otros temas, abril 27, 2015

VIAJES A LA MENTE

Editorial de REVISTA INTERNACIONAL DE AJEDREZ

(nº 84 – septiembre 1994)

Las demostraciones de los grandes ajedrecistas impresionan a los investigadores de la mente humana. Hace justo un siglo emprendió Binet la primera tentativa de someter a un test a los mejores jugadores de la época. La prueba revelaría que el sentido espacial de los ajedrecistas es superior al de otras personas del mismo nivel de inteligencia.

Otros tests de inteligencia y estructura de la personalidad se llevaron a cabo con ocho de los participantes en el famoso torneo de Moscú 1925, publicándose, en 1927, los resultados de Rudik, Djakov y Petrowski. Conclusiones: los ajedrecistas poseen una gran resistencia física (?) y una gran capacidad para aceptar el fracaso, pero no evidenciaron poseer una memoria superior a otras personas, hablando siempre con un grado similar de inteligencia.

Hasta el escritor norteamericano Edgar Allan Poe se interesó por los mecanismos reflexivos del ajedrecista y en la introducción a su relato Los crímenes de la calle Morgue intenta penetrar en ellos, aunque resulta poco persuasivo.

El boom del psicoanálisis llevó a Ernest Jones a publicar, en 1931, un panfleto sobre Morphy, The Problem of Paul Morphy, en el que luego se inspiraría Reuben Fine (La Psicología del jugador de ajedrez, 1956) para encorsetar el comportamiento del ajedrecista en un cuadro de fantasías, instintos reprimidos, complejos de Edipo y demás temas freudianos por entonces de moda.

Más centrada en el funcionamiento específico del cerebro del ajedrecista es la tesis del profesor de Groot (Thought and Choice in Chess) (Pensamiento y elección en ajedrez), publicada en 1965, que estudia pruebas realizadas con jugadores de distinta categoría, entre 1938 y 1943. De nuevo sale a relucir la virtud de retener estructuras espaciales, estrechamente relacionada, según el autor, con la capacidad de juego.

En un reciente número de la prestigiosa revista Nature se publica un informe acerca de los hallazgos de Jordan Graftman y otros colegas suyos de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos. Estos investigadores han conseguido descifrar la interrelación entre varias partes del cerebro funcionalmente distintas, en los procesos mentales del jugador de ajedrez. Por ejemplo: el desenlace más dramático de la partida, el mate dispara la actividad en dos partes del cerebro: el lóbulo frontal y los lóbulos occipital y parietal, proceso que se nos explica con una curiosa descripción mecánica. El mate ciertamente dispara con tal fuerza los resortes mentales del jugador, que en más de un caso se produce el cortocircuito de su espíritu. Pero volviendo a la danza de las figuritas sobre un tablero cuadriculado, resulta curioso el porqué de una fascinación tan notoria por parte de los investigadores de la mente: ¿acaso la del ajedrecista es más singular y compleja que la de un científico o la de un filósofo?

Antonio Gude   

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