ajedrez, noviembre 11, 2012

SCALA y SISSA

AJEDREZ Y POESÍA

El 22 de noviembre de 1999 se presentó en la galería madrileña La Fábrica el libro de Eduardo Scala La semilla de Sissa, editado por Jaque XXI.
Dispuestos en el suelo por el autor, 64 ejemplares de su librito (pequeño de tamaño, que no de contenido) formaban un perfecto tablero damasquinado.
Eduardo Scala, poeta, indagador, místico y, sobre todo, ajedrecista, nos regaló en la galería citada con una lectura de La semilla de Sissa, que él define como «un escaque o casa del tablero de AjedreZ, Casa-Granero donde habita y se manifiesta la memoria poética y filosófica del Rey de los Juegos.»
Con voz lenta y reverencial, como temeroso de dañar a su propio texto, el autor fue leyendo: ¿Quién inventó la Vida…? ¿Quién inventó el trigo…? ¿Quién inventó el Ajedrez…? (…) AjedreZ, Dos Letras extremas abren y cierran una Palabra-Unniverso. (…) El grano de trigo es un mundo (…) Cada grano muere y renace en múltiples panes (…) El iniciado en Los Misterios de Eleusis pasaba por una prueba muy peligrosa: descender a lo subconsciente para encontrar la verdad frente a sí mismo (…) Guerra Sabia, sutil, desarmada, ascesis hacia el orden original o la paz del conocimiento (…) Ganar el punto de luz que poseemos y, paradójicamente, hemos de conquistar con el sudor-rocío de la frente pensante, es la real victoria.
Ecuaciones poéticas, dimensión mítica y mística, numerología, dioses revisitados sin consulta previa. Más que versos, ideas, más que ideas, visiones, visiones entrevistas, recreadas y vívidas en las que el lenguaje hace comunión con el ajedrez (perdón, AjedreZ). Porque Scala lleva muchos años buscando verdades inasibles y no sólo las relacionadas con el ajedrez, aunque éstas sean, naturalmente, las que más nos importan. Scala es un pensador liberado de trabas y prejuicios, pero sobre todo es un poeta, porque sabe expresar en palabras sus inquietudes y reducir a síntesis imágenes y reflexiones muy pulidas por el esmeril del tiempo: el poeta no debe tener prisa.
Una nutrida representación de la clase ajedrecística asistió a la cálida lectura en Los lunes de La Fábrica; entre otros, Fernando Langa, Presidente de la Federación Madrileña de Ajedrez (no vimos a nadie de la Federación Española), Boris Zlotnik, director de los cursos de ajedrez de la UNED, investigadores y autores como Ricardo Calvo, Joaquín Pérez de Arriaga, Jesús Boyero y René Mayer, jugadores veteranos, como César Estrada, junto a otros de generaciones más jóvenes (David Baltar, Santiago Roa), alguna que otra presencia exótica.
Más que acto, ceremonia conmovedora en la que el autor aportó su granito de arena (¿o debo decir de trigo?) por esclarecer la naturaleza del ajedrez. Al final y en un simpático gesto, aún pondría otro, porque obsequió a cada uno de los asistentes no con un presente griego, sino con un grano de trigo (el modesto grano de trigo que acaba abarcando el mundo). Eso es voluntad creadora (y valor, amigo Scala), porque, como nos enseña el castellano en una de sus manifestaciones más terrenales, una cosa es predicar y otra dar trigo. Gracias y en buena hora.
Antonio Gude
Jaque nº 509, Madrid, 2000.
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