En octubre aparece este libro con la selecta obra fotográfica de David Llada, publicado por la prestigiosa editorial Quality Chess, de Jacob Aagaard.
Me resulta difícil añadir nada a lo que ya he dicho (y escrito) sobre este libro, que considero un acontecimiento editorial en el mundo del ajedrez.
David Llada nos regala con una colección impactante de sus fotos, todas impresionantes, muchas de las cuales ya hemos ido viendo en Facebook.
Por mi parte, y como he dicho, poco tengo que añadir a lo ya expresado en el prólogo del libro:
Foreword
Art experts have revealed to us that painting is neither the stroke nor the colour: it’s the light. Light, that powerful element that shows us Nature in all her splendour. When we watch how the sun disappears at sunset; or how it is born at dawn, while we are listening to Albinoni’s Adagio in G Minor; or when we contemplate the Niagara Falls like a gargantuan avalanche of snow that, overflowing our senses, plunges from a green cliff. So powerful is the influence of light that Impressionists fragmented and fractured it in a myriad of dots, thus deforming and enriching our vision at will.
Let us remember that beauty is not subjective – only our perception of it is. Gaudi’s Sagrada Familia is beautiful. Period. The paintings of La Tour and Turner are beautiful; as is a symphony by Mahler, or the Poem about Gifts by Borges; as Marilyn Monroe was.
To photograph chess players is to photograph action – contained dynamism. The player is pondering in a priestly pose, their immobility is but superficial; within there is tension, a turbine at full output, conspicuous or not, depending on the photographer’s skill – an artist who becomes a medium between us and his lens.
The photographer is, doubtlessly, a voyeur and a poacher; one who crouches waiting to capture a wonder. Sometimes he simply shoots and puts his trust in chance rewarding him with a good picture. Other times, he searches for angl
es, postures and expressions; he lurks cunningly and, with infnite patience, encourages the appearance of an epiphany, that magical moment in which a gesture or expression allows him to capture a unique image, to pass on a story and a drama from where there only seemed to be a chess player before a board.
Much like a machine or a painting, photographic composition consists of several elements, not just gestures or expressions, nor the colourful or exuberant clothing of the player, but also the details that surround human beings in their avatars of competition: chess pieces, board, clock, scoresheets, objects placed on the table – a cup of cofee, a misplaced spoon, a cookie, a crumpled tissue. Objects and features that claim their well-deserved share of the spotlight in the captured frame. The more dramatic and expressive they are, the richer the photograph achieved.
The images of David Llada impact us because they are witness to unique moments in the universal drama of the chequered board. Actors, framings, lights and shadows reveal themselves to us in a perfect orchestration. The photographer, the artist, becomes thereby the inspired notary of an intense, singular atmosphere. And we become the privileged audience of that retrieval of tension, beauty and suffering. Congratulations, and thank you in the name of chess lovers.
Y éste es el texto original en castellano:
Prólogo
Los expertos en arte nos revelaron que la pintura no es el trazo ni el color, sino la luz. La luz: ese poderoso elemento que nos muestra la naturaleza en todo su esplendor, si contemplamos cómo va desapareciendo el sol al atardecer. O cómo nace, al amanecer, mientras escuchamos el Adagio de Albinoni. O al contemplar las cataratas de Niágara como un gigantesco alud de nieve que, desbordando nuestros sentidos, se precipita desde un telón vegetal. Tan poderoso es el influjo de la luz que los impresionistas la fragmentaron y fracturaron en miríadas de puntos, deformando así y enriqueciendo a voluntad nuestra visión.
Recordemos que la belleza no es subjetiva: sólo lo es la percepción que de ella tenemos. La Sagrada Familia de Gaudí es hermosa. Punto. Los cuadros de La Tour y Turner son hermosos, como lo son una sinfonía de Mahler o el poema de los dones de Borges y como lo era Marilyn Monroe.
Fotografiar ajedrecistas es fotografiar acción, dinamismo contenido. Por más que el jugador esté reflexionando, en una pose hierática, esa inmovilidad es sólo aparente: hay ahí una tensión, una turbina a pleno rendimiento, apreciable o no según el acierto del fotógrafo, un artista convertido en médium entre nosotros y su objetivo.
El fotógrafo es, sin duda, un voyeur y un cazador furtivo, que espera agazapado a captar la maravilla. A veces, simplemente dispara y confía en que el azar le recompense con una buena imagen. Otras, busca ángulos, posturas y expresiones, acecha astutamente y, con infinita paciencia, propicia la aparición de la epifanía, ese momento mágico en que un gesto o una expresión le permita plasmar una imagen única, transmitirnos una historia y un drama, allí donde sólo parecía haber un ajedrecista ante un tablero.
Lo mismo que una máquina o un cuadro, la composición fotográfica está integrada por diversos elementos, no sólo gestos o expresiones, la vestimenta colorida o exuberante del jugador o jugadora, sino también los detalles que rodean al ser humano en su avatar competitivo: piezas, tablero, reloj, planillas, objetos que se encuentran en la mesa, una taza de café, una cucharilla fuera de lugar, una galleta o un kleenex arrugado. Objetos y rasgos que en el marco capturado reclaman su merecida cuota de protagonismo. Cuánto más dramáticos y expresivos sean éstos, tanto más rica será la fotografía lograda.
Las imágenes de David Llada nos impactan porque dan fe de momentos únicos en el drama universal del tablero arlequinado. Actores, encuadres, luces y sombras se nos aparecen perfectamente orquestados. El fotógrafo, el artista se convierte así en el inspirado notario de una atmósfera intensa y singular. Y nosotros, en los privilegiados espectadores de ese rescate de tensión, belleza y sufrimiento.
Enhorabuena y gracias en nombre de los amantes del ajedrez.
Título: The Thinkers
Autor: David Llada
Editorial: Quality Chess
Nº de páginas: 208. Hardcover (tapa dura)
Características: Papel fotográfico Fedrogoni 170 cm, barniz protector
Dimensiones: 244 x 310 cm
ISBN: 978-1-78483-033-5
PVP: 39,99 €
manuel lópez michelone 20:13, diciembre 20, 2017
Llada, amén de ser un gran amigo, es un gran fotógrafo y este es un libro reconociendo su valor en este arte.