Un acontecimiento editorial:
Las DREIHUNDERT de Tarrasch
Fuerte apuesta editorial de LA CASA DEL AJEDREZ (info@lacasadelajedrez.com), capitaneada por Andrés Tijman y Daniel Elguezábal, muy activos en los últimos años en la publicación de libros de ajedrez, lo que tiene tanto más mérito cuanto que seguimos inmersos en esta global y devastadora crisis económica.
TRESCIENTAS PARTIDAS DE AJEDREZ, de Siegbert Tarrasch, no es un libro cualquiera. Vaya por delante que, al haber tenido el honor de traducir esta obra monumental, soy parte interesada, de modo que mis comentarios por fuerza están mediatizados y el lector deberá tomar la distancia oportuna respecto a los mismos. Pero en tanto que analista y crítico de ajedrez, no puedo por menos que felicitar a estos dinámicos editores, que han rescatado para el mundo que habla castellano una obra capital de la literatura ajedrecística. Algo que es motivo de alegría y también de sonrojo para todos aquellos que hemos permitido que una obra tan valiosa permaneciese inédita en nuestro ámbito durante más de un siglo.
La versión que salió a la luz hace un par de semanas es una traducción fiel y rigurosa de la segunda edición del original (publicada en Leipzig por von Veit & Co., 1909, 532 páginas). Esa edición está enriquecida (en relación con la primera) por partidas de 1894, incluidos el match con Walbrodt y el torneo de Leipzig.
En el prólogo a esa segunda edición, Tarrasch explica: «Esta obra consta de tres partes. La primera es una colección de 300 bonitas e interesantes partidas. Segunda, los comentarios explicativos a dichas partidas, de forma que los mismos constituyan un verdadero manual de ajedrez, de modo especial en lo que concierne al medio juego, dispuestos en forma ordenada por plan y sistema. La tercera es una introducción de diversos personajes, junto con un panorama de mi evolución y carrera.» Y sigue una observación curiosa: «Creo que a los maestros de la joven generación, entre los que destacan Charousek, Forgács, Nimzovich y Rubinstein, les resultará muy útil estudiar esta obra.» ¡Tarrasch recomienda a los jóvenes maestros Nimzovich y Rubinstein que le estudien! Hay que decir, sin embargo, que no es vana presunción, sino una conciencia absolutamente realista de su valía, o más precisamente, del valor de su obra.
En ese prólogo nos informa también de que, en el Münchener Neuesten Nachrichten, el señor von Parish alabó el libro, calificando al autor de Praeceptor Germaniae, lo que nos permite saber de dónde procede ese famoso apodo, que hubiera podido ser, fácilmente, extrapolable al resto de Europa.
¿Por qué es importante este libro?
En todas y cada una de las partidas que el autor comenta, puede apreciarse todo un sistema de comprensión del ajedrez, una fidelidad de principios a la concepción general de nuestro juego. Tarrasch ha bebido de los clásicos, ha estudiado fielmente a Steinitz y ha valorado y tamizado muchas ideas estratégicas y dinámicas. Ha asimilado perfectamente el valor del centro, de puntos fuertes y débiles, las formaciones de ataque, el juego en posiciones abiertas y cerradas, la defensa económica, la centralización y, sobre todo, la movilidad o actividad de piezas. En este aspecto, como en el espacial, Tarrasch se aleja de Steinitz. Mientras que el primer campeón del mundo, en su etapa madura, incurría con frecuencia en posiciones con muy poco espacio y no le importaba situar sus piezas en casillas pasivas o incluso excéntricas, Tarrasch odia las posiciones restringidas y recomienda huir de ellas como de la peste, porque las considera un anticipo de derrota, y siempre busca libertad de acción para sus piezas: quiere espacio, le importan mucho el dominio espacial y las líneas abiertas. Un principio motriz que no está nada mal.
A ojos de un ajedrecista actual, las ideas de Tarrasch sobre la disposición y desarrollo de las piezas pueden adolecer de cierto esquematismo, pero nunca, sin embargo, de falta de lógica o de fundamento técnico. Lo más notable de la obra y, en general, de Tarrasch como autor de ajedrez, es su claridad conceptual, las explicaciones técnicas, la concatenación causal de sus argumentos.
Otras dos cosas a destacar de Tarrasch como comentarista son su capacidad de análisis y su implacable sentido autocrítico. Cuando se repite, una y otra vez, lo del «dogmatismo» de Tarrasch, no se menciona, por ejemplo, su riguroso espíritu autocrítico. La alegría casi juvenil que destila cada idea feliz que logra plasmar en el tablero suele ir casi siempre de la mano de una permanente alerta crítica que, como un Pepito Grillo, le impide ocultar o disimular sus errores o sus debilidades durante una partida. La energía y dinamismo desplegados en la conducción de sus partidas ha hecho de Tarrasch uno de los grandes maestros más merecedores de ser estudiados. Porque sus acciones y sus planes los comenta de forma nítida, sin escatimar explicaciones ni conceptos. Pero estudiar no significa, naturalmente, reproducir, de forma apresurada unas cuantas partidas. Significa pensar en la evolución del juego, en el flujo de las jugadas, los planes, las secuencias, tamizar y filtrar las ideas expuestas, incluso aunque en algunos casos éstas no nos parezcan muy convincentes.
Tarrasch es un exponente máximo del pensamiento ajedrecístico en el trampolín de inflexión de los siglos XIX y XX. Y no sólo de pensamiento, o vanguardia teórica, sino también de pragmatismo, de óptima fuerza práctica de juego. Ciertamente, entre 1888 y 1914, lo considero uno de los jugadores más destacados del mundo, merecedor, sin duda, de ser considerado aspirante máximo al trono del ajedrez. Creo que su match con Lasker (1908) fue muy desafortunado, puesto que entonces no tenía ya el mismo nivel óptimo de juego, a diferencia de su gran rival. Pero si hubiese aceptado la invitación del Club de Ajedrez de La Habana (en 1890) para reñirle a Steinitz la supremacía, tengo tendencia a pensar que hubiera sido razonablemente favorito, por su juventud y la eficiencia de su ajedrez entonces.
Breslau 1889
Una muestra del pensamiento transparente y desarmante de Tarrasch: «Con muy diferente mentalidad que en el Congreso precedente, me dispuse a presentar batalla. (…) Si antes tenía inclinación a subestimar a mis oponentes, ahora tenía tendencia a sobreestimarlos. Si antes despreciaba abiertamente las tablas, ahora, y a pesar de que seguía apostando por un juego ideal, estaba convencido de que no debía asumir que estaba obligado a ganar todas las partidas y descartar a ultranza el empate, pues si el juego por ambas partes era correcto, el desenlace nulo podría ser una necesidad. Todas estas conclusiones fueron consecuencia de mi revés en Leipzig, y el aprovechamiento positivo del mismo me condujo a la victoria. Sólo una vez sufrí una recaída en la frivolidad, en mi partida con Gossip, en la que realicé a conciencia una jugada inferior en la apertura, con la esperanza de que mi oponente no supiese aprovecharla. Por otro lado, en mi partida de la sexta ronda, con Schiffers, hice gala de arrogancia, al evitar una posición clara de tablas en la apertura, lo que tuvo como consecuencia la creación de debilidades en mi flanco de rey. La primera de estas partidas la gané porque mi rival omitió la mejor continuación. En la segunda caí en una posición muy desfavorable y sólo tras serias dificultades pude salvarme con unas tablas. Esta partida me hizo recuperar la sensatez.»
Tarrasch triunfó brillantemente (+9 =8) en aquel sexto Congreso de la Asociación Alemana, un gran torneo en el que participaron, entre otros, Burn, Mieses, von Bardeleben, Bauer, Gunsberg y Louis Paulsen, y en el que habituales de los primeros puestos, como Blackburne y Mason, ni siquiera consiguieron premio.
(continuará)
Anonymous 20:16, octubre 21, 2013
Diego: la razón es que en el original de Tarrasch las jugadas de las partidas van encolumnadas, es decir, 1 e4 e5 2 Cf3 Cc6, por ejemplo, son dos líneas, y en la versión española los editores para economizar texto han impreso jugadas en bloque. La edición está muy bien, en mi opinión, y no hablo de mi traducción, aunque, por supuesto, la endoso como seria y rigurosa. Saludos.
Anonymous 22:24, octubre 15, 2013
Tengo entendido que el libro de la editorial la casa del ajedrez tiene sólo 368 páginas.¿Cómo es posible que haya tanta diferencia entre el original?
Otra cosa que quería preguntar de paso.¿Usted supervisó la edición del libro :»La práctica de mi sistema»? Lo que sucede es que, después de haberme comprado el increíble libro «Mi sistema», muy bien traducido, me llevo la desagradable sorpresa de que al comprar los dos de Alekhine(de la editorial La Casa del Ajedrez también), ambos exhiben varías erratas, sobre todo el primero. Y le atribuyo la buena redacción de «Mi sistema» a Ud., don Antonio. A eso va esta pregunta.
Diego
Antonio Gude 09:32, abril 10, 2012
En principio, en cualquier librería, pero directamente de los editores, info@lacasadelajedrez.com (tel. 91.5212008).
Anonymous 14:56, octubre 17, 2013
Tengo entendido que el libro de la editorial la casa del ajedrez tiene sólo 368 páginas.¿Cómo es posible que haya tanta diferencia entre el original?
Otra cosa que quería preguntar de paso.¿Usted supervisó la edición del libro :»La práctica de mi sistema»? Lo que sucede es que, después de haberme comprado el increíble libro «Mi sistema», muy bien traducido, me llevo la desagradable sorpresa de que al comprar los dos de Alekhine(de la editorial La Casa del Ajedrez también), ambos exhiben varías erratas, sobre todo el primero. Y le atribuyo la buena redacción de «Mi sistema» a Ud., don Antonio. A eso va esta pregunta.
Diego
P.D.:Publico de nuevo como respuesta a este comentario suyo, por dudas a que no haya visto el de abajo.
Anonymous 21:55, abril 09, 2012
Y donde se puede conseguir este libro??
Antonio Gude 12:48, abril 09, 2012
Amigo Jorgewic, te lo recomiendo, a ti como amante de los clásicos y de las grandes aventuras del ajedrez… ¡Que sea por San Jorge o por el Dragón! Saluti.
Jorgewic 11:55, abril 09, 2012
Muy buena pinta tiene, querido Antonio. Habrá que echarlo al saco para el San Jorge… Saludos