literatura, mayo 30, 2014

VOLVER A ONETTI

Cuando la realidad amenaza con abatirme o me acosa con múltiples y variados dramas, o simplemente tengo un día malo o peor que malo, dispongo de un remedio infalible: vuelvo a Onetti.
Volver a Onetti significa viajar a su universo, deleitarme con esas ristras de adjetivos (que suelen ser tres), con los que matiza un comentario, una reflexión, como si fueran gotas de lluvia, de una puntuación especial. que da un tono magistral al texto.
Camino, abstraído por la orilla del río, a veces en Santa María, a veces en Puerto Astillero. Deambulo sin rumbo y aparco mi cuerpo en algún café solitario, donde me tomo una grapa con Junta. En otras ocasiones, me cruzo con el doctor Díaz Grey y comentamos las últimas incidencias de conocidos. Con el viejo Lanza sé dónde encontrarme, a la salida de su trabajo, porque él es de los que mueren con las botas puestas: ante su escritorio, revisando pruebas. Lanza y yo solemos jugar al mismo juego de todos los hispanos: nos hacemos los duros al hablar de España, sabiendo como sabemos ambos que la amamos y que lo que allí pasa nos vuelve puros flanes.
También me he encontrado con la mujer sin un pecho y he vislumbrado a la hija loca de Petrus, cada día más fantasmal. Un día vi la mirada fija en un punto indetectable, en un comedor, del gerente del astillero, que sigue registrando puntualmente sus haberes en los libros de contabilidad.
También recibí, una tras otra, las cartas de El infierno tan temido, ese cuento tan perfecto como temible.
Sí, vuelvo a Onetti, y, como dice el tango, maestro, veinte años no es nada.
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3 comentarios

  1. Mauro 02:54, noviembre 03, 2018

    Siento lo mismo cuando leo El Infierno Tan Temido. Y últimamente me asalta una extraña premonición cuando recuerdo otro cuento perfecto: Un sueño Realizado.

  2. Anonymous 04:46, junio 03, 2014

    Gracias por el recuerdo.
    MP

  3. Anonymous 12:16, mayo 30, 2014

    Muy sentida tu introducción y bien elegido el texto.