son las palabras sino las cifras las que significan todo. En la misma entrevista, Kasparov se queja de que con la creación de la PCA ha perdido mucho dinero. Un punto de vista muy peculiar. Ahora que todo el mundo está obsesionado con la televisión, los fondos de Intel (patrocinador de la PCA) se destinan en buena parte a un circuito de semirrápidas, con el propósito (versión oficial de Kasparov y Cía.) de captar el interés televisivo. ¿No es también la forma más rápida de dilapidar unos fondos importantes? Las nodrizas no duran siempre, pero en pleno pelotazo ajedrecístico difícil será que alguien piense en la calidad y en el cuándo, sumergidos como estamos en la prisa por el cuánto.
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En Revista Internacional de Ajedrez nº 92 (mayo 1995) se cubría el triunfo de Ivanchuk en el torneo de Las Palmas, y la Final de Candidatos PCA entre Anand y Kamsky, con la novedad de que en todas las jugadas del match se indicaba el tiempo exacto de reflexión.
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Antonio Gude 09:25, septiembre 18, 2012
Antonio Miguel En cualquier caso, es extraño lo de Lasker. No estoy tan seguro de su «sinceridad». Pero, desde luego, lo de Kasparov clama al cielo. El caso de Shirov lo zanjó diciendo que «nadie tenía interés en un match con Shirov», pero lo cierto es que la final de Cazorla entre Kramnik y Shirov estuvo convocada por la organización fantasmal que él y Luis REntero habían creado, el WCC, que suena fatal (consejo Mundial de ajedrez). ¿Y que dijo Shirov? Se quedó calladito como un tontaina. El que se calla y no defiende sus intereses, de algún modo merece lo que le pasa.
Anonymous 19:31, septiembre 17, 2012
Yo no creo que Lasker fuera cínico. Quizá se refería a la responsabilidad que suponía tener el título. Y en 1912, hay que recordar que Lasker llevaba ya 18 años como campeón. Posiblemente estuviese algo cansado de estar continuamente observado por la prensa y el público. De ahí esas palabras. No niego, por otra parte, que Lasker esquivó a rivales, en su momento, peligrosos. Como Tarrasch, Rubinstein y Capablanca. Aunque este último tuvo finalmente su oportunidad, en 1921. Pero, de todos modos, el campeón demostró sobradamente su gran categoría en los torneos. Donde fue dominante.
Más criticable es la afirmación de Kasparov de que había perdido mucho dinero, con la PCA. Creo que en realidad ganó mucho, muchísimo. Y además, y esto es más criticable aún. No pusó su «título» en juego durante cinco años: 1995-2000. Luego, prescindió del retador legítimo, Shirov, y elegió a dedo a Kramnik como aspirante.
De todos modos, a pesar de estos defectos, está claro que el mundo del ajedrez hace 17 años era más interesante que el de hoy. Donde el campeonato mundial está devaluado. Y las personalidades actuales son mucho menos interesantes que en 1995.
Antonio Miguel
Antonio Gude 16:55, septiembre 17, 2012
Anónimo. Coincido contigo. Me parece bastante extraño ese comentario de Lasker, quien sin duda obtenía considerables beneficios del título de campeón mundial.
Anonymous 16:21, septiembre 17, 2012
No sé qué pensará Maestro de las palabras de Lasker pero, a mi juicio, destilan bastante cinismo: ¿que el campeón del mundo no tenía beneficios? ¿Cómo puede explicarse un reinado tan largo sino a costa de elegir a quien iba ser su oponente? Si era asequible, para obtener «dinero fácil» y si no lo era imponerle unas condiciones inaceptables para que no jugara o se atuviera, de lo contrario, a las consecuencias… De Karpov y Kasparov – que superaron el nerviosismo de 1995 y 96 – para qué hablar: eran dignos discípulos de Botvínnik; sin duda, otra perla.