UN GIGANTE Y SU LEYENDA
Apunte biográfico de Zukertort
Revista Internacional de Ajedrez nº 59, agosto 1992, pp. 45-46.
1.
Johannes Zukertort llenó su vida con infinitos talentos y las habilidades y saberes de un hombre renacentista, comenzando por un bizarro nacimiento, de padre ruso y la baronesa polaca Krzyzanowska, en Lublin (Polonia), 1842.
De niño le consideraron un prodigio de las matemáticas, algo a lo que él aludiría con frecuencia. De educación refinada, fue a parar a Breslau, en cuyo liceo tuvo como mentor al gran Anderssen, con quien tendría oportunidad de disputar millares de partidas.
Se hizo luego un experto esgrimista y diestro con la pistola. Se consideraba a sí mismo el mejor jugador de Europa de dominó. Hablaba ocho idiomas a la perfección, entre ellos el hebreo, el ruso y el español. Era capaz de sostener las más retorcidas discusiones teológicas, sin ceder un palmo de terreno ante los más tenaces contrincantes. Estudió química en la Universidad de Heidelberg y se doctoró en medicina por la de Breslau.
Al margen de sus actividades como ajedrecista, fue crítico musical y trabajó en la redacción del periódico de Bismarck, Allgemeine Zeitung. Por si esto fuera poco, a la muerte de Neumann se hizo cargo de la dirección de la Neue Berliner Schachzeitung, y aún tuvo tiempo para tomar parte, como oficial médico, en la guerra franco-prusiana, en la que fue condecorado.
2.
Hasta aquí la mitomanía. Sabemos que Zukertort se expresaba con facilidad en inglés y francés. De los demás idiomas, no hay signos ni evidencias. En los registros de la Universidad de Breslau no consta que se doctorase ningún Zukertort, como no consta que hubiese estudiado tampoco en Heidelberg. Sus biógrafos no encuentran rastro alguno de que hubiese practicado otra actividad periodística que la estrictamente relacionada con el ajedrez. Por último, tampoco hay rastros de que fuese oficial en el ejército prusiano, ni de que fuese condecorado y, por circunstancias temporales, ni siquiera parece que hubiese podido tomar parte en la guerra franco-prusiana.
3.
Dotado de una prodigiosa memoria y de unos conocimientos enciclopédicos de teoría, Zukertort tenía, además, una enorme capacidad autocrítica y de análisis. En su estilo se amalgaman las teorías posicionales y su práctica, y en su época no fue inferior a nadie.
Hacia 1872 una conspiración de jugadores británicos, que buscaban un rival digno para Steinitz, prospera porque a Zukertort le encantan el rosbif y el vino de Oporto, por lo que no les resulta difícil retener a nuestro personaje en las islas.
Zukertort fue primero en los torneos internacionales de París 1878 y Londres 1883, superando en este último a su gran rival, Steinitz, por tres puntos. En 1886 llega la hora de la verdad. Se enfrenta a Steinitz, en Estados Unidos, con el título mundial en juego. Pierde, por 10-5 y 5 tablas. Un resultado de escándalo, si consideramos que, tras perder la primera partida, había ganado las cuatro siguientes. Su salud, precaria y siempre dispuesta a jugarle malas pasadas, le juega allí la peor de todas. Regresa a Inglaterra convertido en un ser espectral y atormentado, que rumia su ocaso. Ya después de su gran triunfo de 1883, su médico le había advertido: «No juegue usted más torneos importantes, porque le matarán.» «Lo sé, replicó Zukertort, peero me mate o no el ajedrez, debo estar preparado para morir sin previo aviso.» Así sería: una hemorragia cerebral acaba con su vida, en Londres, el 20 de junio de 1888. Aún no había cumplido cuarenta y seis años.
El reverendo (y también ajedrecista) MacDonnell habla de su simpatía, de su vivacidad y de su don de gentes: «Sólo se le veía triste cuando caminaba solo.»
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