ajedrez, enero 24, 2017

Tal: Los mejores momentos del Mago de Riga

El Mago de Riga: Tal

Korchnoi declaró en una ocasión que Tal había ahogado en vodka su talento. No sólo bebía vodka. No le gustaban el vino ni la cerveza. Pero sí las bebidas fuertes: whisky, coñac, ron…

Odiaba los artilugios tecnológicos. ¿Un reloj de pulsera? “Algo que hace vibrar tu muñeca con un ruidito…” Ni siquiera se afeitaba a sí mismo. Su hermano era el encargado de hacerlo, cuando estaba en Riga. Fuera de su ciudad, un barbero. Sólo en la madurez adquirió una maquinilla eléctrica. Nunca tuvo billetera. Llevaba monedas y billetes en el bolsillo del pantalón. A veces se sorprendía al encontrar un billete de mucho valor, arrugado, en cualquier otro bolsillo.

Tampoco sabía hacerse el nudo de la corbata y huelga decir que sólo se la ponía cuando las circunstancias lo obligaban.

Cuando ganó el título mundial, las autoridades deportivas soviéticas le regalaron un automóvil Volga, el modelo más prestigioso de la URSS. Como no tenía la menor intención de aprender a conducir, se lo regaló a su hermano.

En su vida perdió innumerables vuelos, trenes, pasaportes y documentos de todo tipo. Esas cuestiones nunca llegaron a preocuparle lo bastante como para prestarles la atención que requerían.

Simpático, apasionado, expresivo, generoso, trasnochador. Muy amigo de sus amigos y amante de la vida, en particular de las cosas que le hacían daño: tabaco, alcohol, comidas picantes y excesos de todo tipo. “Tenía talento para la amistad y sabía hacer feliz a la gente”, recuerda el GM Yuri Averbaj.

Ya en la década de los setenta estaba prematuramente envejecido: las fotos de la época muestran a un hombre que rondaba los cuarenta con el aspecto de un sexagenario con problemas de salud. Había perdido mucho pelo, pero el que le quedaba, a ambos lados de la calva, lo dejaba crecer, lo que le daba un aspecto espectral. Todavía conservaba una intensa mirada, pero no era ya la mirada penetrante y enérgica de su juventud. Ahora era, más bien, la de un iluminado. Poco a poco, esa mirada se fue apagando y, a fines de los ochenta, Tal ofrecía una imagen lastimosa, irreconocible.

 

Del libro MIJAIL TAL

Antonio Gude (La Casa del Ajedrez)

 

2 comentarios

  1. Nelson Pinal 16:16, enero 24, 2017

    Muy buenos pasajes de la vida de un genio del Ajedrez.

  2. FABIO CASTILLO 14:44, enero 24, 2017

    UN APOSTOL … UN ROMANTICO … ENORMEEE !!