ajedrez, junio 13, 2011

TARRASCH y sus 300 partidas (y 2)

(…)
El martes por la mañana vencí a Thorold, y la partida de la tarde, con Bird, finalizó en tablas. Ese día, a falta de ocho para la terminación del torneo, escribí a mi casa, diciendo que el primer premio me parecía bastante seguro. A la mañana siguiente me divirtió leer en un periódico inglés la clasificación del torneo: Blackburne y Mason eran los primeros, con 9 puntos; seguidos de Mackenzie, con 8,5; luego Alapin, Gunsberg, von Scheve y Tinsley, con 7,5; Bird, con 7 y, finalmente, aparecía mi nombre, en compañía de Locock y Mortimer, ¡con 6,5! Tras estas sorprendentes cifras, el diario concluía que Blackburne o Mason conseguirían el primer premio y que lo más probable es que ambos finalizasen empatados, por lo que el público podría disfrutar de un emocionante match de desempate. Esto debería ser divertido, pero el público pronto dejaría de disfrutar, porque ese mismo día todas las partidas aplazadas (a excepción de la de Gunston, cuya protesta estaba siendo discutida por el Comité de Competición) quedaron finalizadas, con el resultado que yo esperaba: tablas con Alapin y Mackenzie, mientras que Mason se rindió sin reanudar el juego, y Schallopp perdió en pocas jugadas. Mi posición quedó reforzada por la tarde, al vencer a Gossip, mientras que tanto Blackburne como Mackenzie perdían sus respectivas partidas. De modo que el brillante reportero pudo comprobar cómo, en un día, salté de 6,5 a 10,5 puntos, sin contar con la partida aplazada con Gunston, suspendida en posición ganadora para mí y en espera de la decisión del Comité.
De repente, me había convertido en el héroe del día, tanto para el público como para la prensa y mi juego recibía los mayores halagos. En ese estado de cosas, me senté el miércoles por la tarde a jugar contra el héroe nacional, Blackburne, y aunque había pavimentado mi camino entre la multitud, decidí jugar por honor, y no por el premio, con toda mi habilidad. Me enfrentaba con el representante de Inglaterra en una batalla única, de modo que jugué esta partida como si me fuera en ello la vida. Salí de una Apertura Española con mejor posición y, gracias a una fina maniobra, gané calidad en la jugada 20. Poco a poco fui aprovechando mi ventaja y, en el momento de aplazarse la partida, Blackburne se encontraba perdido. Cuando, el lunes siguiente, 8 de septiembre, debía reanudarse (habiéndose disputado ya la última ronda), se me sugirió que renunciase a proseguir el juego, toda vez que el resultado de la partida era irrelevante para ambas partes. Pregunté entonces si estaba jugando en un torneo inglés, y puesto que nunca había derrotado a Blackburne, dije que eso sería como ir a Roma y volver sin haber visto al Papa. Pero Blackburne tuvo la decencia suficiente como para presentarse a disputar la reanudación de la partida, y cuando me dio la mano, felicitándome calurosamente por mi victoria, los espectadores me dispensaron una fuerte ovación. El torneo había terminado.
Había superado así mi actuación de Breslau. De las 19 partidas, había ganado 12, con 7 tablas. Conseguí, por tanto, el primer premio (80 libras esterlinas), con 15,5 puntos. El segundo (60 libras) fue para Blackburne, con 12,5. El tercero y cuarto premios (50 y 40 libras) para Mackenzie y Bird, respectivamente, con 12 puntos; en el quinto y sexto (30 y 20), Gunsberg y Mason, con 11,5; y el séptimo (10) fue compartido por Alapin, von Scheve y Tinsley, con 11 puntos.
Tan pronto como se conoció el resultado del torneo, en Alemania se desató un enorme entusiasmo, recibiendo numerosos telegramas de felicitación de clubes y particulares, uno de ellos, por ejemplo, de la famosa sociedad Augustea, de Leipzig: «La Augustea felicita al mejor maestro alemán.» Por mucha felicidad que este mensaje me procurase, con mi éxito de Breslau creía haber merecido ya dicho título. En Inglaterra, las demostraciones de admiración fueron más expresivas, desde el propio Steinitz, entonces campeón del mundo, hasta los calurosos aplausos del banquete de clausura, pasando por las abundantes entrevistas y autógrafos que el público me solicitó. Mis amigos de Manchester incluso mostraron un entusiasta interés en la posibilida de que disputase un match con Steinitz. No conservo ninguna impresión negativa de Manchester, e incluso puedo decir que, en marzo del año siguiente y con motivo de mi cumpleaños, recibí telegramas de felicitación de dos clubes de ajedrez y un particular de la ciudad inglesa, una atención que aprecié muy sinceramente. Debo confesar, sin embargo, al lector la verdadera razón de mi éxito en Manchester, tal y como desveló el corresponsal de la International Chess Magazine*, en su crónica de octubre de 1890, según la cual, se debió al clima lluvioso de Manchester, ¡más difícil de tolerar, por lo visto, para los maestros locales que para los extranjeros!
Tras una corta estancia en Londres, regresé a Nuremberg, siendo recibido con verdadero júbilo y vítores en el Club de Ajedrez. De modo similar a la fiesta organizada con motivo de mi triunfo en Breslau, Max Kürschner pronunció un brillante discurso, resaltando la importancia de mis éxitos para el ajedrez alemán. Finalmente, me entregó una corona de laurel en un cojín púrpura, con un bordado de oro y una dedicatoria en la que se reflejaban mis dos últimos triunfos en torneo. Por fin, fue mi turno y esta vez sí agradecí del modo más expresivo su caluroso recibimiento y agasajo, además de describir al numeroso público asistente el desarrollo del torneo de Manchester, después de lo cual una sesión de simultáneas a 17 tableros fue un digno colofón a tan brillante y memorable acto.

*La revista de Steinitz.

En este texto pueden apreciarse algunas constantes de la personalidad de Tarrasch, reflejadas a lo largo del libro: un entusiasmo sincero por sus partidas, una alegría juvenil por sus propios éxitos y una fina ironía, cuando se refería a comentarios adversos, mucho más sutil y «deportiva» que la imagen tópica que de él se nos ha hecho llegar, como dogmático e intransigente. Por último, y no lo menos importante, la calidad de sus comentarios técnicos es sobresaliente, con el aliciente de que si es crítico con los errores de sus rivales, con los suyos era realmente implacable y jamás pasa de puntillas sobre ellos (lo que no puede decirse de todos los grandes maestros actuales). Esto no puede apreciarse aquí, pero tal vez otro día incluyamos una de sus partidas comentadas.
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7 comentarios

  1. Antonio Gude 14:27, marzo 07, 2012

    Anónimo. El libro ya está publicado, así que puedes adquirirlo cuando quieras. Todas las partidas son del propio Tarrasch, aunque hay algunas con ventja, pero que, por diversas razones, tienen mucho interés.

  2. Anonymous 14:24, marzo 07, 2012

    Hola, ¿Cuando será posible disfrutar de una partida comentada del libro de Tarrash?. Por cierto, todas las partidas, es decir las 300 son del propio Tarrash o por el contrario, hay partidas de otros jugadores comentadas por Sieghbert?.

    Gracias! Y un saludo enorme!!!.

  3. Antonio Gude 08:55, junio 16, 2011

    No era una partida aplazada, sino un incidente, porque Gunston se había negado a aplazar la partida, considerando que era tablas… Una situación rara, ciertamente, porque desde una óptica actual, la cosa no habría tenido ni que pasar al Comité de Competición. Saludos.

  4. Jose 08:49, junio 16, 2011

    Me encanta cada artículo que publica.

    En este en particular me ha sorprendido esta frase : «en un día, salté de 6,5 a 10,5 puntos, sin contar con la partida aplazada con Gunston, suspendida en posición ganadora para mí y en espera de la decisión del Comité.».

    Que significa «en espera de la decisión del Comité»? Es que había un Comité que dictaminaba el resultado de una partida aplazada?

    Gracias

  5. Sarushka 10:49, junio 14, 2011

    De nada ;)

  6. Antonio Gude 09:54, junio 14, 2011

    gracias por tu comentario…

  7. Sara 09:44, junio 14, 2011

    Muy buen artículo!