LA CASA DEL AJEDREZ acaba de publicar una nueva edición de EL AJEDREZ DE TORNEO (Zurich, 1953) de David Bronstein, revisada y con un nuevo prólogo mío, que a continuación transcribo:
El viajero que vino del futuro
Antonio Gude
¿Quién ha dicho que no tiene que hacer
ruido, derribar barreras, luchar contra
molinos de viento, enviar robots a la
luna, tener visiones, jugar con dinamita,
o arrancar trozos de carne a sí mismo o
a los demás?
INGMAR BERGMAN
En la primavera de 1982 el editor Pablo Aguilera me encargó traducir el libro de David Bronstein Zurich 1953. Conocía el libro y me hacía ilusión acometer tarea tan atractiva. Antes del verano, la versión española estaba en su escritorio. Era el primer libro de ajedrez que traducía y sugerí proponer la escritura de un prólogo a una de nuestras glorias, el gran maestro Jesús Díez del Corral. Pero finalmente tuve el honor de que también esa introducción me fuese confiada.
No sé por qué razón el libro tardó casi dos años en publicarse. Pero hoy, treinta y cinco años después, El ajedrez de torneo (como se tituló la edición hispana) sigue estando tan vigente como siempre y personalmente celebro esta nueva edición de La Casa del Ajedrez como una epifanía.
La búsqueda del centro
El 22 de junio de 1941 Alemania comenzó la invasión de la URSS, con la llamada Operación Barbarroja, en la que tres poderosos ejércitos penetraron en sendas direcciones: el primero por el norte, desde los países bálticos hacia Leningrado; el segundo, por el centro, a través de Bielorrusia, en dirección a Moscú; y el tercero, por Ucrania, en dirección a Kiev. Fue una invasión totalmente sorpresiva, que Stalin no se esperaba. El Gobierno recomendó inmediatamente a los habitantes de las zonas fronterizas que evacuaran sus casas y se refugiasen en las de familiares o amigos, lo más lejos posible de la frontera.
Con diecisiete años y mientras esperaba ser movilizado[i], el joven David Ionovich Bronstein se echó la mochila a la espalda y emprendió un viaje a ninguna parte, que era una escapatoria circunstancial de la guerra y a la vez un exilio interior o búsqueda de sí mismo. El año anterior se había proclamado subcampeón de Ucrania, logrando el título de maestro, por lo que comenzaba a ser conocido. Así, deambuló sin rumbo fijo por Georgia y Osetia del Norte, ganándose la vida a salto de mata: jugando Blitz en clubes y cantinas de soldados, y dando exhibiciones de simultáneas en colegios y hospitales. También participando en torneos locales, a veces sólo para conseguir unos vales de comida. Aunque rica en experiencias, fue una época muy dura, y la carga más pesada que arrastraba en su mochila era la pena por el arresto de su padre, confinado en el Gulag como enemigo del pueblo.
A su padre, gerente de un molino industrial, lo habían detenido, en 1937, por actos subversivos. ¿Cuál había sido su delito? Más que delito, había cometido el error de defender a los obreros del matonismo de los caciques locales y alentarlos a reivindicar sus derechos como trabajadores. Se requiere valentía, por no decir heroico romanticismo, para comportarse así en tiempos de papá Stalin. Valor, pero también insensatez, porque en ese momento las purgas se encontraban en su apogeo.
La detención de su padre fue traumática para Bronstein. Ser hijo de un “enemigo del pueblo” acarrea un estigma indeleble. Como escribió un prestigioso periodista[ii], “ser hijo de preso dura toda la vida: no sólo es el horror de ver al padre en esa situación siendo alguien decente, sobre el que puede recaer de pronto un título de asesino, terrorista y hasta blasfemo, sino en ti mismo, en la aniquilación de tus puntos de partida, en tu destino.” Y no sólo tuvo secuelas psicológicas. Durante muchos años, el ajedrecista tuvo que rellenar, en los formularios oficiales (para viajar, por ejemplo, al extranjero), un apartado en el que debía consignarse si algún familiar del interesado había sido detenido por razones políticas. Humillación y vergüenza indebida. ¿Podemos comprender lo que esta expiación burocrática debió significar para el gran maestro?
¿Qué pasó en el match con Botvinnik?
Pese al tiempo transcurrido, sigue viva la controversia respecto al Campeonato Mundial de 1951.
¿Fue obligado Bronstein a perder?
Hasta cierto punto, la paranoia generalizada tiene su razón de ser, considerando lo sombrío, por no decir siniestro del ambiente.
En primer lugar, Bronstein, como él mismo se cansaba de repetir, no perdió el match, sino que lo empató, lo que permitió a Botvinnik conservar el título.
Los hechos son sobradamente conocidos: Bronstein cometió un fatal error en la penúltima partida, en un final que debió haber sido tablas y el campeón, con la campana a punto de sonar, pudo neutralizar la ventaja en el marcador del aspirante. En la última, y a pesar de jugar con blancas, Bronstein, abatido moralmente por el peso de su error, poco pudo hacer. Después comentaría (tras la jugada 18…Íb7 de su rival):
“Privando finalmente a las blancas de sus últimas esperanzas en cuanto a un resultado favorable del match. De modo que el siguiente error es claramente explicable, como consecuencia de un colapso de la tensión emocional y el deseo subconsciente de liberarme del penoso fardo de la lucha por el campeonato mundial.”
Mijail Botvinnik, el hombre que había conseguido el máximo título para la URSS, tras la muerte de Alekhine, considerado casi un héroe en el país y prototipo de homo sovieticus, estaba, sin duda, respaldado por las más altas instancias y, en consecuencia, favorecido por el apoyo general de la sociedad.
Pero Bronstein no era un pobrecito desvalido, que se presentaba en Moscú como un personaje de Chejov para mendigar algún humilde empleo. También tenía sus apoyos. Varios personajes importantes, que se sentaban en la primera fila de espectadores, eran incondicionales seguidores suyos, empezando por Boris Vainstein[iii], uno de sus mejores amigos y enemigo feroz de Botvinnik, y también el presidente de la sociedad deportiva Dinamo[iv], un significado ministro. Entre ellos estaba su padre, liberado hacía algunos años e incluso rehabilitado. Y por último, contaba con el entusiasta respaldo de una legión de admiradores, tanto entre sus colegas como entre los aficionados.
En 1993 planteé directamente esta pregunta a Bronstein:
¿Qué me dice del match con Botvinnik? ¿Le presionaron para que usted perdiera?
No hubo presión directa, naturalmente. Pero existían circunstancias, como mi padre, un manifiesto opositor al régimen, que había estado varios años en prisión, mi condición de judío, la evidente preferencia institucional por Botvinnik, a quien se le veía como un modelo soviético de campeón… Había la presión psicológica del entorno, y a mí me parecía que ganar podría perjudicarme seriamente, lo cual no significa que yo perdiera de forma deliberada.[v]
Kasparov, que no es, precisamente, sospechoso de connivencia con el régimen soviético, también confirma este punto, en el sentido de que Bronstein nunca dijo que hubiese sido presionado e incluso lo desmintió.
¿Cómo se explica, pues, que a estas alturas exista una tendencia mayoritaria a creer que el aspirante fuese obligado a perder?
¿Puede el miedo, la aprensión estar en la raíz de su negativa? No parece que así sea, pues respecto al torneo de Candidatos de Zurich sí dijo públicamente que le habían presionado (como comentaremos a continuación), de modo que ¿por qué habría de callarse respecto al match de 1951? Y, sobre todo, ¿por qué habría de hacerlo tras la desaparición de la URSS?
Las teorías conspiratorias ejercen una extraña fascinación sobre nosotros, del mismo modo que preferimos las explicaciones retorcidas a las simples. Una instintiva suspicacia nos incita a pensar que se nos quiere engañar, que hay gato encerrado. En palabras del cineasta Stanley Kubrick: “Hay algo en la personalidad humana que se resiste a las cosas claras e, inversamente, algo que hace que nos sintamos atraídos por los rompecabezas, los enigmas y las alegorías.”
De Zurich (1953) a Petrópolis (1973)
En el Torneo de Candidatos de Zurich, objeto de este libro, Bronstein empató en el segundo puesto con Keres y Reshevsky. Pero era el momento de Smyslov, entonces imparable, quien aventajó en dos puntos al trío perseguidor.
Hubo un momento crítico en el torneo, que Bronstein denunció en otra conversación con el autor.
Mire, el caso es que no puedo tener peores recuerdos, como ya le dije, de ese torneo. Resulta que nuestros directivos tenían miedo de Reshevsky, a quien consideraban el favorito del torneo y, tras deliberaciones seguramente arduas, llegaron a la conclusión de que nuestro jugador con más posibilidades de frenarlo era Smyslov. Así que un coronel del KGB nos mentalizaba diariamente en este sentido, tanto a Keres como a mí. Nos lanzaba reiterados mensajes indirectos: no debíamos ganarle a Smyslov, porque Reshevsky era peligroso… Y sabe, se equivocaba. Reshevsky no era, ni mucho menos, tan peligroso. Najdorf, por ejemplo, lo era mucho más. Lo cierto es que un día vi volver a Keres lívido de uno de los paseos por los alrededores del hotel. Apenas podía contener la indignación. Lisa y llanamente, le habían prohibido de forma tajante que intentase siquiera ganarle a Smyslov. Me dijo: “Ahora te toca a ti.” Por supuesto, obedecimos las consignas. ¿Qué otra cosa podíamos hacer?[vi]
Esto sucedía antes de la 24ª ronda, cuando Smyslov (con una partida menos) y Reshevsky lideraban, con 13,5 puntos, seguidos de Keres y Bronstein, con 13. Al día siguiente, Keres debía enfrentarse, con blancas, a Smyslov, y, pese a las amenazadoras advertencias y a lo que Bronstein dijo (“obedecimos las consignas”), Keres lanzó un feroz ataque al enroque negro y su actitud no dejaba lugar a dudas sobre sus intenciones agresivas y desafiantes. Pero estaba muy alterado, no jugó con la debida precisión y perdió.
Muchos años después, Bronstein contaría, con todo lujo de detalles, las maquinaciones e intrigas que envolvieron al torneo, orquestadas por Postnikov, jefe de la delegación soviética y sus ayudantes, y que implicaron, sobre todo, a Keres, Geller y él mismo. El libro me dio fama, sí, pero el torneo me trae tan malos recuerdos que tengo esa espina clavada en la garganta. Bronstein exculpa, sin embargo, a Smyslov, quien muy probablemente fue ajeno a todos los enjuagues.[vii]
Echemos un vistazo retrospectivo al tenso contexto en que tuvo lugar el torneo de Candidatos, disputado entre el 30 de agosto y el 23 de octubre. El 5 de marzo había muerto Stalin. El 26 de junio fue detenido el todopoderoso Lavrentii Beria, Ministro del Interior (NKVD), detención que inquietó sobremanera a toda la sociedad soviética, que temía la posibilidad de una sangrienta lucha por el poder. Y Bronstein estaba especialmente preocupado por su gran amigo, Boris Vainstein, uno de los principales colaboradores de Beria. Por cierto que Bronstein era el único participante que había acudido a Zurich sin segundo. Había designado precisamente a Vainstein (quien más que segundo, representaría el apoyo afectivo de un amigo), pero éste, inquieto por los recientes acontecimientos políticos, no viajó finalmente a Suiza.
En el ciclo siguiente, Bronstein reanudó su lucha por el título, imponiéndose con autoridad en el tercer Interzonal (Gotemburgo, 1955), con 15 puntos (de 20), invicto (+10 =10), y superando a Keres en punto y medio, en dos a Panno, por delante de Petrosian, Geller y Szabo. El siguiente paso, era el Torneo de Candidatos de Amsterdam/Leeuwarden (1956), esta vez a doble vuelta, donde comenzaría su maldición “de los medios puntos”. Volvió a triunfar Smyslov (11,5 de 18), seguido de Keres (10), mientras que Bronstein sólo conseguía compartir el 3º/7º puestos, con Geller, Petrosian, Spassky y Szabo (9,5).
En el Interzonal de Portoroz (1958) Bronstein no tuvo una buena actuación, clasificándose 7º/11º, con 11,5 puntos (de 20 partidas). Aun así, finalizó tan sólo a medio punto de Olafsson y Fischer, clasificados ambos para el Torneo de Candidatos. El anticlímax tuvo lugar en la mismísima última ronda, cuando perdió, con blancas, ante el filipino Rudolfo Cardoso, en una partida en la que Bronstein estuvo irreconocible. Era su primera derrota en los tres interzonales que había disputado.
Algunos expertos bajaron el telón para Bronstein. Según ellos, estaba acabado. Pero yo no estoy de acuerdo en absoluto. El gran David aún tenía mucho que decir. Para empezar sumó 9,5 de 12 (+7 =5) en la Olimpiada de Munich, consiguiendo la medalla de oro en su tablero, y al año siguiente compartía el primer puesto en el torneo internacional de Moscú, con Smyslov y Spassky.
Con cuarenta años, un Bronstein rejuvenecido participa en el Interzonal de Amsterdam, un megatorneo de 24 jugadores, entre ellos cinco soviéticos, que deberán luchar por tres plazas para el Torneo de Candidatos. Es la regla (¿la Ley?) de Botvinnik, aprobada por la FIDE[viii] a través de su amigo Viacheslav Ragozin, según la cual no podían participar en el ciclo de Candidatos más de cinco jugadores de un mismo país. En la práctica, ese país sólo podía ser la URSS. Y ya estaban clasificados Keres y Geller del ciclo anterior.
El momento crítico llegaría para Bronstein en la 19ª ronda, a falta de cuatro para el final, en la que se enfrentaba a Bent Larsen.
BRONSTEIN – LARSEN
Interzonal de Amsterdam, 15.6.1964
Defensa India de Rey (E75)
Esta partida fue extensamente analizada por los expertos, en particular por Larsen, que extrajo conclusiones muy optimistas de sus análisis, como demostraron Kasparov, Igor Zaitsev y Konstantinopolsky. Por razones de espacio, sólo incluiré notas muy resumidas.
1.d4 Ìf6 2.c4 g6 3.Ìc3 Íg7 4.e4 d6 5.Íe2 0-0 6.Íg5 c5 7.d5 e6 8.Ìf3 h6 9.Íf4?! exd5 10.exd5 Îe8 11.Ìd2 Ìh5 12.Íg3?! Íg4 13.0-0 Ìxg3 14.hxg3 Íxe2 15.Ìxe2 Íxb2? 15…Ìd7. 16.Îb1 Íg7 17.Îxb7 Ìd7 18.Ìf4! “Tras haber jugado de forma deficiente la apertura y de haber visto rehusada su oferta de tablas, Bronstein moviliza su portentosa imaginación y comienza a jugar muy fuerte” (Kasparov). 18…Ìb6 19.Îe1! Íc3!
XIIIIIIIIY
9r+-wqr+k+0
9zpR+-+p+-0
9-sn-zp-+pzp0
9+-zpP+-+-0
9-+P+-sN-+0
9+-vl-+-zP-0
9P+-sN-zPP+0
9+-+QtR-mK-0
xiiiiiiiiy
20.Ìe4!! Íxe1
XIIIIIIIIY
9r+-wqr+k+0
9zpR+-+p+-0
9-sn-zp-+pzp0
9+-zpP+-+-0
9-+P+NsN-+0
9+-+-+-zP-0
9P+-+-zPP+0
9+-+Qvl-mK-0
xiiiiiiiiy
21.Ìe6! Íxf2+! La mejor defensa. 22.Êxf2 Aquí las blancas podían haber forzado un jaque perpetuo con 22.Ìxf2, y tras 22…fxe6, 23.Ëg4! Ëg5 (23…g5 24.Ëh5; 23…Ëf6 24.Ìe4) 24.Ìe4! Ëxg4 25.Ìf6+, tablas. 22…fxe6 23.Ëg4 Îf8+ 24.Êg1 Îf6
XIIIIIIIIY
9r+-wq-+k+0
9zpR+-+-+-0
9-sn-zpptrpzp0
9+-zpP+-+-0
9-+P+N+Q+0
9+-+-+-zP-0
9P+-+-+P+0
9+-+-+-mK-0
xiiiiiiiiy
La posición crítica. 25.Ëh3?? “¡Pánico! A Bronstein le quedaban 18 minutos y sólo consumió dos en esta jugada, abandonando sus cálculos previos. La presión del reloj jugó un importante papel, pero los apuros de tiempo no eran tan graves. Nervios, nervios, nervios…” (Larsen). 25.dxe6! h5 26.e7 Ëxe7 27.Îxe7 hxg4 28.Ìxf6+ Êf8 29.Îb7 Ìxc4 30.Îd7! y 31.Ìh7+, con tablas. Pero en este momento Bronstein se dio cuenta de que a 25.dxe6! podía seguir 25.Ëf8!, y después de 26.e7 Îf1+ 27.Êh2 Ëf5 28.Ëxf5 Îxf5, y las negras ganan. Pero Bronstein encontró por la noche la jugada salvadora en esta línea: 29.Îxa7!!, que “habría sido una digna conclusión a la partida, el triunfo de la fantasía ajedrecística” (Kasparov).
Larsen estaba convencido de que la mejor respuesta a 25.dxe6! era 25…Ìxc4, y después de 26.e7 Îf1+ 27.Êh2 (27.Êxf1? Ìe3+ 28.Êe2 Ìxf4 29.exd8Ë Îxd8) 27…Ëe8 28.Ëe2! Îf5! 29.g4 Ëf7! 30.gxf5 Îe8 “y según mis análisis, las posibilidades de ganar están del lado negro”.
Para empezar, después de 30.e8Ë+ Ëxe8 31.gxf5 Ëe5+ 32.g3 d5 33.Ëg4 Ëxf5 34.Ëxf5 gxf5 35.Ìf6+ Êf8 36.Îd7, las blancas habrían creado el conocido mecanismo de tablas por perpetuo (Konstantinopolsky).
Pero además, después de 30.gxf5! Îe8, “las negras no sólo no tienen ventaja, sino que están perdidas” (Kasparov): 31.fxg6 Ëe6 32.Ëf1! Îxe7 (32…Êg7 33.Ëf8+!! Îxf8 34.e8Ë+ I.Zaitsev). Y si 32…Ìe5, 33.g7!! Êxg7 34.Ëf8+! Îxf8 35.e8Ë+. De modo que “después de 29.g4, no son las blancas, sino las negras quienes deben buscar las tablas” (Kasparov).
25…Ëf8! 26.Ìg5 26.dxe6 Îf1+ 27.Êh2 Îe8. 26…Îf1+ 27.Êh2 Îf5 28.Ìxe6 Îh5 29.Ëxh5 gxh5 30.Ìxf8 Îxf8 Las blancas se rindieron.
Bronstein no pudo recuperarse de este dramático revés y finalizó sexto, lo que, de todos modos, le hubiera servido para clasificarse, de no ser por la famosa regla. El cuarteto triunfador, Smyslov, Spassky, Tal y Larsen sumó 17 puntos (de 23), seguidos de Stein, 16,5 y Bronstein, 16. En lugar de los dos últimos, consiguieron plaza clasificatoria para el ciclo de Candidatos Ivkov (15) y Portisch (14,5). ¿Es eso justicia deportiva?
Sólo nueve años después, y con casi medio siglo a sus espaldas, volvió a participar Bronstein en un Interzonal. El inesperado fallecimiento de Leonid Stein hizo que el Comité de Deportes lo convocase, literalmente a días del comienzo, para sustituirlo[ix]. Viktor Baturinsky, el hombre fuerte entonces del ajedrez soviético, lo citó a su despacho y, sin más miramientos, le dijo: “Haga la maleta. Se va usted a Brasil.” Sin margen alguno para la debida preparación y teniendo que adaptarse a otro continente y otro clima, no estaba en condiciones ya de luchar por un lugar en el ciclo de aspirantes. Aun así, finalizó sexto, a medio punto del quinto (Smyslov), y a punto y medio del vencedor (Mecking), y además logró jugar una brillantísima partida con Ljubojevic, cuando éste lideraba el torneo, que fue distinguida como la mejor del período por el jurado del Informator 16. En Brasil terminó, definitivamente, para él la lucha por el título mundial.
La fiesta del ajedrez: momentos
Hagamos un paréntesis para disfrutar de algunos momentos de la fiesta. En la Olimpiada de Moscú Bronstein jugó varias partidas impactantes, como la de Aloni, pero en su famosa partida con el noruego Rojahn introdujo una espectacular novedad nada menos que en la octava jugada y en una apertura clásica.
BRONSTEIN – ROJAHN
Match URSS-Noruega
Olimpiada de Moscú, 1956
Defensa Dos Caballos (C58)
1.e4 e5 2.Ìf3 Ìc6 3.Íc4 Ìf6 4.Ìg5 d5 5.exd5 Ìa5 6.d3 h6 7.Ìf3 e4
XIIIIIIIIY
9r+lwqkvl-tr0
9zppzp-+pzp-0
9-+-+-sn-zp0
9sn-+P+-+-0
9-+L+p+-+0
9+-+P+N+-0
9PzPP+-zPPzP0
9tRNvLQmK-+R0
xiiiiiiiiy
8.dxe4!!? Un sacrificio posicional futurista. Es interesante la intrahistoria de esta partida. La noche anterior, Bronstein habría pedido a sus compañeros autorización para plantear este interesante, pero muy arriesgado sacrificio de pieza por dos peones. Hablando con él acerca de esta partida, le pregunté cómo se le había ocurrido la idea y me dijo que le parecía natural y la opción más creativa, y que estaba seguro de que si Morphy se hubiese encontrado en esta posición, también habría jugado así. En este último punto, sin embargo, parece estar equivocado, pues hay al menos una partida del genial norteamericano, en la que, en esta misma situación, responde 8.Ëe2 (Morphy-Maude, Londres 1859, simultáneas a la ciega).
Rojahn abandonó en la jugada 38.
Hay otra cosa que me intriga. Admitamos que Bronstein sabía que su rival le plantearía la Defensa Dos Caballos, pero ¿cómo sabía que lo sería Rojahn? El jugador noruego era el segundo reserva, mientras que Bronstein era el cuarto tablero.
Por cierto que en aquella Olimpiada Bronstein consiguió la medalla de oro individual en su tablero, con 11 de 13 (+9 =4).
Bronstein nunca le ganó a Spassky en competición, pero les propongo disfrutar de la siguiente miniatura, disputada durante el descanso de una reunión de la Federación Soviética.
BRONSTEIN – SPASSKY
Moscú, 1961 (Blitz)
Defensa Holandesa (A82)
1.d4 f5 2.e4 fxe4 3.Ìc3 Ìf6 4.f3 exf3 5.Ìxf3 d6 6.Íf4 Íg4 7.Íc4 e6 8.0-0 Ìc6 9.h3 Íxf3 10.Ëxf3 d5 11.Íb5 Íd6 12.Îae1 Êd7 13.Íxd6 cxd6
XIIIIIIIIY
9r+-wq-+-tr0
9zpp+k+-zpp0
9-+nzppsn-+0
9+L+p+-+-0
9-+-zP-+-+0
9+-sN-+Q+P0
9PzPP+-+P+0
9+-+-tRRmK-0
xiiiiiiiiy
14.Îxe6! Êxe6 15.Ìxd5! Ìxd4 16.Ëe3+ Êxd5
XIIIIIIIIY
9r+-wq-+-tr0
9zpp+-+-zpp0
9-+-zp-sn-+0
9+L+k+-+-0
9-+-sn-+-+0
9+-+-wQ-+P0
9PzPP+-+P+0
9+-+-+RmK-0
xiiiiiiiiy
17.Îf5+!
Las negras se rindieron. Si 17…Ìxf5, 18.c4++.
Duración total de la partida: un minuto.
En el torneo internacional de Miskolc (1963) Bronstein fue segundo, detrás de Tal, y allí produjo esta maravilla.
BRZOZKA – BRONSTEIN
Memorial Asztalos, Miskolc, 12.7.1963
Posición después de 48.Îd1xd5
XIIIIIIIIY
9-tr-+-+-+0
9+-+-mk-+-0
9r+-zp-+p+0
9+-zpR+p+p0
9-+P+pzP-zP0
9zpPmK-zP-zP-0
9P+-+-+-+0
9+L+-+-+-0
xiiiiiiiiy
Las negras acaban de ganar calidad, pero no se ve de qué forma pueden penetrar en la posición contraria, puesto que todas las columnas están bloqueadas y no hay rupturas posibles.
48…Îxb3+!! 49.Êxb3 Si 49.axb3, 49…a2 50.Íxa2 Îxa2 51.Îd2 Îa1. 49…Îb6+ 50.Êc2 Îb2+ 51.Êc1 Las negras sólo tienen un peón por la pieza, pero pronto comenzarán la recolección. 51…Îe2 52.Îd1 Îxe3 53.Îg1 Îc3+ 54.Êd2 Îxc4 55.Íc2 d5 Ahora los tres peones centrales, pasados y unidos, ya no dejan dudas acerca del desenlace. 56.Îb1 d4 57.Íd1 Îc3 58.Îb3 e3+ 59.Êe2 Îc1! 60.Îxa3 c4 61.Îa7+ Êd6 62.Ía4 Îh1 63.Îd7+ Êc5 64.Îc7+ Êb4 65.a3+ Êc3! 65…Êxa4? 66.Îxc4+ Êb5 67.Îxd4. 66.Íb5 Îh2+ 67.Êf1 d3 Las blancas se rindieron. Después de 68.Îxc4+ Êd2 69.Êg1 e2, no hay defensa.
Keres: “Una obra de arte de Bronstein, en un final que fue muy admirado en Miskolc, y no sólo allí. ¡Casi mágico!”
El hombre que desayunaba computadoras
Teniendo en cuenta no sólo su prestigio, sino su habilidad para jugar contra las mejores computadoras y programas de juego, en 1992 IBM invitó al famoso maestro a sus laboratorios de Palo Alto, en California, donde pronunció algunas conferencias y jugó numerosas partidas rápidas contra el temible programa Deep Thought II, sito en la central de IBM, en Nueva York. En muchas de estas partidas, Bronstein comentaba para el público las incidencias del juego.
Esa reputación de ser el ajedrecista más difícil para las computadoras venía de lejos, se la había ganado a pulso desde la prehistoria cibernética, cuando se enfrentó gustoso a los primeros prototipos rusos y norteamericanos, con excelentes resultados y culminó definitivamente en los prestigiosos torneos Aegon de La Haya (Hombres vs Máquinas), en los que participaban tanto grandes maestros como computadoras y programas. En 1992, por ejemplo, ganó el torneo con espectacular autoridad, superando (¡con 68 años!) a jugadores del calibre de Vaganian, Nunn o Piket, entre otros. El periodista holandés Dap Hartmann fue quien tituló a su crónica El hombre que desayuna computadoras.
En consecuencia, para IBM someter sus ingenios al test del gran maestro tenía un valor incalculable, pues les permitiría estudiar los problemas que aquél creaba a sus criaturas artificiales y mejorar así su rendimiento.
El comentario que sigue es de Gary Kasparov[x]:
“En la década de los noventa de nuevo se encontraba a la cabeza del pensamiento ajedrecístico, contrastando con su juego el de las más fuertes computadoras de ajedrez. Con su original pensamiento ajedrecístico, no convencional, para él era más fácil captar la forma en que el hombre debe enfrentarse a las máquinas, y su experiencia en ese campo, resumida en su último libro David contra Goliat, es ciertamente inestimable.”
La segunda vida de David Bronstein
En 1976, Bronstein se negó a firmar la carta colectiva en la que casi todos sus colegas condenaban la defección de Korchnoi. Por ese motivo, a partir de aquel momento y durante más de doce años, le fue prohibido no sólo participar en torneos internacionales, sino también viajar al extranjero.
Con la apertura de Gorbachov y, finalmente, la disolución de la URSS, las cosas cambiaron y de pronto había recobrado la libertad pero, fatalmente, un examen médico reveló que había contraído una de esas terribles enfermedades. En agosto de 1990 fue operado con éxito por el Dr. Isak Innoyatov, uno de los más famosos cirujanos del país, y Bronstein pudo vivir con cierta plenitud y felicidad toda la década siguiente, gracias a la atenta supervisión y tratamiento de su amigo, el eminente oncólogo Dr. Alexander Sergeevich Pavlov.
Amaba la vida y, durante los diez últimos años del siglo veinte, disfrutó de ella a manos llenas. Se creó un circuito, que visitaba con cierta asiduidad: Noruega – Dinamarca – Holanda – Bélgica – Ginebra – Hastings – Londres – Islandia y, finalmente, Oviedo, donde, entre 1992 y 1994, fue contratado como profesor un tanto atípico por la Universidad. Tenía buenos amigos en todos esos lugares, que le cursaban invitaciones mitad profesionales, mitad turísticas y lo agasajaban cómo se merecía. En una ocasión incluso vino a España acompañado por su esposa, Tatiana Boleslavskaia, hija de Isaak Boleslavsky, quien había sido su mejor amigo. Por entonces, una de sus mayores preocupaciones era la continua tramitación de visados y renovación de su pasaporte. Yo mismo le acompañé, en Madrid, a varios consulados para realizar esas gestiones. En febrero de 1994, y con motivo de su 70º aniversario, Revista Internacional de Ajedrez le dedicó gran parte de su número 77.
En esos últimos tiempos de actividad y optimismo, Bronstein todavía pudo ganar un considerable número de interesantes partidas a grandes maestros, entre ellos, Böhm y Petursson (1990), Mijail Gurevich e Istratescu (1991), Marin (1992), de Firmian y Plaskett (1993), Velimirovic (1994), Lputian, Douven, Flear y Sulipa (1996) y Pein (1997).
Aportación y propuestas de un visionario
Lo que más me ha impresionado siempre de su ajedrez es la versatilidad de su estilo, capaz de interpretar exquisitos planes posicionales y de hacer saltar el polvorín con la táctica más explosiva. En particular, sus sutiles y paradójicas jugadas, imperceptibles para otros ojos que no sean los suyos. Algunos han calificado a esas jugadas de extravagantes. Yo prefiero entenderlas y valorarlas en su sutileza y refinamiento.
No vamos a descubrir aquí sus maravillosas partidas y combinaciones, sobradamente conocidas, muchas de las cuales tienen un inequívoco lugar en las antologías del ajedrez. Pero su creatividad y su fantasía no son mesurables y, por tanto, sólo está en la mente de cada jugador poder apreciarlas y situarlas en su personal escala de valoración. Fue también un gran investigador de aperturas y muy buen conocedor de la historia de nuestro juego.
Entre 1948 y 1951, Bronstein probablemente (y el adverbio es una concesión) era el mejor jugador del mundo, y durante el resto de la década de los cincuenta creo que se encontraba entre los cuatro mejores. Son apreciaciones personales: no existía entonces el Elo y los gustos y comparaciones están sobre el tapete, para que cada cual elija y sopese a la carta, barajando impresiones y resultados.
Está, además, su importante papel como autor y periodista de ajedrez. Sus conocidos libros, entre los que destacan 200 partidas abiertas, Aprendiz de brujo, Secret Notes y éste que tiene en sus manos, han recibido, con notable éxito, el respaldo de la comunidad ajedrecística. Por otro lado, Bronstein fue, durante veinte años, columnista del importante diario moscovita Izvestia, en los que cubrió varios matches por el campeonato mundial (incluido el de Sevilla 87) y numerosos eventos internacionales de primera fila.
Comenta de nuevo Kasparov:
“Después de Tarrasch y Nimzovich, (Bronstein) quizá sea el más sobresaliente divulgador del juego, un genuino maestro del mundo del ajedrez. Pero también un innovador, el autor de muchas ideas modernas: ajedrez rápido, suma de tiempo adicional a cada jugada y modificación de la posición inicial de las piezas. Creo que si hubiese llegado a campeón del mundo, el reloj Fischer y el ajedrez Fischer se llamarían ahora reloj Bronstein y ajedrez Bronstein.”[xi]
En su prólogo a Secret Notes, libro citado, Kasparov puntualiza: “Fue Bronstein quien primero sugirió cambiar la disposición inicial de las piezas, como en el llamado Fischer random, mucho antes que el propio Fischer.” Ciertamente, Bronstein propuso lo que hoy se conoce como Ajedrez 960 mucho antes que Fischer, pero, por una vez, no fue original, porque la idea es más vieja que la polka y data del siglo XIX.[xii] El ajedrez, como la cultura, es un enorme edificio, construido a partir de un sólido fundamento, al que se han ido añadiendo planta tras planta y cuyo techo es el cielo.
En cuanto a sus propuestas, si nos ceñimos sólo a las que encajarían en la temática ajedrez-espectáculo, además del ya mencionado rescate del ajedrez al azar (o 960), fue él quien con más insistencia abanderó la popularidad del ajedrez rápido y las confrontaciones atípicas, como las simultáneas dobles, es decir, matches en los que un jugador se enfrenta a otro en varias partidas simultáneas. No sólo lo propuso, sino que lo llevó a cabo, enfrentándose a Tal y Vaganian en varias ocasiones. Y la experiencia, desde luego, fue muy interesante y espectacular. Y por último, también es suya la propuesta de comentar en directo las partidas contra computadoras.
A fines de los setenta, Petrosian dijo: “Los jugadores jóvenes creen que el ajedrez moderno empezó con el Informator, pero nosotros sabemos que empezó con Bronstein.”
El ajedrez de torneo
Me permitirán que recoja aquí unas palabras del prólogo a la primera edición.
“El ajedrez de torneo. Zurich 1953 es un libro magnífico. Pocos libros de ajedrez habrán sido objeto, por parte de su autor, de tanta dedicación, de tanto esfuerzo y análisis. Muchos menos aún podrán ofrecernos una expresión tan elegante y precisa, un tan proverbial derroche de inteligencia, de sensibilidad y de penetración ajedrecística.
Bronstein ha querido ofrecernos una colección de partidas magistrales que, junto a jugadas extraordinarias y errores, mostrase las bellezas y desilusiones del torneo, la ansiedad y la combatividad, la dureza, en suma, del ajedrez de competición.”
En los años noventa, la FIDE llevó a cabo una importante encuesta entre profesionales, autores y periodistas, acerca de cuáles eran los libros más relevantes e influyentes publicados hasta entonces. Con gran diferencia de votos, resultaron ser los dos primeros Zurich 1953 y Mi Sistema, de Nimzovich.
Supongo que la pluralidad de ideas, planes e interpretaciones que nos ofrece la totalidad de las partidas del torneo, le sugirió al autor que el estudio de estas 210 luchas podrían constituir todo un tratado sobre el medio juego. Pero creo que su propósito fue más allá y comprendió que podía ofrecer al lector algo más que instructivos comentarios técnicos a cada partida, incluso si éstos contenían más peso conceptual del que normalmente se encuentra en los libros de ajedrez. Creo que se propuso esbozar una filosofía competitiva, una ambiciosa reflexión sobre todos los temas que dominan la dialéctica del juego, incluidos el estilo y psicología de los protagonistas.
Algunas de las introducciones a las partidas responderían, a mi modo de ver, a ese deseo, y son realmente magistrales. Me permito llamar su atención, de modo especial, sobre las de las partidas nº 1, 5, 20, 27, 28, 31 (después de 11.Ìa4), 39, 40, 42 (después de 12…c5), 56 (conclusión), 61, 66 (después de 17…Íe7), 71, 73, 75, 77, 80, 91, 96 (después de 30.Ìe2), 101, 119, 124, 134, 142 (después de 13…d5), 143, 145, 148, 150, 152, 171, 172 y 185.
Un tardío adiós
Bronstein era un hombre complejo y (sólo aparentemente) contradictorio. En general, era muy sociable y encantador en el trato, pero a veces se mostraba irritable y hasta un punto insolente: los aguijones de la realidad seguían siendo punzantes. Odiaba que se le encasillase, incluso si era para distinguirle. Se mostraba modesto y lo era. Pero al día siguiente te decía: Lo mismo que Da Vinci creía que no había nada imposible para él, yo siempre he creído que para mí no hay nada imposible en ajedrez. Así que ya ve que no soy tan modesto como usted cree. Rechazaba de plano que se calificase de romántico y esteticista a su ajedrez. Pero en un momento dado, se lamentaba de no haber jugado 29.h3 (en lugar de 29.h4) en la partida con Rojahn, a fin de que los ochos peones blancos hubiesen quedado dispuestos en una cadena perfecta.
En una ocasión fui a visitarle a su hotel. En la tele de su cuarto tenía sintonizado el desfile de las Fuerzas Armadas, en Palma de Mallorca. Me dijo: Antonio, esa gente vive en un mundo feliz. Sin problemas económicos, todos sus actos están codificados, hay un protocolo de comportamiento, el futuro asegurado. ¿Cómo? ¿El gran artista David Bronstein envidiaba la ascética vida militar? Pero la contradicción se desvanece, apenas tenemos en cuenta las dificultades y vaivenes de su existencia.
Y la culpa, la maldita culpabilidad, que nos atenaza y persigue sin descanso. Por haberse desentendido de su hijo[xiii], a quien no quiso volver a ver. Por no haber podido ayudar más a su padre. Por formar parte del milagroso 3% de hombres de su generación que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial en la URSS.
No diga que soy un genio, ni nada por el estilo. Diga que entendía la lógica del ajedrez y con eso me habrá definido perfectamente.
Cuando me enteré de la muerte de Bronstein, no escribí ni una sola línea sobre su figura. Tampoco los días siguientes, ni dos semanas después. Nunca lo hice. Ni me lo reproché, a pesar de que sentía que debía haberle dedicado algún obituario, algún tipo de homenaje. Sencillamente: no pude hacerlo. Estaba bloqueado, paralizado por la noticia. Y, sin embargo, era previsible. Diez años después de su operación de cáncer, los médicos habían considerado necesario iniciar un nuevo tratamiento. Las alarmas eran inequívocas, y aun así, sobrevivió unos años más, aunque ya sin viajes por el extranjero.
Así pues, Bronstein había dicho adiós al mundo que conocemos. Pero ¿es posible que alguien cuya obra y personalidad han dejado, grabada a fuego, su impronta en la historia del ajedrez haya desaparecido? No es así, no puede ser así. Según otro gran maestro, Jorge Luis Borges, “un hombre no muere del todo hasta que no muere el último hombre que lo conoció.” Es decir, en este caso seguramente nunca y Bronstein seguirá maravillando a todos, con sus partidas e inagotables ideas, mientras se pasea, sonriente, por las luminosas avenidas de la eternidad.
[i] Finalmente, fue declarado no apto para el servicio militar por su miopía y destinado a una factoría siderúrgica, a 30 km. de Stalingrado.
[ii] Eduardo Haro Tecglen (1924-2005), director de la desaparecida revista Triunfo. Obsérvese que, curiosamente, su vida coincide en el tiempo con la de Bronstein.
[iii] Boris Samoilovich Vainstein (1907-1993), matemático y economista, era jefe del Departamento de Planificación Económica en el Ministerio del Interior (NKVD). Fue también presidente de la Federación Soviética de Ajedrez y un columnista humorístico que, bajo el seudónimo de Fershberi, publicaba posiciones espectaculares y curiosas en la prensa soviética.
[iv] Las organizaciones deportivas de la ex URSS estaban agrupadas por gremios, con delegaciones en ciudades y provincias. Así, Lokomotiv era la sociedad que agrupaba a los obreros y empleados del ferrocarril; Burevestnik, a profesores y universitarios, CSKA, fuerzas armadas, Avangard, artistas y autores. Dinamo era la sección deportiva de la NKVD (luego, KGB) y la policía. Curiosamente, Bronstein había buscado amparo en esta organización, por recomendación de su amigo Boris Vainstein, y una vez miembro, disfrutaba de hacer jogging con deportistas famosos como Lev Yashin, La araña negra, el mítico portero de fútbol. Sus memorias (proyecto nunca realizado) debían titularse Un refugio en el KGB.
[v] Conversaciones con Bronstein, Revista Internacional de Ajedrez nº 66, marzo 1993, página 40.
[vi] Nuevas conversaciones con Bronstein, Jaque nº 443, febrero 1997, página 12.
[vii] Declaraciones a la revista 64, 2001, nº 10, reproducidas en el libro Secret Notes, de D. Bronstein y S.Voronkov, Edition Olms, 2007, pp. 131-137.
[viii] Aprobada en el Congreso FIDE de 1949. Ragozin era vicepresidente de la FIDE y planteó la propuesta en nombre de la URSS, a instancias de Botvinnik.
[ix] Leonid Stein falleció el 4 de julio y el Interzonal daba comienzo el 24 del mismo mes.
[x] Mis geniales predecesores, vol. 2, página 189. Ediciones Merán, 2004.
[xi] Id.
[xii] Jules Philippe van Zuylen (1743-1826) fue el primero en proponer la disposición azarosa de las piezas. Posteriormente, el teórico Aaron Alexandre (1766-1850) también la mencionó en uno de sus libros, y Elias van den Hoeven (1778-1858) fue su principal paladín y divulgador, consiguiendo inducir a algunos fuertes jugadores a disputar partidas de esta manera, entre ellos von der Lasa.
[xiii] De su primer matrimonio con la GM Olga Mijailovna Ignatieva (1920-1999).
Sergio Negri 01:34, enero 15, 2020
Simplemente extraordinario!
Antonio Gude 00:21, febrero 11, 2020
Muchas gracias, Sergio. Celebro que te haya gustado.