literatura, noviembre 11, 2010

VIAJES A LA MENTE

Antonio Gude

Editorial de Revista Internacional de Ajedrez nº 84, septiembre 1994, p. 5

Las demostraciones de los grandes ajedrecistas impresionan a los investigadores de la mente humana. Hace justo un siglo emprendió Binet la primera tentativa de someter a un test a los mejores jugadores de la época. La prueba revelaría que el sentido espacial de los ajedrecistas es superior al de otras personas del mismo nivel de inteligencia.
Otros tests de inteligencia y estructura de la personalidad se llevaron a cabo con ocho de los participantes en el famoso torneo internacional de Moscú 1925, publicándose en 1927 los resultados de Rudik, Djakov y Petrowski. conclusiones: los ajedrecistas poseen una gran resistencia física(?) y una gran capacidad para aceptar el fracaso, pero no evidenciaron poseer una memoria superior a otras personas, siempre con un grado similar de inteligencia.
Hasta el escritor norteamericano Edgar Allan Poe se interesó por los mecanismos reflexivos del ajedrecista y en la introducción a su relato Los crímenes de la calle Morgue intenta penetrar en ellos, aunque resulta poco persuasivo.
El boom del psicoanálisis llevó a Ernest Jones a publicar, en 1931, un panfleto sobre Morphy, The Problem of Paul Morphy, en el que luego se inspiraría Reuben Fine (La psicología del jugador de ajedrez, 1956) para encorsetar el comportamiento del ajedrecista en un cuadro de fantasías, instintos reprimidos, complejos de Edipo y demás temas freudianos por entonces de moda.
Más centrada en el funcionamiento específico del cerebro del ajedrecista es la tesis del profesor de Groot, Thought and Choice in Chess (Pensamiento y elección en ajedrez), publicada en 1965, que estudia pruebas realizadas con jugadores de distinta categoría, entre 1938 y 1943. De nuevo sale a relucir la virtud de retener estructuras espaciales, estrechamente relacionada, según el autor, con la capacidad de juego.
En un reciente número de la prestigiosa revista Nature se publica un informe acerca de los hallazgos de Jordan Graftman y varios colegas suyos de los Institutos Nacionales de Salud en Estados Unidos. Estos investigadores han conseguido descifrar la interrelación entre varias partes del cerebro funcionalmente distintas, en los procesos mentales del ajedrecista. Por ejemplo, el desenlace más dramático de la partida, el mate, dispara la actividad en dos partes del cerebro: el lóbulo frontal y los lóbulos occipital y parietal, proceso que se nos explica con una curiosa descripción mecánica. El mate ciertamente dispara con tal fuerza los resortes mentales del jugador que en más de un caso se produce el cortocircuito de su espíritu. Pero volviendo a la danza de las figuritas sobre un tablero cuadriculado, resulta curioso el porqué de una fascinación tan notoria por parte de los investigadores de la mente: ¿acaso la del ajedrecista es más singular y compleja que la de un científico o la de un filósofo?
+

2 comentarios

  1. A. Gude 18:19, noviembre 12, 2010

    Sí, estoy plenamente de acuerdo con Catulo. A los interesados en el tema, sugiero lean ‘El Gambito de las Musas’ en este blog.

  2. Catulo 19:54, noviembre 11, 2010

    En su disertación, Poe viene a decir que el ajedrecista gana por mayor concentración que su adversario y no tanto por su calidad en el razonamiento deductivo.
    Se deduce que Poe no debía jugar demasiado bien al ajedrez y, en la derrota, prefería pensar que no estaba concentrado a admitir que el rival pensaba de modo más eficaz.